En el universo ovalado de la sala de plenos del Supremo donde se juzga el procés, todo está pautado. La liturgia judicial se repite día tras día y cualquier cambio resuena en todo el espacio. Y este lunes ha habido un cambio sustancial para los presos. Se les ha cerrado el acceso al público. Se dice rápido, pero la traducción práctica, para personas privadas de libertad, es contundente.

Fuera de la sala ya resulta imposible acceder a los presos. Los pasillos se blindan cuando tienen que acceder, se cierran las ventanas de los espacios por los que circulan y se tapan con mamparas las puertas. No se les puede ver recorriendo el edificio, no puede haber nadie, aparte de las fuerzas policiales y funcionarios, cuando se desplazan para acceder a la sala o abandonarla.

Pero una vez dentro, la situación cambia. Los presos acceden antes que el público y cuando este entra en la sala están en sus sitios. Hasta ahora, además, también eran los primeros en salir. Para bajar del entarimado donde están junto con el tribunal y las partes, y llegar a la puerta tenían que pasar de manera inevitable al lado del público y aprovechaban este momento para acercarse. Saludaban a las caras conocidas que se acercaban a la primera fila, a los familiares, a las autoridades... o, sencillamente, recibían el calor de personas que se habían desplazado desde Catalunya para estar en la sala y apoyarles. Durante estos minutos, que intentaban dilatar tanto como podían, a cada sesión se repetía el intercambio de comentarios, saludos y abrazos. Alguna lágrima, pero también muchos toques de humor e ironía.

Esta imagen se repetía a cada receso y cada vez que se levantaba la sesión. Ya se había convertido en parte de la rutina. Las personas que no tenían interés en hablar con ellos sencillamente se quedaban en el fondo de la sala esperando que salieran, aunque también había habido alguna protesta.

Pero hoy ha cambiado. "Nuevo criterio", se les ha comunicado. Ahora es el público quien abandona primero la sala mientras los presos tienen que esperar desde el entarimado. El acceso a los presos se ha hecho imposible. Ahora sólo podrán ser los familiares y autoridades quienes tengan oportunidad de acceder unos minutos a la sala donde esperan entre sesión y sesión.

La diputada de JxCat Anna Tarrés, que ha tenido que estrenar esta nueva dinámica, no se ha resignado fácilmente y ha optado por levantar la voz para hacerse oír por los presos, mientras los servicios de la sala la conminaban a salir. "Força nois!", se ha despedido.

Fuentes del Supremo han argumentado que se trata de una decisión policial en que el tribunal no ha intervenido para nada. Según estas fuentes, la semana pasada una persona del público increpó e insultó a un acusado por lo cual, aseguran, de esta manera "se les protege".