Apoyado por el Parlamento, que ha dado su aprobación al estado de emergencia durante tres meses en Turquía, el presidente Recep Tayyip Erdogan ha reconocido en una entrevista en Reuters, que no que hubo "importantes deficiencias" en los servicios de inteligencia turcos para prevenir la revuelta militar, pero ha subrayado que ahora no será fácil. "Estamos más vigilantes". En el país ha sido suspendida temporalmente la Convención Europea de Derechos Humanos y en las calles de Estambul, miles de ciudadanos dan apoyo al Gobierno. Así lo asegura este manifestante: "el Gobierno hará lo que sea necesario".

El líder turco vuelve a poner al clérigo Fethullah Gülen en el punto de mira y lo responsabiliza del disturbio. Dice que el movimiento gülenista será considerado "organización terrorista con fines separatistas" el mismo término que se usa para el Partido de los Trabajadores del Kurdistán, al cual las Fuerzas Armadas combaten desde hace décadas en el sureste de Turquía. Y se ha referido a lo inmoral, inhumano y cruel del comportamiento de los militares golpistas antes de anunciar una reestructuración de las Fuerzas Armadas donde –dice– se necesita sangre nueva. Las purgas no se han acabado. Erdogan hace números: desde la intentona golpista han sido detenidas cerca de 10.500 personas, y más de un centenar son generales del ejército.