La historia ronda desde hace más de una década y tanto es así que; allá por 2011, en una encuesta y según recuerda estos días National Geographic, un 17% de las personas consultadas decía creer en la existencia de un Programa Atmosférico Secreto a Gran Escala del que serían evidencia las estelas que cualquier día podemos observar en el cielo y que, en lugar de ser fruto de una conspiración maligna, tienen que ver con los motores de los aviones.

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Pero, ¿qué son?

Lo que tu amigo llama chemtrails son estelas de condensación compuestas de partículas de hielo que se forman a grandes altitudes cuando pasa un avión a reacción. Estas estelas se evaporan rápidamente cuando la humedad es baja y permanecen en el cielo si sucede lo contrario. Se forman cuando el vapor de agua, el dióxido de carbono y los óxidos de nitrógeno que emite un motor a reacción se enfría y se mezcla con aire circundante. En ese momento, el agua se condensa y forma cristales de hielo producidos al enfriarse el vapor de agua expulsado. Así, y más que esteles químicas, los supuestos chemtrails son simples nubes de hielo que permanecerán más o menos tiempo en el firmamento según el porcentaje de humedad. Ya en 2016, y en un estudio titulado Quantifying expert consensus against the existence of a secret, large-scale atmospheric spraying program el 98% de los expertos consultados explicitó que no había evidencias de la conspiración supuesta y mil veces denunciada.

¿Tienen algún efecto adverso?  

Más allá de teorías diversas, sí que cabe decir que estas estelas no son del todo inocuas. Al estar compuestas de vapor de agua, su impacto es mínimo, pero cuando se dispersan forman nubes delgadas de aspecto fibroso compuestas de cristales de hielo. Estas nubes sí que pueden afectar al clima, ya que son un obstáculo para la llegada de la luz del sol y atrapan la radiación terrestre. De hecho, hasta el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático admite que tienen cierta contribución al aumento de temperaturas. En definitiva, que no nos fumigan pero, lo cierto, es que todos viviríamos mejor sin esas estelas. En sí, y como todo lo que sale del escape de una máquina, no dejan de ser emisiones no naturales. De todos modos, actitudes como la del diputado del grupo mixto Pablo Cambronero, que ha registrado una pregunta en el Congreso sobre la cuestión tras constatar, según él mismo dice, "un clamor popular" sobre el tema se ajustan más a aquel refrán de un bobo emboba a ciento si le dan lugar y tiempo que a aquel otro según el que cuando el río suena, agua lleva,