La revista The New Yorker, la publicación cultural más influyente del mundo, ha publicado un artículo donde disecciona por qué en España existe una tolerancia tan grande con el franquismo, aunque han pasado años desde la muerte del dictador Franco en 1975. Afirma que no es sólo que se pronuncien continuamente frases negacionistas de la dictadura, sino que estas tienen una escasa contestación social, y lo atribuye directamente a la transición del 78. El artículo es del escritor Jon Lee Anderson.

"El revisionismo mentiroso se ha vuelto más habitual entre los políticos de Occidente en los últimos años. Pero lo más sorprendente de las declaraciones en este sentido de dirigentes españoles -que equivaldrían a la negación del Holocausto- es que pasen en gran manera sin que proteste la opinión pública. Se podría decir que 46 años después de la muerte de Franco, el ultranacionalismo y la extrema derecha vuelven a ocupar un sitio próximo al mainstream, pero en realidad nunca han estado lejos de él. La transición posfranquista a la democracia llegó con un "pacto del olvido", que quedó apuntalado con una ley de amnistía aprobada por los principales partidos el 1977, en la que pactaron no revisar el pasado y todavía mucho menos procesar a los criminales de guerra franquistas", afirma.

The New Yorker

"Por qué España ha negado tanto tiempo el franquismo y sigue dando apoyo a Colón", titula The New Yorker

The New Yorker niega que eso cambiara con la integración de España en la UE. "La adhesión al Mercado Común y la construcción de una economía más moderna llevaron a los españoles la prosperidad de la clase media, pero cuestiones como donde paraban los 114.000 desaparecidos, víctimas de la represión franquista que fueron asesinados y enterrados en fosas sin nombre, quedaron sin resolver", añade.

Según la revista, los gobiernos del PSOE y del PP hasta ahora han hecho un esfuerzo "irregular" a la hora de dar marcha atrás a esta situación, y recuerda que no ha sido hasta febrero del 2021 que se ha retirado la última estatua de Franco, en Melilla. Valora positivamente la retirada de los restos de Franco del Valle de los Caídos y el anuncio de una nueva ley de la Memoria Histórica, pero se mantiene en la expectativa.

The New Yorker relaciona esta pasividad con el franquismo en España, con la prevención que existe en el país para cuestionar la conquista de América a partir del descubrimiento de Colón. A su entender, es porque el nacionalismo español lo relaciona con la época dorada de su imperio colonial. Explica el caso de un abogado que aseguró al autor del artículo que el descubrimiento no fue "una conquista sino una liberación".

Conquista de América

 

"La reacción del abogado revela un orgullo nacionalista profundo y perdurable de la época en que España era una potencia mundial: antes de que Estados Unidos arrancara de cuajo los últimos vestigios de su imperio, después de la humillante derrota en la guerra hispanoamericana de 1898; antes de perder las colonias latinoamericanas en las revueltas de liberación nacional del siglo XIX; y antes de que su Armada fuera aplastada por los británicos en 1588", detalla. Según el artículo, por eso la derecha española responde a los ataques a Colón o a la colonización como "si estuviera en juego la identidad nacional". Y recuerda que ni Felipe VI ni el presidente español, Pedro Sánchez, han querido pedir perdón por la conquista, como les había propuesto el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. Sí que lo hizo, en cambio, el papa Francisco.

En la fotografía principal, los socialistas Felipe González, Alfonso Guerra y Juan Carlos I / GTRES