"No le daré aquí mi opinión sobre los referéndums ni sobre las consultas, porque creo que no toca", respondió el presidente español, Mariano Rajoy, durante la última sesión de control en el cara a cara con el portavoz del PNV, Aitor Esteban, preguntado sobre la ley que exige el consentimiento del Estado para consultas locales. "Mire, no estamos hablando de referéndums de independencia, ni de soberanía, y en ningún caso con carácter vinculante. Los suizos no están locos", replicó el líder jeltzale, molesto. "¿Qué problema hay?", redobló Esteban ante el gesto reprobatorio de Rajoy.

"Sería un error que una mayoría impusiera la reforma a una minoría, o que la minoría exigiese un referéndum por la sola fuerza de sus escaños", aseguraba la vicepresidenta española, Soraya Sáenz de Santamaría a la pregunta del líder de Podemos, Pablo Iglesias, sobre si habría un referéndum en caso de que se reformara la Constitución. "A usted eso de la democracia le parece un jaleo. No tenga miedo", la desafió Iglesias irónicamente.

"¿De qué tienen miedo?", fue la estocada del líder del PDECat, Francesc Homs, horas más tarde, el día que el Congreso cerró la última puerta a debatir el referéndum catalán. "No se ven con fuerza de ganar en Catalunya" era su tesis.

Ahora bien, los casos anteriores ilustran que el "miedo" no sólo sería al soberanismo, también a consultar la reforma constitucional o los asuntos locales. ¿Por lo tanto, qué teme Rajoy y su equipo sobre la democracia directa?

La democracia representativa se basa en que "no todo el mundo tiene tiempo de saber de todo", dicen fuentes del entorno de Rajoy

Un motivo podría ser la presencia habitual en el gabinete de ministros de la Moncloa de personalidades de la administración del Estado. Mariano Rajoy, Soraya Sáenz de Santamaría, Álvaro Nadal, Rafael Catalá, Luis de Guindos o Alfonso Dastis son funcionarios de alto rango funcionarial y burocrático: abogados, técnicos comerciales y economistas, o diplomáticos. Otros no han hecho oposiciones pero sí cargan sobre sus espaldas una larga carrera trabajando en las secretarías o subsecretarías estatales.

La cuestión es que la función pública conlleva una forma de concebir la democracia que desconfía de que el pueblo esté capacitado para decidir cuestiones complejas. Según fuentes de confianza de Rajoy, los ciudadanos eligen los partidos que desean, pero, ya que "no todo el mundo tiene tiempo de saber todo", emerge la necesidad de unos representantes políticos que decidan y unos técnicos que diseñen políticas. "La complejidad política no se puede resolver con un tipo test" comentan personalidades del entorno de Santamaría a este diario. Llevado al extremo, es la herencia dentro de la cultura política estatal, que se remonta a los tiempos del desarrollismo franquista en los años 60, donde los tecnócratas integraban al Gobierno. 

El ejemplo reciente de dicho temor al pueblo es el no a la reforma constitucional promulgada por Matteo Renzi en Italia. Entonces el secretario de organización del PP, Fernando Martínez Maíllo, aseguró: "Los referéndums los carga el demonio", elemento que también le permitió a Rajoy cuestionar la reforma en España, bajo el aviso de Podemos de pedirlo.

"En un referéndum la gente vota pensando cosas diferentes, y la traducción es un  o no", dicen fuentes próximas a Santamaría

Precisamente, el rechazo del soberanismo no solo deriva de la defensa a ultranza de la Constitución, como argumento habitual en el PP, PSOE y Ciudadanos. También tiene un papel el patriotismo que se respira en la administración. "Hay personas que tienen la sensación de aguantar el Estado sobre sus espaldas. Te preocupa hacer la mejor tarea para todo tu país, porque los competidores son los otros países". Así se manifiestan fuentes que se sientan en la mesa del Consejo de Ministros.

El hecho es que esos tecnócratas democráticos podrían tener una vinculación emocional y personal hacia la maquinaria del Estado. Personas como Santamaría, Nadal y su hermano Alberto Nadal, secretario de Estado, o Montoro no provienen de entornos acomodados, sino humildes, y en la carrera funcionarial han encontrado una forma de ascenso social basado en el mérito y la igualdad de oportunidades. 

Ello sirve para comprender en parte por qué en Catalunya no hay temor mayoritario al referéndum: por un sentimiento nacional diferenciado y un cuerpo burocrático menor de mediación entre gobierno y ciudadanos. "En la administración autonómica las oposiciones no son ni de largo similares", insisten las fuentes, en la línea del carácter que imprime la función pública.

Hay un cierto patriotismo a la administración del Estado y vinculaciones emocionales y personales

El miedo también emerge por las características de los referéndums. "La gente vota pensando cosas muy diferentes, cada uno le da un valor a su voto, pero la traducción sólo es en un  o no", decían fuentes próximas a Sáenz de Santamaría hace unos días. Personas de confianza de la vicepresidenta también lamentaron después de la consulta por el Brexit que una mayoría se hubiera impuesto a una minoría, como fue el caso de la brecha generacional entre el voto de los jóvenes y los mayores, con un cuórum de voto poco elevado, como fue el caso.

Asimismo, en la Moncloa creen que los climas de opinión no son constantes, como es el caso de la pujanza de determinados "populismos" por la crisis. El Brexit levantó la alerta de algunos argumentos del , que después se pusieron en cuestión, o eran falsos. En ese sentido, y en cuanto al independentismo catalán, el Gobierno del Estado también dice ver aspectos populistas, últimamente.

Hay un legado de temor a cuestionar el sistema político español y la Constitución a través de los referéndums

Poner en cuestión la voluntad de los dirigentes políticos y los cimientos del Estado es otro elemento que preocupa.

Se supo recientemente que el expresidente Adolfo Suárez no había sometido a las urnas la votación sobre la Corona porque no había una mayoría a favor de la monarquía. Es el mismo temor que podría haber llevado a su homólogo José Luis Rodríguez Zapatero a no materializar la reforma constitucional donde se cambiaba el artículo sucesorio para que la infanta Leonor pudiera ser también reina. También recuerda los efectos deslegitimadores de los referéndums cuando se pierden Felipe González, con el no a la OTAN. Es el mismo rechazo a la Constitución que en virtud de la vía canadiense antes defendida por el PSC, que abría una vía para la autodeterminación en Catalunya.

Es por este motivo que el PP y PSOE han pactado esta semana, no por casualidad, tres pilares básicos que quedan fuera de la reforma constitucional: la unidad de España, la monarquía y el derecho de autodeterminación. Todo eso parece tener en la cabeza Rajoy cuando piensa en referéndums, consultas y otros "líos", palabra que suele utilizar el presidente.