La economía española se mantendrá como uno de los motores de la zona euro durante el próximo año 2026, con un crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) previsto del 2,1%, según las últimas proyecciones de CaixaBank Research. Este avance, aunque moderado respecto al 2,9% con que se cerrará 2025, situará nuevamente al Estado por delante de la media europea, que se prevé que se mantenga en un ritmo más modesto del 1,3%. El análisis de la entidad financiera subraya que el crecimiento encontrará apoyo en una combinación de factores estructurales y cíclicos, como la ejecución de los fondos europeos, una demografía favorable y un entorno de tipos de interés más suave, al tiempo que señala la persistencia de ciertos riesgos externos, principalmente de naturaleza comercial.
Los fondos Next Generation continuarán siendo un pilar fundamental para la actividad económica. CaixaBank Research estima que su ejecución podría contribuir hasta 0,6 puntos porcentuales al crecimiento del PIB en 2026, con una inversión directa estimada en unos 17.500 millones de euros. Este impulso se integra en un contexto demográfico excepcionalmente dinámico para los estándares europeos. La llegada continuada de inmigración, que podría incrementar la población en un 0,8%, aportaría por sí sola unos 0,5 puntos al PIB, gracias al incremento en la demanda de consumo, la mejora en el mercado laboral y la ampliación de la base contribuyente. Otro factor positivo que persistirá es el efecto retardado de las bajadas de tipos de interés realizadas por el Banco Central Europeo durante 2024 y 2025.
Aunque no se esperan nuevas rebajas significativas el próximo año, el entorno de financiación más asequible continuará favoreciendo la inversión empresarial y la actividad económica, con una aportación calculada de 0,3 puntos al crecimiento. Estos elementos confluirán para mantener la demanda interna como el eje fundamental de la expansión, con una contribución cercana a una décima al PIB. Esta será favorecida por el aumento continuado de la renta bruta de los hogares y por la previsible estabilización o descenso en los precios de la energía, especialmente del petróleo y el gas natural.
En cambio, el sector exterior presentará un comportamiento más desigual. Si bien las exportaciones de servicios, especialmente turísticas, mantendrán una base sólida, la demanda de bienes podría encontrarse con vientos en contra. Entre ellos destaca las incertidumbres relacionadas con la política arancelaria de Estados Unidos, que podría afectar negativamente al comercio global. Por otro lado, la industria manufacturera podría obtener una ventaja competitiva relativa frente a otras economías europeas gracias a sus costes energéticos inferiores, una situación que podría captar inversiones y mejorar su posición en las cadenas de valor.
En cuanto a los sectores productivos, el informe apunta a una continuidad en el liderazgo de los servicios, aunque a un ritmo de crecimiento más moderado que el excepcional dinamismo de los últimos años. El turismo, por su parte, se consolidará en niveles muy altos, con una demanda más diversificada y una base menos estacional, aunque difícilmente repetirá los récords de crecimiento inmediatamente posteriores a la pandemia. Un sector que ganará peso relativo será el de la construcción de vivienda. Las previsiones señalan que en 2026 se podrían otorgar unos 150.000 visados de obra nueva, la cifra más elevada desde 2008. No obstante, este nivel de construcción continuaría siendo insuficiente para cubrir la demanda estructural generada por la creación de nuevos hogares, impulsada por la dinámica demográfica, lo que mantendría la presión al alza sobre los precios en muchas áreas.
En el ámbito de la política fiscal, el análisis de CaixaBank Research ofrece una perspectiva favorable para España. Se espera que el país cierre el año 2025 con un déficit público por debajo del umbral del 3% del PIB establecido por las reglas europeas, y que el proceso de ajuste continúe de manera gradual durante 2026. Esta trayectoria contrasta positivamente con la situación que atraviesan otras grandes economías avanzadas, como Estados Unidos, Francia, el Reino Unido o Japón, donde las presiones sobre el gasto público parecen más pronunciadas. Esta relativa solvencia fiscal ofrece un cierto margen de maniobra para afrontar posibles contingencias futuras.
El panorama, sin embargo, no está libre de nubes. El informe advierte que, aunque la mayor claridad en la política comercial estadounidense ha reducido la incertidumbre en los últimos meses, todavía hay riesgos relevantes en el horizonte. Las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China continúan siendo una fuente de inestabilidad potencial para la economía global, con repercusiones sobre las cadenas de suministro y la confianza de los inversores. Además, cualquier repunte inesperado en la inflación o en los precios de la energía podría obligar a una política monetaria más restrictiva por parte del BCE con el impacto negativo que esto supondría para el crecimiento. En conjunto, sin embargo, el análisis apunta a un año 2026 de crecimiento sólido y por encima de la media europea, respaldado en unos buenos fundamentos internos.