La vicepresidenta del Gobierno español, Soraya Sáenz de Santamaría, está dando oxígeno, con la Operación Diálogo, a las numerosas iniciativas que han salido los últimos años relacionadas con la conocida como Tercera Vía. La caída o incluso desaparición de los dos principales exponentes de la política catalana, CiU y el PSC, ha propiciado en los últimos años múltiples intentos de resucitar el espíritu que caracterizó el país hasta no hace tantas legislaturas: el espacio político del peix al cove se resiste, pues, a desaparecer, y Soraya quiere poner de su parte en un último intento de reconducir las relaciones entre el Estado y la política catalana.

Este viernes 25 de noviembre hacía justo cuatro años de las primeras elecciones que anticiparon este cambio de ciclo. A pesar de mantenerse claramente al frente, CiU pasaba de 62 a 50 diputados, mientras que el PSC bajaba por primera vez de la segunda posición y se tenía que conformar con 20 diputados, uno menos que Esquerra.

Con estos resultados, los movimientos para resituarse no se hicieron esperar. Convergència optó claramente por el soberanismo, mientras que Unió y el PSC siguieron luchando –con matices– por defender públicamente un posicionamiento que intentaba marcar distancias con el 'sí' rotundo convergente y el 'no' beligerante de PP y Ciudadanos.

Los equilibrios sirvieron para intentar marcar perfil propio durante la breve legislatura, pero las dos formaciones llegaron a los comicios del 27 de septiembre del 2015 con un esquema difícil de gestionar: el PSC había perdido la visibilidad de encabezar la oposición catalana y se veía obligado a enfrentarse a unas elecciones marcadas por el eje nacional, mientras que Unió se veía obligada, por primera vez, a presentarse en solitario y rota a unas elecciones después de haber acabado con la histórica coalición que les había mantenido en el gobierno durante los 23 años de la etapa a Pujol y los cinco de Mas.

Las elecciones del 27 de septiembre del 2015 fueron el detonante final: Unió se quedaba fuera del Parlament, el PSC seguía bajando y se quedaba con solo 16 de los 135 diputados, y la principal fuerza parlamentaria con diferencia, Junts pel Sí, se situaba en un independentismo sin matices.

Construïm

Los democristianos habían llegado a las elecciones más fragmentados que nunca: la posición aprobada en la ajustadísima consulta interna celebrada pocos meses antes había abierto la caja de Pandora. El partido dejó el gobierno de la Generalitat y un buen número de militantes optaron por salir de la formación o incluso por unirse y crear una nueva fuerza independentista, Demòcrates de Catalunya.

También Duran hizo algunos movimientos, como la constitución de la plataforma Construïm, que ya antes de las elecciones se interpretó como un intento de preservar el espacio político de Unió alejándose del soberanismo. La plataforma hizo aguas sólo de empezar, y pocas semanas después salieron a la luz discrepancias entre los firmantes del manifiesto inicial por el uso que se había hecho contra el gobierno –entonces ya con Convergència en solitario– de Artur Mas.

El movimiento se presentaba como una herramienta "para recoger el mejor legado del catalanismo político", y algunos todavía ahora no descartan que pueda ser el as en la manga de los democristianos para enterrar definitivamente Unión y afrontar un nuevo escenario sin la carga de las deudas acumuladas.

Hace menos de un mes, el secretario general de Unió, Ramon Espadaler, contó públicamente que desde la formación apuestan "de una manera unánime y asumiendo la realidad actual de Unión" para crear "si hace falta" una nueva formación política, con vistas a las próximas elecciones en el Parlament y las municipales.

En cualquier caso, muchos de los asistentes a la presentación del proyecto aquel noviembre del 2014 han emprendido vías divergentes. Francesc Gambús ha dejado la militancia de Unión, Joana Ortega se acerca a la órbita del Partit Demòcrata y el mismo Duran i Lleida ya no ocupa ningún cargo orgánico al partido que dirigió durante décadas.

Lliures

También de la órbita de la extinta Convergència i Unió, a finales de octubre se presentó al Auditorio Axa de Barcelona la plataforma Lliures, encabezada por los exdiputados de CiU Antoni Fernàndez Teixidó y Roger Montañola. Durante el acto cargaron contra el Govern, la "izquierdización" de la política catalana y el proceso independentista "infinito", y mostraron la voluntad de convertirse en partido político si consiguen los apoyos suficientes. El nuevo actor político se reivindicó como un movimiento "humanista y lliberal" abanderado de las libertades personales, el libre comercio, la economía de mercado y la meritocracia.

