Dos mundos, dos planetas, dos universos diferentes: Bienvenido a las portadas de Madrid y Barcelona de hoy. Los diarios del cap i casal ponen de relieve la confusión de los planes de emergencia y de seguridad de la petroquímica de Tarragona —la empresa afectada no avisó a emergencias, falta de coordinación, normativa anticuada, etcétera. Los de la capital española se dedican a hacer de artillería de la plana mayor del Consejo General del Poder Judicial, enrabietada porque el vicepresidente español, Pablo Iglesias, opine sobre el papelón de la justicia española en Europa respecto a la causa del 1-O y decisiones colaterales, como las relacionadas con la elección de Puigdemont, Junqueras y Comín, que el Tribunal de Justicia de la UE ha dejado a la altura de los planes de seguridad de la petroquímica. Quien se pica, ajos come.

Iglesias no carece de argumentos. El mismo lunes, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos volvió a condenar a España por no escuchar a unos acusados en vista pública antes de que el tribunal de segunda instancia, en este caso el Supremo, dictara sentencia en contra suya. Ayer, Gonzalo Boye, el abogado de Puigdemont y Comín, recurría los autos con que el magistrado Pablo Llarena pide el suplicatorio contra sus clientes al Parlamento Europeo y ordena mantener las euroórdenes en Bélgica. ¿La razón? El Supremo no es competente para pedir el suplicatorio ni tampoco para cursarlo, sino que lo es el ministerio de Justicia. No es extraño que Iglesias —y mucha otra gente— estén preocupados por la actuación de la justicia española que, encima, sale a censurar las opiniones del vicepresidente. En fin.

Los diarios de Madrid, ajetreados como están con las cosas que importan a la gente —la derecha mediática impresa en bombardear al nuevo gobierno y el diario progre a cubrirlo— tampoco han encontrado hoy un mal rincón en primera página para hablar de la explosión en el mayor polígono petroquímico del sur de Europa. Ya hay tres muertos y casi medio millón de ciudadanos aterrados, pero se conoce que aquellos muertos y estos vivos no son gente o que sus cosas no (les) importan. Aún, mira, El País le dedica un recorte. Nada diferente del Gobierno, que apenas ha hecho aparecer en la tele a un secretario de Estado para decir cuatro vaguedades sobre la importancia de la seguridad en las industrias de riesgo y gracias.

Recientemente, el pedagogo Gregorio Luri recordaba a Raymond Aron —quizás el único pensador liberal francés de verdad del último siglo. Luri decía que en L'opium des intellectuels, Aron no ahorra ironías "sobre aquellos que con la única ambición de la objetividad dicen que se ocupan de la política, pero acaban convirtiéndose en periodistas, o publican que los regímenes políticos que mejor funcionan son los que no son escrupulosamente escudriñados". Pues eso.

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