Se llaman Sanas y han descubierto un modelo de negocio revolucionario que permite a los call centers de medio mundo lograr lo que llevaban años soñando: externalizar sus plataformas de teleoperadores sin que se note. Sanas, con sede en Silicon Valley, ha desarrollado la herramienta definitiva: mediante inteligencia artificial y una serie de algoritmos, su invento traduce la voz de una persona a muchos acentos diferentes.

¿Para qué sirve?
Supongo que, como todos, compartes la primera sensación de extrañeza (y sospecha) que te asalta cuando llamas al servicio de atención al cliente de alguna de las empresas que te suministran servicios y te atiende alguien que, aunque habla tu idioma, evidencia con su acento que procede de un lugar ciertamente lejano y ajeno a tu entorno cotidiano. Y, no: no es racismo, es simple desconfianza porque, como es normal, te cuesta creer que aquel señor que ni siquiera sabe dónde está y cuántos habitantes tiene la ciudad en la que vives vaya a poder ayudarte a solucionar ese problema serio que te impulsa a llamarle. Ahora, esa sensación desaparecerá porque, gracias a la herramienta de Sanas, todos los teleoperadores con los que consultes, hablarán como si fuesen de tu pueblo.
¿De verdad funciona?
Las estadísticas dicen que, cuando hablamos con alguien que tiene un acento parecido al nuestro o que reconocemos como próximo, la comprensión de los mensajes que nos llegan crece en un 31% y la satisfacción en un 21%. Para captar clientela, Sanas tiene colgados dos audios en su web: en uno, un teleoperador contesta en inglés con marcado acento indio a un señor de las Islas Británicas y, en el otro, el mismo teleoperador atiende al mismo señor británico tras haber visto tamizada su voz con Sanas. La sensación que uno y otro te causa (si eres británico) es como la que va de la noche al día, pero algunos dicen ya que no es más que una muestra de racismo pero, qué quieren que les diga, si un día de estos me encuentro a alguien que, al otro lado del teléfono me contesta hablando de manera parecida a como lo hacían mis abuelos, estoy seguro de que firmo todos los compromisos de permanencia que me pida y hasta, si quiere, le propongo alguno más.