Las portadas de El Mundo y de La Razón sintetizan la Hispanidad en unos cuantos porcentajes. De uno se deduce que los españoles están muy contentos de serlo —un 74%, según la encuesta de El Mundo, cosa que deja un nada despreciable 26% que no lo está o no lo está del todo. Pero, vaya, la pregunta es tan fácil como pescar en un acuario. Llama la atención el 66% que "considera necesario reforzar la ley para garantizar el estudio del español". Quiere decir que dos tercios de los encuestados creen que la lengua española tiene problemas en España o piensan que flojea. Por una parte, da la impresión que creen las mentiras alarmistas de los diarios del Trío de la Bencina sobre la mala salud de su lengua, que las portadas presentan invariablemente en peligro de extinción, amenazada por todo tipo de enemigos que la querrían reducida a un estado como el de la... ¿lengua catalana, por poner un ejemplo? ¿La vasca, quizás? Por otra parte, un español que crea o sospeche que su lengua está en riesgo y necesita más protección legal tiene un serio problema de percepción, está gravemente desinformado o sufre un extraño complejo de inferioridad. También es posible que sean víctimas de un fenómeno conocido y del que estos mismos diarios suelen acusar en sentido contrario: que el nacionalismo necesita enemigos para perfilarse.

La Razón completa la dosis de patriotina estadística con un suplemento de proteína militar y abre la portada diciendo que el 80% de los españoles tiene una buena opinión de los militares. ¿Por una parte, por qué la tendrían que tener mala? ¿Por otra parte, cuál es el sentido de esta pregunta, cuál es la relación entre el día de hoy, fiesta de España, y la consideración que las fuerzas armadas españolas tienen entre la gente? ¿O sea, por qué no se pregunta qué opinión merece el circo local, la selección de fútbol o la película candidata a los Oscar que ha elegido la Academia Española del Cine?

La portada de El País hace de simpático contrapunto al nacionalismo de faria y carajillo que ocupa las portadas de sus vecinos. Simpático y oportuno. Porque en la España orgullosa de serlo, el gobierno se ve obligado a renunciar a tres grandes promesas electorales que tienen que ver con cómo se tratan los derechos y libertades de los ciudadanos españoles. Es la reforma de la llamada ley mordaza, la reforma procesal (de la que la novedad estrella es trasladar a los fiscales la investigación e instrucción de los casos) y la reforma del delito de sedición, que ha sido muy recomendada por varias instancias europeas. Cuando desfilen a las tropas ante el Rey y el resto de la corte para celebrar el 12 de octubre, los españoles estarán orgullosos de su ejército. Está muy bien —cada uno se contenta como puede. Lástima que no puedan estarlo más y por motivos de más sustancia.

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