De camino
Es lunes y son las 9 de la mañana. Marc, el cámara, me espera a la estación de Sant Joan, en Sant Cugat, donde aparco la moto y empezamos el camino hacia La Conca de Barberà para pasar un día en El Fonoll, el único pueblo naturista y nudista de Catalunya. Tenía el tema medio pactado desde principios de año con Emili -el propietario de los terrenos donde se encuentra El Fonoll-, pero por razones climatológicas no me había atrevido a ir antes. No es lo mismo desnudarse en pleno julio que hacerlo en invierno.
De camino a tierras tarraconenses, donde nos dejamos 19,1€ de ida y vuelta por la AP-7 (¡qué vergüenza!), le explico a Marc la idea sobre cómo hacer la entradilla, algunas de las entrevistas y el cierre del reportaje. Marc ha salido de casa sin desayunar y los dos somos unos despreocupados que no llevamos nada para picar. Hacemos parada en el Sarral, donde tomamos un par de cafés con leche y unos bocadillos. Aprovecho para avisar a Emili de que estamos a punto de llegar. Subimos al coche y encaramos los últimos kilómetros por una carretera secundaria entre campos, montañas y molinos eólicos, aprovechando para responder los últimos mensajes y para apagar los últimos incendios laborales antes de quedarnos sin cobertura.
La llegada
Vemos el pueblo de lejos al fondo de la Vall del Corb, e iniciamos la bajada de unos últimos 2 km por una carretera a medio asfaltar que nos lleva hasta El Fonoll, una línea de casas de piedra que vamos repasando entre árboles y arbustos. El tramo final es complicado, hay unos baches que Marc esquiva con la misma agilidad que utiliza la cámara, evitando dejar medio guardabarros en la entrada del pueblo, que nos acoge con un cartel donde se indica que estamos entrando en un pueblo naturista. Aquí hay que respetar sus normas: prohibido fumar en la calle, prohibido hacer fotografías, prohibida la caza y prohibido llevar ropa. Las cumpliremos todas menos una, la de capturar imágenes.
Salimos del coche y no vemos a nadie, solo se oyen los grillos. Hemos aparcado en la plaza Oriol Àvila -uno de los fundadores del Club Català de Naturisme- y vemos cómo cada casa tiene un cartel con un nombre diferente: felicidad, armonía, paz, libertad... Mientras me desnudo, Marc me dice que se dejará los pantalones puestos. Pienso que es una muestra de cómo a la práctica, todavía existe cierto tabú o recelo a desnudarnos y poder mostrar libremente, la desnudez y el cuerpo humano al resto sin complejos. De hecho, me ha sorprendido cómo todavía algunos compañeros de trabajo -puntuales-, han ironizado sobre este reportaje durante todo su proceso, cuando es un tema que se merece el mismo respeto y la misma importancia que el resto.
Parece que en el pueblo hay poca actividad y, de hecho, esta será la tónica general, ya que El Fonoll está cerrado para todos aquellos visitantes que acostumbran a pasar la temporada estival debido a la pandemia del coronavirus. Durante el año, solo viven allí 27 habitantes y, en verano, la población se multiplica hasta llegar a unos 150-200 naturistas que vienen a pasar los meses más calurosos del año.
El pueblo
El Fonoll -que pertenece al municipio de Passanant i Belltall- es un pueblo centenario con dos calles y tres plazas que conforman la propiedad que Emili compró y que lleva restaurando desde hace casi una treintena de años. Tocamos la campana de la casa donde en su exterior hay un cartel que pone "recepción": ¿Será donde viven Emili y Núria, su esposa? "!Que tranquilos que estáis aquí, buenos días!", les digo. "Hoy es el lunes y la gente está en el mercado en Tàrrega, ¡bienvenidos!", exclama el promotor del lugar.
Emili es un barcelonés de Sants que tenía una empresa dedicada a la electrónica. "El pueblo estaba hecho un desastre, una ruina, compré los terrenos en 1995, sin haberlo visto antes y, al llegar, me llevé una buena sorpresa". De hecho, los dos primeros años el promotor vivía en una caravana hasta que no reconstruyó la casa donde ahora nos acoge. ¿Y este cambio de vida? "Para mí era una aventura, un proyecto estimulante resucitar un pueblo abandonado en un espacio idílico para el naturismo, porque aquí no venía nadie".
Emili viste únicamente una camiseta para no quemarse con el sol y que se quitará más adelante, yo me he puesto crema solar al llegar. Paseamos por el pueblo por la calle de la parte de atrás. No os negaré que se me hace un poco extraño ir desnudo hablando con Emili, pero no por él, que también va sin ropa, sino por en Marc, que no está habituado a verme sin ropa. Haciendo camino, Emili nos dice que nos lleva al merendero, uno de los lugares donde cada verano acoge a decenas de personas que practican el naturismo y se juntan en "uno de los puntos de felicidad del pueblo que disfruta más la gente". Comparten calçotades, las paellas vegetarianas de los domingos y "de aquí han salido muchas parejas", explica nostálgico recordando todos estos momentos.
