Por Sant Jordi, muchas de las novedades editoriales se presentan en dos formatos: en bolsillo y sin. Es la fórmula tradicional que se ha utilizado, especialmente en aquellos libros de éxito, que requieren de varias ediciones y permiten acercarse a todos los públicos.

Tradicionalmente, el de bolsillo ha servido para recortar costes ya que la edición es mucho más sencilla, huye la clásica "tapa dura" y apuesta por una estética más sencilla en su impresión. Además, también tienen una cuota de lectores que buscan en el hábito de la lectura un formato más ágil y cómodo de llevar y leer. Ahora bien, en la lista de ventajas que puede tener, ahora hay que sumar como una derivada destacada el precio.

La crisis de suministros

No obstante, la tendencia a aumentar los libros de bolsillo cuando estalla una crisis, como la que se arrastra con la inflación derivada de la guerra a Ucrania, no viene motivada únicamente por el precio, sino en los recursos de los cuales disponen las editoriales y las imprentas de los cuales para presentar un formato u otro. En este caso, los libros están aguantando los estragos de la crisis y no es uno de los sectores que más ha aumentado sus precios. En la otra cara de la moneda, el problema mayor que arrastra viene marcado por una crisis anterior, la de la pandemia. A modo de ejemplo: libros infantiles que, normalmente, requieren de más recursos en su edición como puede ser un sistema técnico para escuchar música, cartón para las páginas o incluso chips electrónicos han sufrido las consecuencias de la crisis de suministros ya que, en gran parte, muchos recursos proceden de China. Eso ha motivado reducir su producción o, directamente, cambiar o reestructurar los formatos más similares a lo que todos conocemos como libro de bolsillo.

A partir de aquí, no hay que obviar que la inflación ha provocado una subida generalizada de los precios y los libros imprimidos no son una excepción. Eso sí, de momento están en la columna de los bienes que menos se han encarecido el último año, aunque el papel es una materia prima escasa y preciada que ha subido entre un 15% y un 30% por término medio. Pero la crisis editorial no se debe solo al papel. Todo está más caro: transporte, impresión, energía y manufactura, sumado a las deudas que algunos arrastran, nuevamente, por el citado coronavirus. Los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) reflejan que suben menos que la media. Si la inflación se ha elevado, en general y por término medio, ha llegado a tocar máximos del 10,7% anual a en julio, los precios de productos y servicios relacionados con la vida escolar se han incrementado un 6,3%. En este ámbito hay el de los libros. Si vamos a la concreción, los datos del INE muestran que los libros de ficción y de no ficción han subido un 1,4% y un 0,7%, resultados todavía más ínfimos.

A pesar de todo, la crisis que ha motivado la escasez de recursos y la inflación es el cóctel perfecto para favorecer el mercado de los libros de bolsillo. Y las grandes plataformas editoriales y librerías ya apuestan por dar contenido propio que los lectores pueden encontrar en este único formado, con precios que pueden llegar a rebajar en un 50% el precio original y, normalmente, se sitúan por encima o por debajo de los 10 euros. La apuesta es más palpable que nunca y encontramos otros ejemplos recientes. La editorial Anagrama ha apostado desde el pasado 2022 por formatear todo su catálogo en catalán en libros de bolsillo. Y frases como "Grandes lecturas a precios rompedores", "Las novedades editoriales de esta primavera en formato bolsillo" o "Los libros más económicos de bolsillo": estos son algunos de los títulos o carteles que podemos leer para atraer el sector y frenar, como todos los sectores lo hacen, la crisis económica.