La Casa de Cádiz llevaba más de una década cerrada cuando se instalaron los primeros okupas. Uno de los promotores de este pionero albergue autogestionado por sintecho fue Lagarder Danciu. El activista de origen rumano es la cara visible de una iniciativa que actualmente acoge a una treintena de indigentes sin recursos. Los nuevos ocupantes de la sede de la ciudad andaluza en Barcelona no fueron bienvenidos. El proyecto recibió toda una avalancha de críticas de los residentes de los inmuebles contiguos. Uno de los pocos vecinos que dieron apoyo a los sintecho fue Enrique Pons, el histórico dibujante del editorial Bruguera.

"Son personas decentes y de bien", asegura Pons, quien reconoce que es fácil dejarse llevar por los prejuicios. Los bajos donde ha vivido el dibujante durante más de 50 años están situados puerta con puerta con el edificio ocupado. Desde la llegada de los sintecho, la Casa de Cádiz vuelve a rebosar de vida. La pequeña muestra de apoyo del vecino y tarotista de 85 años caló entre los indigentes, que -al enterarse de la delicada situación del dibujante- decidieron implicarse con el fin de evitar un más que posible desahucio.

Los sintecho le han abierto las puertas del albergue, ofreciéndole la comida que se cocina diariamente por todos los inquilinos de la sede de la ciudad andaluza. Además, le han instalado una nueva estufa que recibieron como donativo para suplir la calefacción que tenía estropeada desde hace meses. "Lo poco que tiene lo comparte. Nos apoyamos mutuamente", explica Lagarder. El dibujante ha encontrado en los okupas un apoyo para su causa y un remedio contra una soledad que ya tenía "asumida", cuando la demanda de tarotistas se desplomaba con los años de la crisis y él todavía se encontraba convaleciente después de una operación de próstata.

La actividad frenética de estos últimos días ha sido como una bocanada de aire fresco en la rutina de Pons. Después de que Lagarder explicara en las últimas semanas a través de Twitter la historia de Pons con el fin de visibilizar su caso, el dibujante ha recibido la visita de periodistas, curiosos y vecinos que se han acercado para conocer de primera mano la historia y comprar su último libro.

El hombre del traje pistacho se puede comprar en la misma casa okupada y ya son diversas las personas que se han acercado para adquirir un ejemplar firmado y así contribuir a la causa.