Vivir con armonía con la natura
"El nudismo es una forma de estar y el naturismo, una forma de ser," explica el promotor del pueblo, que define el naturismo como el hecho de vivir en harmonía con la naturaleza, intentando integrarse al máximo. El mismo Emili reconoce que el nudismo es la parte que más llama la atención del naturismo, que lo califica como un estilo de vida. Y en invierno, ¿también vais desnudos? "Somos nudistas, no gilipollas", dice sonriendo.
Otro de los espacios más deseados por todos los naturistas que disfrutan de El Fonoll en verano, es la piscina que hay a cinco minutos del pueblo andando y que Emili nos quiere enseñar. Nos levantamos del merendero, y deshaciendo el camino de subida que habíamos hecho antes, el propietario nos indica los diferentes espacios que se encuentran en el pueblo. "Tenemos un albergue donde caben una treintena de personas, unos apartamentos que alquilamos, una biblioteca, servicio de correos, una tiendecita que lleva Núria donde vendemos lo esencial, espacios para jugar los más menudos, una zona para hacer deporte, un comedor común, un espacio de cine para ver películas, incluso tenemos una editorial donde hay todo tipo de libros relacionados con el naturismo", explica Emili, mientras con el bastón que le ayuda a andar va separando las hierbas que nos encontramos por el camino.
"Nunca había hecho una excursión por el medio del bosque desnudo", le digo sonriendo, "¿verdad que es cómodo"?, responde al frente, mientras Marc va grabando. Llegamos a la piscina y a pesar de estar a medio llenar y con el agua sucia, el lugar es realmente espectacular. Se encuentra situada en medio de los árboles y matorrales, con unas vistas excelentes de la línea de casas que conforma El Fonoll. Un paisaje idílico que invita a un momento de tranquilidad y pausa imposible de encontrar en la ciudad. Mientras hablamos, Emili se gira preocupado y veo que con el bastón ayuda a una mariposa que se ha caído al agua. Con este gesto, me doy cuenta cómo de importante es para él -y cómo lo tendría que ser para todos- la vida de otros organismos y de especies con quien convivimos. La deja al lado de mi pie y me indica que vaya con cuidado, "¡no la pises ahora sin querer!".
En un ambiente nudista hay mucho más respeto que en un ambiente textil
Sentados al lado de la piscina, aprovecho para preguntarle sobre los prejuicios que comporta la práctica del naturismo y, en consecuencia, del nudismo con la asociación que a menudo algunos, de forma errónea, cometen al relacionar esta práctica con el sexo libre y múltiple. "Este es el problema que tiene el que no es naturista, que solo se desnuda para ducharse o para follar, y que se piensa que si no nos duchamos, estamos follando. Aquí hay un ambiente muy saludable, no te digo que no haya sexo, como en todas partes, pero es un ambiente mucho menos erótico que un ambiente textil. Es mucho más erótico ir con un tanga ajustado que ir desnudo directamente", relata Emili, que concluye diciendo como todo eso son "asuntos culturales que nos han puesto en la cabeza y que costarán de sacar".
¡Sal del rebaño!
El público que tienen es gente muy atractiva, cuenta Emili, desde catedráticos universitarios, hasta solitarios o solitarias, pasando por parejas o grupos familiares. "Quien viene al Fonoll es gente salida del rebaño. Personas con sus singularidades, que son mucho más interesantes que la mayoría que siguen en el rebaño".
Volviendo hacia el pueblo, Emili nos quiere enseñar los huertos que tiene cada habitante y los animales que pacen por los terrenos: gallinas, cabras, ocas, burros... Y moscas, muchas moscas que nos empiezan a tocar la... moral.
Un monumento único en Catalunya
A medio camino, Emili se detiene. "¿Veis esta iglesia? [Señala una edificación que se encuentra en uno de los extremos del pueblo con el bastón]. Aunque la mayoría del pueblo somos ateos, tenemos la iglesia de Sant Blai del siglo XII, que se amplió en el siglo XIII. Si os fijáis, aquella ventana del ábside con una cruz, es una pieza única en el románico de Catalunya".
Emili nos explica cómo, a pesar de la propiedad del terreno es privada, él considera que la iglesia y el cementerio son bienes comunales y públicos. "No los entiendo como míos, por eso tampoco comprendo que sean de ninguna secta religiosa".
¿Está bien visto un pueblo naturista que practica el nudismo?
