En las últimas semanas, la película de Alcarràs nos ha hecho reflexionar y empatizar con la situación que viven los que trabajan la tierra en nuestro país. El filme ha conseguido poner sobre la mesa una cuestión que, a pesar del gran impacto que puede tener en nuestro día a día, los medios tratan en contadas ocasiones: la bajada del campesinado catalán. En los últimos diez años, Catalunya ha perdido a 5.000 campesinos (de los 26.836 en los 22.233), un 17% menos. ¿Qué efectos tendrá eso para nosotros?

 

Cada vez es más difícil vivir de la tierra: precios irrisorios por los abusos de las distribuidoras, jornadas eternas y precarias y pocas facilidades. Con estas condiciones, las nuevas generaciones no quieren tomar el relevo de los campesinos actuales y la profesión va muriendo mientras agoniza. Sólo un 9% del total de trabajadores del campo tienen menos de 40 años, mientras el porcentaje de mayores de 65 es del 41%. Catalunya es uno de los países del mundo con menos tierra cultivada por habitante, y la situación cada vez empeora más. Si no valoramos de una vez nuestro campesinado, nos convertimos en un país menos autosuficiente. Eso hace que cada vez dependamos más de productos de otros países y nos hace vulnerables como consumidores, ya que, como hemos visto en los últimos meses con la guerra entre Rusia y Ucrania, nos ponemos en manos de la inestabilidad geopolítica que vive actualmente en el mundo. Además, las importaciones contribuyen a la emergencia climática y a crear un sistema de consumo insostenible.

Una situación crítica

Por un kilo de manzanas, el agricultor recibe 0,20 enfrente del 1,65 de precio en el supermercado. Y así con todo. Unió de Pagesos reclama un "precio justo" para las mercancías agrícolas y advierte a los consumidores que hay que mirar las etiquetas y hacer un consumo responsable, ya que la gran distribución y la gran agroindustria abusan de la posición de fuerza a la cadena alimenticia y son los responsables que el campo a menudo no pueda llenar costes ni ganarse la vida. Algunos supermercados imponen precios mínimos en productos como la leche, el vino, el aceite, los cítricos, la fruta seca y dulce, el arroz, la carne de ternera o el conejo, hasta tal punto que los campesinos no pueden casi cubrir los costes de producción mientras ellos obtienen grandes beneficios.

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Una de las últimas manifestaciones de Unió de Pagesos - ACN

Además, este año a a los agricultores se les añade el incremento de costes de producción a causa de la subida del gasóleo, los adobos y los productos fitosanitarios. Es por eso que desde el sindicato reclaman "un laboratorio de precios" que fije lo que hace falta pagar por cada producto y una ley que establezca que los distribuidores no pueden comprar por debajo de este importe.