Aunque se supone que el carbón ha muerto (quedan tres explotaciones activas en España, el pozo Nicolasa de Hunosa en Mieres y las Minas de Cerredo y de Pilotuerto, en Degaña y Tineo, también en Asturias) las minas, algunas al menos, siguen vivas y, como siempre han hecho, siguen suministrando energía barata, cercana y de calidad, pero de otra manera. Es el caso del Pozo Barredo, en Mieres; el Pozo Fondón, en Langreo y, muy probablemente también y en breve, el Pozo Carrio, en Laviana, y el Pozo Sorriego, en El Entrego. El carbón que todavía atesoran los cuatro, allí sigue en espera de mejores tiempos y gobiernos más sensibles, pero el recurso que se aprovecha ahora es otro: el agua que llena sus galerías y que permite generar calor.

Pozo Barredo
Pozo Barredo
Pozo fondón
Pozo fondón

Geotermia

Cuando una explotación minera se cierra, el agua llena indefectiblemente sus galerías al cesar las labores de bombeo y alcanza un nivel que puede o no coincidir con el original de la zona. A veces, es necesario mantener la actividad de bombeo hasta una cota de seguridad para evitar que se inunden edificaciones situadas en el área y, siempre, se detecta que esta agua extraída presenta una temperatura mayor que la de las aguas superficiales. Estas circunstancia la convierte en un recurso geotérmico, ya que el calor que almacena el agua puede convertirse en energía. Eso, precisamente, es lo que se está haciendo en el Pozo Barredo de Mieres desde 2019 y en el pozo Fondón de Langreo desde mayor de este año. En ambos casos, el agua se extrae a unos 23 grados y, en unas centrales de generación construidas en las inmediaciones de los pozos, su temperatura se eleva hasta los 85. Después, mediante una red de tuberías, se traslada hasta las redes de calefacción de viviendas y edificios públicos. Es lo que en Hunosa denominan District Heating.

Más proyectos

En Asturias existen otras diez redes similares, pero en lugar de alimentarse con agua de mina, se alimentan con biomasa. La ventaja de las redes que incluyen antiguos pozos mineros es clara: el agua que se calienta en la central de generación llega a la misma a mayor tempratura que en las instalaciones convencionales. En toda España, tranquilamente, puede haber más de 200 antiguas minas hoy abandonadas que, como el Pozo Fondón y el Pozo Barredo, almacenan ingentes cantidades de agua a temperaturas superiores que la del agua superficial. No utilizar estos recursos, en un país sin más fuentes de energía propias que el sol y el viento –al carbón se ha renunciado- es un suicidio que, además, hurta a las comarcas mineras el derecho a mantener una actividad industrial mínima que permita seguir haciendo de ellas un lugar con futuro.