Si hemos de hacer caso al Gobierno, el debate sobre la energía nuclear en España está cerrado y, además, a cal y canto. Tan atado, como mínimo, como creía el dictador Francisco Franco tenerlo cuando, en 1969, nombró al hoy Rey Emérito (entonces sólo era Juan Carlos de Borbón) sucesor suyo a “a título de Rey”. Luego, el devenir y los planes y sensibilidades de quienes gobernaron España tras su muerte hicieron que los acontecimientos se desarrollasen de otra manera; pero con la energía nuclear todo indica que, salvo cambio de Gobierno –o cambio de opinión del actual presidente del mismo, que todo puede ser- 2035 será el último año en que se pueda consumir electricidad de origen nuclear producida en España. En Catalunya, Ascó I cerrará –si los planes se cumplen- en 2030, Ascó II, en 20232 y Vandellós II, en 2035. Frente a ese calendario ya aprobado, menudean de un tiempo a esta parte voces diversas. Foro Nuclear, la patronal del sector, defiende la continuidad de las nucleares y la oposición también opina de modo distinto a como lo hace el Gobierno de España. En países vecinos como Francia, Suecia, Bélgica o Polonia la energía nuclear se ve de modo muy diferente y la UE la incluye como sistema de producción de energía sostenible. A todos ellos se les suma ahora Econucleares, una asociación ecologista que defiende la energía nuclear en España.

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Opinión pública

La asociación Econucleares nace en abril de 2023 e incluye a profesionales del sector y, también, a particulares que consideran que la energía nuclear debe seguir formando parte del mix energético nacional. Marc Altés, uno de sus fundadores, destaca cuáles son los objetivos de la entidad: “lo que queremos es contribuir a un cambio en la opinión pública, porque lo que se plantea es el cierre prematuro de unas instalaciones que pueden producir mucha energía de manera limpia y barata”. Altés es, además, contundente: “se cierran por razones ideológicas, por una decisión política. Seguimos el ejemplo de Alemania, que cerró sus centrales nucleares al tiempo que está explotando minas de lignito pardo y quemándolo en centrales térmicas. Es evidente que la decisión fue política”.

Sin emisiones

La electricidad que se produce en las centrales nucleares, explica Altés, es limpia y no genera más emisiones que las derivas de la construcción de las instalaciones y de las operaciones auxiliares: “una central nuclear es cara de construir y, al ser instalaciones grandes y complejas, ponerlas en marcha genera emisiones, pero una vez las tienes en funcionamiento generan energía de manera barata y limpia. Por eso la UE considera que la energía nuclear es una energía limpia, ya que no se emite CO2 al producir energía. Los residuos radioactivos, eso sí, debe de tratarse, y eso es algo que se hace con muchísima seriedad, control y eficacia”.

Potencia de respaldo

Desde Econucleares destacan también un hecho: el sistema energético español precisa de una potencia de respaldo que, hoy, las energías renovables no puede ofrecer. Sin nucleares, destaca Altés, esa potencia de respaldo la proporcionarán centrales de gas: “es indiscutible. Hoy ya no tenemos prácticamente térmicas funcionando, porque la mayoría se han cerrado y derribado y no se va a poder hacer lo mismo que en Alemania. Dado que los sistemas de almacenamiento que se precisarían serían muy costosos, está claro que lo que hará el Gobierno cuando cierre las nucleares será utilizar centrales de gas como potencia de respaldo”. ¿Tiene sentido por tanto cerrar las nucleares? Desde un punto de vista político –y desde la posición del Gobierno de España- sí, pero desde un punto de vista económico e industrial, no. “Es una decisión disparatada en términos económicos y el resultado será que se perderán muchos empleos de calidad, que pagaremos la electricidad más cara y que una industria puntera, como es la nuclear española, desaparecerá”, detalla Altés.