Por mucho que tengan diferencias, en los momentos en los que la esencia del Estado es más cuestionada, los partidos de Estado son un frente unitario. Ahora, después de la dura sentencia del Tribunal Supremo contra los presos políticos, toca cerrar filas con Manuel Marchena. La sintonía entre Pedro Sánchez, Pablo Casado y Albert Rivera se ha evidenciado durante las últimas horas. Sólo ha quedado fuera de Pablo Iglesias, pero tampoco le han considerado nunca uno de los suyos. Como dos años atrás, cuando el PP, el PSOE y Ciudadanos aprobaban el 155, Unidos Podemos lo llevaba al Tribunal Constitucional. La moción de censura dio a entender otra cosa, pero, a la hora de la verdad, el triunvirato ha resucitado.

Hay un primer punto en común. Tan solo hacerse pública la sentencia, este lunes al mediodía, Pedro Sánchez ya mostraba sus cartas. Desde la sala de prensa de la Moncloa, a las puertas de una campaña electoral que estará marcada una vez más por Catalunya, el presidente español en funciones dejaba claro que "el acatamiento significa el cumplimiento íntegro" de la condena. Durante las últimas horas sus ministros se han encargado de subrayar que no habrá indultos, como les pide la derecha. Con este aval, ahora Casado y Rivera ya sólo pueden hablar de los hipotéticos permisos por el tercer grado penitenciario.

Hay un segundo punto en común. La derecha también le pedía que respondiera con mano dura a la respuesta que hubiera en Catalunya. En las últimas semanas Pedro Sánchez se ha hecho un hartón de agitar el espantajo del artículo 155 y de la Ley de Seguridad Nacional, incluso cuando la coordinación con los Mossos es buena. "En los próximos días, el Gobierno de España, que cuenta -quiero además recordarlo- con todas las atribuciones que la legalidad le corresponde, se mantendrá atento y garantizará la convivencia, la seguridad y el respeto a la legalidad democrática", advertía el dirigente socialista desde la Moncloa. Sólo le falta pulsar el botón, pasar de la amenaza a los hechos. También ha dejado pocos argumentos a la derecha.

En la ronda de llamadas de Pedro Sánchez de este lunes por la tarde quedó patente todo. Después de hablar con Pablo Casado y Albert Rivera, fuentes de la Moncloa subrayaban la buena sintonía y que "en ambas conversaciones se ha mantenido un clima positivo de lealtad institucional, apoyo y unidad". Las referencias a la "lealtad institucional, apoyo y unidad" desaparecían en referencia a la llamada a Pablo Iglesias.

El secretario general de Podemos ha quedado fuera de esta ecuación. Desde el principio ha empatizado con los presos y sus familias y ha puesto el foco en la resolución del conflicto político, pidiendo una "solución más democrática y menos sobreactuada". Eso pasa, también, por la libertad de los presos políticos. En el fondo, sin embargo, ha dado la razón a Pedro Sánchez cuando decía que no podía hacer una coalición con Unidas Podemos por la contradicción de visiones del problema catalán. El presidente en funciones se ha cargado de razones de cara a la campaña electoral.

La realidad es que todo esto no se puede desligar de la repetición electoral, que tendrá lugar en menos de un mes. Justamente la firmeza de Pedro Sánchez, que no quería depender del independentismo, es la que llevó a las urnas. Ahora, en coherencia con aquel mensaje, envía un aviso a navegantes: no le temblará el pulso si es necesario. Como tampoco le temblaría a Pablo Casado o Albert Rivera en su posición. Tampoco habrá ni indultos ni empatía hacia los presos como mínimo hasta el 10-N. Como mínimo. La mayoría de la moción de censura hoy queda muy y muy lejos. Tiene que ganar la apuesta arriesgada de la repetición electoral.