Los apóstoles del ecologismo militante se las prometían muy felices con la Ley de Residuos de 2022, que imponía severas restricciones a la utilización de objetos plásticos de un solo uso como, por ejemplo, cañas para ingesta de bebidas, vasos o platos desechables, pero el mercado, como siempre, impone su dictadura, que no sabe de buenas voluntades. Las empresas dedicadas a la fabricación de estos objetos y los negocios que, por necesidad o conveniencia, precisan de ellos han sabido reinventarlos. Te explicamos cómo.
En lugar de plásticos de un solo uso, plásticos reutilizables
Una de maneras más sencillas de sortear las restricciones es, desde siempre, cambiarle el nombre a aquello que se prohíbe. Así, los cubiertos y recipientes de plástico antes habituales en muchos restaurantes de comida rápida se han sustituido por otros, fabricados incluso a veces con el mismo material, que se etiquetan como reutilizables aunque, en la práctica, se usen sólo una vez. Lo cierto es que no se comete ninguna ilegalidad: un vaso, un plato o un cubierto de plástico puede, si se quiere aguantar varios lavados. A menudo, y en eso sí que gana el medio ambiente, los plásticos ordinarios que antes se empleaban son ahora plásticos biodegradables que se han fabricado, por ejemplo, con almidón de maíz. Si que han desaparecido prácticamente las bandejas de poliestireno o corcho blanco.
Biodegradables que no lo son tanto
Determinadas entidades como, por ejemplo, la fundación Rezero, que lucha por reducir al mínimo los residuos que se producen, advierten que términos hoy de uso como como biodegradable o compostable son “inconcretos” ya que esa degradación no perjudicial para el medio o esa posibilidad de ser convertidos en abono se dan sólo “en determinadas condiciones muy específicas” y si el tratamiento que se da a los objetos así identificados es el correcto. Y ahí, precisamente, es donde entran las bolsas biodegradables que nos venden cada día en el supermercado.
En caso contrario, estos plásticos que el consumidor percibe como inocuos, se comportan en el medio de manera similar al plástico que se fabrica a partir de materias primas fósiles, ya que tardan tiempo en degradarse. Que algo sea compostable “no significa que efectivamente se acabe compostando”, explican desde Ecologistas en Acción. El dilema, pues está servido. ¿De verdad hemos acabado con los plásticos de un solo uso? Salta a la vista que no, pero el Gobierno tiene soluciones para todo: para eso ha entrado en vigor este 1 de enero el Impuesto al Plástico, una tasa que, por supuesto, acabarás pagando tú de una u otra manera.