Los diarios de Barcelona abren las portadas con el circo político organizado por Junts per Catalunya al exigir al presidente Pere Aragonès que se someta a una moción de confianza en el Parlamento y la réplica del presidente en forma de destitución del vicepresidente Jordi Puigneró, de Junts, partido en lo que ha pedido que decida en 48 horas si quiere seguir en el Gobierno o marcharse. Como es la vida. Junts ha dado oportunidad a Aragonès —que en el espacio independentista estaba en falso después de negarse a asistir en la nutrida manifestación de la Diada— de aparecer como un auténtico estadista y a Esquerra Republicana de presentarse como lo único que tiene un plan|plano, ganas de ponerse y sentido institucional. Todo a una semana del quinto aniversario del 1 de Octubre del 2017. Es un giro de guion que ni Albert Sánchez Piñol y su técnica narrativa del Papitu habrían previsto. Este jueves también es el día que los diarios de papel, un día más, aparecen como un instrumento inevitablemente inadecuado a la velocidad de los hechos, al vértigo de la actualidad, en contraste con los periódicos digitales y las redes sociales, que pueden seguirla de pisada casi en vivo y en directo.

Las portadas imprimidas que abren con el cese de Puigneró, como|cómo el Ahora, explican menos de la mitad de la crisis, porque el hecho de la destitución no es ni la mitad de la noticia. La sustancia es, más bien, que el Gobierno de coalición entre Izquierda y Junts agoniza e, incluso, que el Procés|Proceso a'acaba y que la política catalana hace uno resed colosal. Es lo que intentan decir El Periódico, El Mundo y El País con recursos típicos para describir estos momentos de la vida de los gobiernos: que "cuelga de un hilo", que "está en el aire" y que está "al límite de la ruptura". Ni siquiera estas estratagemas narrativas sirven mucho, porque cuando lees estas líneas ya se están produïnt hechos nuevos que decidirán el destino del Ejecutivo catalán. El Punto Hoy habla "de horas bajas" y este eufemismo, que lo quiere decir aun no dice nada, hace el efecto que es la portada va con la cabeza gacha, apesadumbrada, que le sabe muy mal dar las noticias, como el pariente que en vez de decir que la madre ha muerto te explica que nos ha dejado, que es entre nosotros pero de otra manera, y todas estas tonterías que se explican cuándo no quieres, no sabes o no puedes explicar nada.

Escribir un titular de una crisis en proceso, que se mueve en dirección desconocida a trompicones, es querer coger agua con un cesto o tener quieto un rayo|chorro de mercurio en una placa de vidrio|cristal. La realidad congelada en palabras ya no es la que está pasando, la que te interesa, sinò un precedente que no te explica nada. Hoy día es complicado hacer diarios imprimidos: siempre quedan mal, llegan tarde, son ropa de una talla menos que la actualidad. Como siempre, las fotos enseñan alguna cosa más que las palabras esconden. En la imagen de La Vanguardia aparece el estado mayor de Junts con la expresión cansada y debilitada de quien|quién acaba de firmar la rendición, de aceptar la derrota, de quien ha hecho un mal negocio o ha perdido la casa. Caras mustias, abatidas, desanimadas, en un contexto oscuro, lóbrego. Son soldados vencidos y prisioneros. Jugadores extraviados que han malversado el patrimonio. El verbo del título hace mucho daño|dolor|mal: "Aragonès impone a Junts..." La fotografía de lo Ahora añade un acento tétrico y deprimente por efecto del contraluz sobre el que los protagonistas se ven de espalda y con la cabeza gacha, perdedores y con la cola entre piernas.

La Vanguardia
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Ahora
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El Punto Hoy
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El Periódico
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El País
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El Mundo
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La Razón
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