Ferran Barrios se pasa el verano mirando el horizonte. Es uno de los dos vigías de Castellfollit del Boix, en el Bages. Hace diez años que empezó a hacer este trabajo. Es músico, y en invierno da conciertos y da clases. El verano se lo pasa en la torre de vigía. Y para pasar el tiempo, sin desviar la mirada, toca el acordeón.

"Tenemos un mapa, emisora y prismáticos", dice para explicar cómo hace su trabajo. Y con eso, tienen que alertar a los bomberos de las columnas de humo y guiarlos hasta los incendios.

Los vigías hacen turnos de diez horas. "Estamos diez horas vigilando si hay una columna de humo. Avisamos a los bomberos, los ubicamos... no es tan fácil, porque vemos el humo en una montaña y se tiene que ubicar cuanto más rápido mejor". "Lo más difícil es acertar el punto. Es difícil porque no ves las llamas a 20 km", dice Ferran sin dejar de mirar el horizonte. "Cinco minutos para una columna de humo es mucho".

Atentos y rápidos

Hay 60 puntos de vigía en todo Catalunya. Son puntos estratégicos de visualización. Hay aproximadamente uno cada 15 km.

La atención y la rapidez de los vigías es su bien más preciado. Tienen que detectar la columna y avisar a los bomberos para evitar que el fuego se extienda. La columna se detecta rápido "porque normalmente el paisaje es limpio y a la mínima que hay alguna cosa diferente ya lo ves".

"Somos importantes hasta que llegan los bomberos y el helicóptero de mando", explica. "Hasta que no llegan los equipos de extinción, guiamos cómo va la evolución del fuego". "Si en cinco minutos no crece, ya ves que no será importante. Pero en diez minutos, un fuego, si se dan las condiciones de temperatura, viento, masa forestal... puede crecer mucho". Admite que se pasa mal hasta que no llegan los bomberos porque miran con impotencia la evolución del fuego, sin ninguna posibilidad més que guiar a los bomberos e indicarles hacia dónde va la columna de humo.

Observa Ferran Barrios_1

El tiempo pasa

El tiempo no pasa en vano. La evolución del territorio y las tecnologías han provocado algunos cambios que han reventado la burbuja tranquila donde vivían los vigías.

El vigía es el primero que ve el humo y el primero que avisa... o que avisaba... porque con los móviles y las redes sociales todo el mundo acaba siendo vigía. "Antes tenía mucho más sentido porque no había móviles". Pero el vigía es experto en saber si aquello que se alza es humo o no.

Son de los ojos y la referencia de los bomberos de quien se fían al 100%. Porque cuando llega un aviso a sala desde el 112 de un ciudadano, a menudo contrastan la información con el vigía que está en la zona y confirman falsas alarmas porque a veces es un fuego, pero otras, no. El polvo puede ser traidor. Un coche pasando rápido por una vía forestal puede provocar una polvareda que se puede llegar a confundir con una columna de humo de un incendio forestal.

Como los bomberos, la prioridad para los vigías son las personas. Por eso los últimos años, con el desarrollo de urbanizaciones en zonas boscosas, Ferran sufre más si el fuego está cerca de las casas.

Diez horas en guardia

Los vigías hacen turnos de diez horas. "Son muchas como para estar siempre atento", dice Ferran. "Reconozco que es un trabajo que no es fácil", añade, y admite: "Diez horas mirando, al final sí que ves humo donde no lo hay", y se echa a reír.

Admite que los vigías tienen unas características especiales y que se tienen que buscar cosas para hacer porque si no "diez horas solo observando sin moverte... uff". Por eso Ferran Barrios toca el acordeón. No necesita mirar ni el instrumento, ni partituras. También escucha la radio o posa música. "Leer es más delicado porque a cada línea tendría que levantar la cabeza", dice mientras repasa mentalmente todo aquello que hace mientras mira la línea entre el cielo y el bosque. "Yoga... cosas así... pero algo tienes que hacer porque si no te puedes volver medio loco", y admite que si tuviera que estar cada día solo durante 3 meses, no lo haría. "Es muy solitario, no lo haría. Y la gente nerviosa no lo puede hacer. Se volverían lelos".