Emili nos habla de la administración y de cómo el ayuntamiento al que pertenece, el de Passanant i Belltall, le han puesto todo tipo de trabas a lo largo de todo el proceso de restauración del pueblo hasta día de hoy. "A mí me han condenado a 8 meses de prisión por hacer el pueblo por desobediencia a la autoridad". ¿Te lo querían prohibir? "Querían parar las obras, y yo ya tenía todos los papeles y el proyecto a punto. Pagamos al doble del IBI que el resto de pueblos de la zona sin recibir ningún servicio".
En El Fonoll no tienen alumbrado público, ni red de saneamiento de agua pública potable, ni servicio de basura. Cada vecino se tiene que espabilar por su cuenta, y gracias a algunas placas solares, obtienen la energía eléctrica para sus hogares. Emili expone que como en todas partes, hay gente que los apoya y los ama y otros que los desprecian. "Hay mucho carca en el poder, y nos encontramos en la Catalunya profunda".
"Hay mucho carca en el poder"
Subiendo por la calle principal, la calle de la Font, le pregunto a Emili si en un futuro se ve volviendo a Barcelona. Su respuesta es un no rotundo: "Aquí tengo un cementerio donde enterré a mis padres y la idea es morir y quedarme aquí". Tanto él como Núria, están encantados de vivir siguiendo este estilo de vida, y en estos momentos, lamentan como por culpa del coronavirus, diariamente tienen que decir que no a muchos clientes que son como de la familia y que quieren venir al pueblo que por culpa de la pandemia tienen cerrado.
Los vecinos de El Fonoll
Se ha hecho tarde. Es hora de comer y dejamos a Emili y a Núria tranquilos comiendo en la casa de la Pau. Con Marc queremos aprovechar para ir a hablar y conocer a algunos de los vecinos que viven de forma permanente al pueblo, ahora que vemos más coches aparcados en la entrada, hecho que nos indica que ya habrán vuelto del mercado. "Hola, cómo estáis, ¿os podemos hacer alguna pregunta?".
Nos hemos topado con Carles, un vecino que lleva desde el mes de abril de este año viviendo en El Fonoll. "No lo cambiaría por nada, vine a vivir aquí por el entorno y, sobre todo, por el hecho de ir sin ropa", relata Carles, que antes vivía con los padres pero hacía tiempo que se quería instalar en el pueblo. En la Plaça Major viven Paquita y Agustí, que les despertamos de la siesta. Viven en la casa Natura, son de Sant Feliu de Guíxols y cambiaron el mar por la montaña. Nos explican que aquí viven encantados, y recuerdan sonriendo las comidas compartidas que hacen con todos a los vecinos cada fin de semana.
"Conocí El Fonoll a través de un amigo que me dijo que eso era lo que necesitaba", explica Elena, otra vecina que nos encontramos regando las plantas de su terraza, en la casa Sensualitat. "Al llegar aquí hace un año y medio, fui perdiendo todos los dolores que tenía", y recuerda como a su hija, no le hacía ninguna gracia que su madre se mudara aquí. Cuando explicaba que venía a vivir aquí, ¡la gente me decía que había una secta! Es la imagen que algunos tienen, pero hasta que no se prueba, no se entiende", dice la vecina, que recuerda como al principio le costaba mucho desnudarse porque "soy rumana y vengo de una mentalidad más cerrada".
Las últimas horas
Tenemos hambre. Marc y servidor no hemos comido nada desde media mañana y se ha hecho tarde. Volvemos a la casa de la Pau, donde Emili y Núria ya han comido. Nos despedimos de ellos y nos invitan a volver otro día a una de las paellas de Emili. Le prometemos que así será.
Vamos hacia el coche y recupero la ropa. Me había acostumbrado rápido al hecho de ir desnudo -a pesar de las incomodidades de las moscas que en muchos momentos he sufrido-, supongo que por el hecho de que para mí, nunca ha sido un tabú ni nada de lo que me tenga que avergonzar. Nos marchamos y después de hacer algunos kilómetros recuperamos la cobertura con los mensajes que eso comporta. Es tarde, hora de merienda, pero paramos en un bar a la salida de Solivella donde devoramos un par de bocadillos, lo único que nos sirven a aquellas horas.
Volvemos a coger el coche y comentamos la jugada. Ha sido bonito conocer el pueblo de El Fonoll, a Emili, Núria y su gente. Una experiencia enriquecedora que nos ha permitido saber de un nuevo lugar que tenemos en Catalunya, donde sus vecinos y vecinas muestran un respeto y una conciencia por el medio que muchos tendrían que adoptar. Al aterrizar de nuevo en Barcelona y circular por las calles esquivando a la gente, entiendo el motivo por el cual Emili y Núria decidieron apostar por este cambio de vida. Un cambio que solo adoptan algunos, atrevidos y dispuestos a salir del rebaño.