Al contrario de lo que se podría pensar, la plataforma no contó con el visto bueno de Unió Democràtica, y de hecho ninguno de sus dirigentes se dejó ver entre los 700 asistentes al acto de presentación. Al día siguiente, Roger Muntañola se daba de baja de la militancia al histórico partido del que había sido presidente de las juventudes y portavoz en el Parlament.

Durante los meses de gestación en la esfera privada, el movimiento contó con el apoyo del exdiputado convergente y pareja de Inés Arrimadas, Xavier Cima, que finalmente declinó dar la cara por la iniciativa recordando que se había retirado de la política.

Portes Obertes

También algunos socialistas han optado por articular nuevos movimientos políticos encarados a construir una alternativa al independentismo. Todo al contrario de los escindidos socialistas soberanistas, que han acabado mayoritariamente a la órbita de ERC, el ex primer secretario Pere Navarro presentó hace dos semanas una plataforma, Portes Obertes, que pretende "reclamar el diálogo frente del proyecto independentista y la vía unilateral". Entre los impulsores del movimiento hay miembros del PSC como el mismo Navarro y el exalcalde de Barcelona, Jordi Hereum y de Unió, como Jordi Casas. El manifiesto fundacional expresa el "compromiso con la recuperación de un catalanismo plural, abierto e integrador" que se aleje de las visiones "reduccionistas" de Catalunya y de España, la "unilateralidad" y los "enfrentamientos interesados". En este caso, Navarro reiteró que la voluntad no es acabar constituyéndose como partido político.

El acto contó con la presencia del primer secretario del PSC, Miquel Iceta; el secretario general de Unió, Ramon Espadaler, y el expresidente del comité de gobierno del partido, Josep Antoni Duran y Lleida. La proximidad de Unió con el PSC ya se había insinuado, de hecho, en momentos como los últimos meses de vida de CiU, cuando se especuló con la posibilidad de que Duran e Iceta estuvieran negociando un pacto para los presupuestos que habría implicado alejar la acción del gobierno de la vía soberanista.

Transversalidad desde el extraparlamentarismo

Todavía desde el espacio extraparlamentario, la semana después del 9-N también se presentó la asociación La Tercera Vía: Diálogo y Acuerdo, con un manifiesto que apostaba por "un camino alternativo a la dicotomía: independencia de Catalunya-unitat de España". La asociación abogaba por conseguir un acuerdo que renovara "profundamente el compromiso democrático del conjunto de España con Catalunya y de Catalunya con el resto de España". En el manifiesto, firmado por una setentena de personas del ámbito de la política o del periodismo, entre otros, se alertaba de que "la tensión y la falta de diálogo" ponen en riesgo "las bases del catalanismo plural e integrador, moderado, pactista, conciliador y dialogante". Entre los firmantes también había Jordi Hereu, el exjefe de prensa de José Montilla, Toni Bolaño, y el economista Gonzalo Bernardos.

En una línea parecida, el año 2012 se creó Federalistes d'Esquerres, que tiene entre los objetivos fundacionales una reforma de la Constitución que permita desarrollar un sistema federal para España. El anterior presidente, Manel Cruz, dio el salto a la política con el PSC como número dos de Meritxell Batet en las últimas elecciones españolas. Uno de los actos de la organización que consiguió más eco fue un debate con Miquel Iceta y Albert Rivera como protagonistas.

En cualquier caso, las iniciativas surgidas hasta ahora han resultado ser poco más que efímeras, a la espera de lo que pueda acabar pasando en unas hipotéticas elecciones catalanas que, en caso de cumplirse la hoja de ruta, tendrían que ser antes de pocos meses.

A pesar de la proximidad entre los actores que conforman las iniciativas, la realidad es que las plataformas no se han planteado convergir a pesar de reivindicar, todas ellas, la transversalidad del catalanismo y de la conocida como Tercera Vía.

Se tendrá que ver, pues, si la oferta de diálogo del Gobierno central se acaba materializando y se convierte en la pieza clave para que la Tercera Vía se ensanche y coja el impulso que hasta ahora no ha conseguido.