El Parlamento Europeo ha dado un paso decisivo para que términos como “hamburguesa” se apliquen solo a la carne, avivando una polémica entre sector cárnico e industria “plant based” por la falta de una normativa que diga si, por ejemplo, es válido usar “salchicha de cerdo” y “salchicha de tofu”. La Eurocámara ha aprobado este mismo mes que las denominaciones de venta de la carne y sus derivados queden reservadas exclusivamente para productos de origen cárnico.
Tal y como recuerda a Efe el director general de la Asociación Nacional de Industrias de la Carne de España (Anice), Giuseppe Aloisio, la iniciativa europea fue impulsada por 12 países comunitarios desde el Consejo Europeo, incluida España. Llegó a la Eurocámara, donde obtuvo luz verde, pero aún queda una larga andadura (de al menos seis meses) hasta su aprobación definitiva.
Un negocio de 500 millones
Es un asunto que suscita interés a nivel de industria alimentaria, porque las alternativas vegetales han ido ganando terreno en los hogares. Los últimos datos anuales revelan que los alimentos plant-based dejaron un negocio en España de 491 millones de euros en 2024, un 6,6% más respecto a 2023 y un 14,4 % superior a 2022.
Si algo llama la atención en todos estos años ha sido el giro dado por el Parlamento Europeo, que ha pasado de votar a favor del uso de términos cárnicos para las alternativas vegetales (2020) a aprobar ahora justo lo contrario. La explicación radica en el cambio de mayorías que experimentó la composición de la Eurocámara tras los últimos comicios (2024) que han dejado ahora un bloque conservador más partidario de restringir el uso de los términos a la carne.
Aloisio lo tiene claro: es un asunto con “mucha carga ideológica”; de ahí que cuando “cambian las mayorías en el Parlamento hay determinadas iniciativas que pueden tener un mejor respaldo”. Desde la organización en defensa de una alimentación vegetal Proveg, su CEO, Cristina Domenech, mantiene que este cambio “se podría atribuir a una combinación de cambios políticos y presión por parte de la industria”.
En los tribunales
A nivel judicial, es un asunto que ha pasado de puntillas, destacando la sentencia del TJUE hace un año en la que permitía usar términos como “salchicha” para productos vegetales, salvo que se adoptase una denominación jurídica específica. Fue a raíz de una controversia generada en Francia en 2022 que llegó al TJUE quien se basó en el reglamento sobre productos alimentarios de la UE, que prevé que la denominación del alimento será su “denominación jurídica” y, a falta de esta, será la “habitual” o, si tampoco existe, se facilitará una “denominación descriptiva”.
Si en los próximos meses se consigue una norma armonizada sobre denominaciones cárnicas, en Anice tienen claro que se abriría un “nuevo escenario legislativo” que haría “caducar” lo anterior. Desde Proveg, también recalan en que esa sentencia de 2024 “fue una interpretación de la legislación vigente” en ese momento, “que es precisamente la que se pretende modificar” ahora, por lo que “no podríamos acogernos a la jurisprudencia”.
España
España no ha sido ajena a este asunto y, de hecho, ha habido polémica con campañas enfrentadas entre empresas de alimentos vegetales que anunciaban “hamburguesas de carne vegetal” y un sector cárnico que se unió al pesquero para lanzar la iniciativa “Cada cosa por su nombre”.
La particularidad de España radica en que tiene aprobada una norma de calidad de derivados cárnicos que recoge la definición de cerca de un centenar de “denominaciones consagradas por el uso”, entre las que se encuentra “bacon”, “hamburguesa” o “salchicha”. Sin embargo, desde Anice mantienen que esa norma les da “una cobertura legal insuficiente” y necesitarían la normativa comunitaria para un “blindaje de las denominaciones” con el fin de que el consumidor tenga una información “clara, correcta y no engañosa”.
Desde Proveg, en cambio, no creen que se esté llevando a engaño; Cristina Domenech asegura que “todos los estudios indican que los consumidores no se sienten confundidos”. La polémica está servida a la espera de que Bruselas decida qué es una “hamburguesa”, una “longaniza” o un “bistec”.