La preparación de la mesa para las comidas festivas de diciembre se convierte, año tras año, en un ejercicio de malabarismo económico para un número creciente de hogares en toda España. La última edición del Observatorio de Precios de Navidad, elaborado por la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), actúa como un termómetro implacable de esta realidad. La lectura es clara: los alimentos tradicionales son, de media, un 5,1% más caros que el pasado diciembre, confirmando una inercia alcista de los últimos años. Este incremento, casi idéntico al de 2024, no es un hecho aislado, sino la última capa de una acumulación que ha hecho que la cesta navideña completa sea un 57% más cara que hace una década. Una erosión constante del poder adquisitivo que se manifiesta con especial dureza en la época de mayor presión consumista del año.
El análisis revela un paisaje de desequilibrios. Las subidas no se reparten de manera uniforme, sino que impactan con fuerza desigual en el menú festivo. Son productos como la ternera o las ostras los que soportan las mayores alzas, cercanas al 20%, mientras que clásicos como el jamón ibérico se sitúan alrededor de un 10% más altos. Esta dinámica ascendente ha propiciado un hito significativo: hasta siete productos han alcanzado este año los precios más elevados desde que se tiene registro, con el jamón ibérico a la cabeza, cruzando el simbólico umbral de los 67,52 euros por kilogramo. Esta cifra actúa como un potente indicador del grado de lujo que suponen hoy algunos de los símbolos alimentarios de la fiesta, alejándose de manera palpable de lo que era una realidad compartida hace no tanto tiempo.
Frente a este escenario de costes desbocados, la OCU despliega una batería de recomendaciones dirigidas a un consumidor cada vez más presionado. La consigna fundamental es la planificación extrema: adelantar las compras, dedicar tiempo a comparar precios entre establecimientos e incluso reconsiderar los componentes del menú, optando por proteínas alternativas más asequibles, como ciertas aves, sin renunciar por completo al espíritu de la fiesta. También se apunta a estrategias como congelar marisco adquirido con antelación para eludir las inevitables espiraladas de precios de última hora. Pero más allá de estos consejos dirigidos a la iniciativa individual, la organización enfoca con insistencia la responsabilidad de las administraciones públicas.
Desde hace meses, la OCU reclama con voz firme la adopción de medidas fiscales de carácter excepcional para rebajar la presión sobre las economías domésticas. Su propuesta pasa por una reducción temporal del IVA, llevándolo del 4% al 0% para los productos de primera necesidad y del 10% al 4% para la carne y el pescado. Esta reivindicación, que busca atacar la raíz del problema en lugar de paliar sus síntomas, permanece, según la organización, sin una respuesta efectiva por parte del gobierno español. Mientras tanto, las familias se enfrentan al dilema de cómo asumir el coste de unas fiestas que, en su expresión más tradicional, parecen diseñarse para un poder adquisitivo en retroceso. El debate, pues, traslada la cuestión del precio del jamón a una reflexión más amplia sobre el acceso a la cultura gastronómica y la capacidad de la sociedad para sostener los ritos colectivos en un contexto económico adverso.