Los metales forman parte de nuestra vida cotidiana más de lo que imaginamos. Están en objetos personales como joyas, gafas, relojes, hebillas, en cosméticos de acabado metálico, y también en otras herramientas profesionales. Si bien su presencia suele pasar desapercibida, para algunas personas —adultos y niños por igual— estos elementos pueden convertirse en un verdadero problema dermatológico.

La dermatitis de contacto alérgica a metales es una inflamación cutánea que se desencadena por una reacción del sistema inmunológico frente a los mismos. Aunque a menudo se asocia con adultos, también se presenta en la infancia, donde puede afectar la calidad de vida de forma significativa.
Una reacción que no siempre se ve venir
A diferencia de las alergias inmediatas, la dermatitis de contacto alérgica no aparece en el momento del contacto. Según explica el Dr. Joan Penella, alergólogo del Hospital El Pilar de Barcelona (Grupo Quirónsalud),
Los primeros síntomas pueden tardar entre 12 y 48 horas en manifestarse, e incluso varios días si la sensibilidad es leve o la exposición es intermitente.
La piel reacciona ante metales como el níquel, cromo, cobalto o titanio, entre otros, generando enrojecimiento, picor intenso y, en casos más severos, ampollas que supuran y dejan la piel sensible y descamada. Esta inflamación no solo causa molestias físicas, sino que también puede interferir en la vida diaria, tanto en adultos como en niños en edad escolar.

El caso pediátrico
En el caso pediátrico, esta afección suele estar infradiagnosticada, pese a que cada vez aparecen más casos de niños con reacciones en zonas expuestas a accesorios metálicos (pendientes, cremalleras, relojes, etc.).
El Dr. Goran Ristic, jefe de Pediatría del Hospital El Pilar, advierte: “los signos iniciales en los más pequeños pueden pasar desapercibidos o confundirse con irritaciones por roce o calor. Es clave revisar toda la superficie de la piel y prestar atención a zonas como lóbulos de las orejas, muñecas, abdomen (hebillas) o espalda (tiras metálicas de mochilas)”.

Pruebas clave para un buen diagnóstico
El diagnóstico preciso es esencial para tratar adecuadamente esta alergia. Se realiza mediante pruebas epicutáneas, un procedimiento en el que se colocan parches con pequeñas dosis de distintos metales, mezclados en una base de vaselina, en la parte superior de la espalda del paciente.
Estas pruebas son seguras tanto en adultos como en niños, aunque requieren ciertos cuidados: no mojar la zona, evitar sudoración excesiva y no retirar los parches durante las primeras 48 horas.
Tratamiento y estrategias de prevención
Una vez confirmado el diagnóstico, el tratamiento más eficaz es identificar que objetos de uso cotidiano pueden tener contacto directo en las zonas donde se presenta la dermatitis y revisar si pueden contener en su composición ese metal, para evitar, si es así, su contacto cutáneo directo.
En cuanto al manejo de los síntomas, ambos especialistas coinciden en una estrategia integral:
- Cremas con corticosteroides para reducir la inflamación en brotes activos.
- Antihistamínicos orales para aliviar el picor en casos más intensos.
- Hidratación constante de la piel para reforzar su barrera natural.
- Educación familiar y escolar, en el caso de los niños, para identificar materiales hipoalergénicos y fomentar el reemplazo de objetos problemáticos.
“En niños, además de tratar, hay que educar: enseñarles a no rascarse, a identificar el malestar temprano y a evitar aquellos elementos que les hacen daño”, subraya el Dr. Ristic.
Un abordaje interdisciplinario
La dermatitis de contacto por metales es una afección con múltiples aristas, que requiere de la colaboración entre alergólogos, dermatólogos y pediatras.

Escuchar a la piel es escuchar al sistema inmune: cuando reacciona, nos está advirtiendo.
Tanto en adultos como en niños, identificar el problema y tomar medidas a tiempo puede evitar complicaciones y mejorar la calidad de vida. A veces, lo que parece un simple accesorio —un botón metálico, una hebilla brillante— puede ser el origen de un problema cutáneo, silencioso, pero persistente.