Existen oficios que, con el paso del tiempo, se han acabado extinguiendo, ya sea porque se han descubierto alternativas u opciones que los han convertido en algo más eficiente o económico, o bien porque ya no existe una demanda concreta del mercado. El caso de los carpinteros de ribera y calafates correspondería al primer grupo. Con el paso del tiempo y con la incorporación al mercado de las nuevas tecnologías, se han encontrado alternativas que hacen más viables y a un menor coste —de personal, económico y de producción— construir las barcas para navegar. Pero no hay que retroceder mucho tiempo atrás cuando todavía se hacían de madera y a mano, "cuando hace 100 años estas barcas de madera y sin motor, eran la fórmula 1 del mar", recuerda Raul Mata, técnico de patrimonio marítimo del Museo de la Pesca de Palamós, donde se conserva un espacio dedicado a los antiguos carpinteros de ribera y calafates.

"Un carpintero de ribera, por definición, es aquel que sabe hacer una barca de quilla a perilla, de la parte más baja de la barca a la galleta que hay arriba de todo del palo", apunta Mata, que nos acoge en el museo donde trabaja de Palamós al lado de un laúd de madera, una embarcación típica del Mediterráneo proveniente del Museo Marítimo de Barcelona, construida en el Maresme hace 101 años. "Parece que hayan pasado muchos años, pero nuestros abuelos navegaban con embarcaciones así".

En Catalunya ya no se construyen barcas de madera a causa del elevado coste económico y de producción que supone


Catalunya vivió el boom de la construcción naval a partir del siglo de oro de la marina catalana —a partir de 1778 y durante todo el siglo XIX—, cuando los españoles dejan comerciar con América y se empiezan a construir veleros en la costa del Maresme, Blanes y a lo largo de toda la Costa Brava. "Este aumento en la producción de embarcaciones dio pie a que surgieran expertos en la construcción y estos se especializaran, dando lugar al carpintero de ribera, el herrero que construía los clavos para el barco, el que afilaba la estopa para los comentos y también con la figura del calafate, que se encargaba de dar estanquidad a la embarcación, introduciendo el hilo de estopa entre las maderas del forro para que la embarcación no se hundiera", apunta Mata, detallando así cómo este era un puzzle gigantesco donde cada pieza tenía que encajar a la perfección.

¿Cómo se construían las antiguas barcas de madera?

Encontrar el punto exacto entre la consistencia, la flexibilidad y la solidez que requiere una embarcación para flotar y navegar en alta mar, no es una tarea nada fácil, y menos antes, cuando los carpinteros de ribera y los calafates no sabían leer, escribir o interpretar mapas. "Para aprender a construir estas embarcaciones, había que tener una serie de conocimientos que se transmitían de generación en generación", relata el experto, que detalla cómo era necesario encontrar la combinación de las maderas duras para hacer la estructura —de olivo, roble o encina— con las maderas blandas para el forro —de pino negro—. "Si construyéramos una barca solo con maderas duras, a la que estuviera en el mar se rompería, y si todas fueran flexibles como el pino, se deformarían", por eso la importancia de esta combinación de maderas duras con maderas blandas, que hace que la embarcación navegue a la perfección.

Azuela de mi y larga

Encima una azuela de mano, debajo, una azuela larga / Foto: Museo de la Pesca de Palamós

Pero la herramienta básica de un buen carpintero de ribera o maestro de azuela, como el propio nombre indica, es la azuela, una hacha de corte horizontal que servía para dar la forma curvada a la madera. "El maestro de azuela hacía las embarcaciones con las plantillas que se heredaban de padres a hijos", explica Mata, que apunta óomo esta era la gracia del oficio. De hecho, a menudo, durante el proceso de construcción, al hacer las partes más complejas, los maestros echaban a los aprendices para que así no lo aprendieran y así se quedaban con el secreto de cómo construirlas, confiesa al experto en patrimonio marítimo.

De tres a cinco años para hacer una barca de madera

La lenta producción y el elevado coste económico que supone hacer barcas de madera, llevó al oficio de maestro de azuela y calafate a su desaparición. Además, hay que sumarle la incorporación al mercado de los moldes de PVC (plástico), que comporta una producción mucho más elevada a un precio mucho más reducido. "Las barcas de plástico o de hierro son cuerpos mucho más duros y compactos, de aquí que no naveguen tan bien como las de madera, que cogen mucho mejor el mar por la combinación de las dos maderas que le aportan resistencia y flexibilidad a la vez," dice Mata. Además, para hacer barcas de madera hacía falta de un proceso que podía requerir de mucho tiempo, concretamente de hasta cinco años para secar las maderas duras —3 en el caso de las blandas—. "¡Imagínate ir a cortar maderas para hacer una barca para dentro de cinco años"!, exclama el experto, que concluye que con los moldes actuales la producción se ha agilizado mucho más y el coste del mercado es menor.

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Unos carpinteros de ribera trabajando en el varadero de Sant Feliu de Guíxols / Foto: Archivo Municipal de Sant Feliu de Guíxols

El oficio tiende a desaparecer a medida que se renueva la flota pesquera

Hoy día, ya no queda nadie que se dedique a hacer barcas de madera de forma artesanal, solo quedan algunos calafates que hacen reparaciones de forma puntual o se encargan del mantenimiento de algunas de estas barcas que todavía navegan. Un oficio que ha desaparecido, pero que aún se puede ver su legado en muchos puertos si nos fijamos en las antiguas embarcaciones hechas de forma artesanal con madera.