Lo que al día siguiente de los atentados de Barcelona y Cambrils fue un grito espontáneo ya se ha convertido en una declaración de intenciones colectiva: no tenemos miedo (ni nos lo harán tener). Al menos medio millón de personas (según la Guàrdia Urbana), de todas las razas, orígenes y creencias, han llenado este sábado el paseo de Gràcia, una de las principales arterias de la capital catalana, un sábado de agosto por la tarde para hacer oír su voz. Como ya hizo ahora hace trece años, cuando la barbarie yihadista golpeaba Madrid, y la sociedad catalana se volcó a las calles.

La convocatoria ya venía marcada por la polémica. Primero, por la posible presencia del Rey en la cabecera de la manifestación. Es considerado por algunos grupos un aliado comercial de países como Arabia Saudí, acusado de financiar a Daesh. Después, por la guerra de banderas, entre llamamientos a llevar esteladas y banderas españolas. Al final ha habido muchas otras, como pakistaníes, palestinas, tibetanas, bolivianas o LGTB. Así, a la voz común contra el terrorismo, cada uno ha sumado su voz particular. Sin embargo, las rosas superaron a las banderas.

"¿Por qué gritan 'fuera'?", le pregunta un niño a su madre. En ese momento están llegando las autoridades a su zona. Cada autoridad tiene su propio recibimiento. Los "fuera" son para el presidente español Mariano Rajoy. Carles Puigdemont es recibido con algún grito no mayoritario de "president". El mayor de los Mossos d'Esquadra llega con gritos de "Trapero, Trapero". El rey Felipe VI recibe una sonora pitada, casi unánime.

Beatriu (42) y Mariam (46), dos hermanas del Poblenou, están observando la llegada de autoridades. "¿Por qué vienen aquí los mismos que después les venden armas?", se pregunta Mariam, que critica que "los políticos, no solo el Rey, son unos hipócritas". Su hermana dice que venir a la manifestación es una manera de pasar el proceso de duelo por los atentados. "Tengo miedo, pero el miedo no hará que me quede en casa", admite Beatriu. "Al contrario: ahora es el momento de cerrar filas y demostrar que somos nosotros, el pueblo, quien está aquí".

Miguel (48), simpatizante de Societat Civil Catalana, explica que la bandera española que sostiene se la han dado. Ha presenciado la pitada a Felipe VI, y lamenta que hoy no era el momento. "Puedo entender la crítica, pero si no es procedente en un partido de fútbol, menos aún hoy". Además, cree que no está fundamentada la crítica. Según él, se la merecería más "el que ha creado el pujolismo, que es mucho peor que la venta de armas".

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Laura Gómez

Guerra de banderas

Felipe (55), vecino de L'Hospitalet, también lleva una bandera española, pero explica que él no lo ha traído de casa, sino que también se la han dado. Cree que hoy no es día de banderas, pero sostiene su rojigualda: "Es en respuesta a sus esteladas, en respuesta a Oriol Junqueras, que dijo que había que traer banderas". Quiere dejar claro que es lector de Crónica Global y Dolça Catalunya. Más tarde, con otros simpatizantes unionistas, ha levantado una gran pancarta que decía "gracias Majestad".

Carme y Josep, matrimonio septuagenario de la Barceloneta, también llevan banderas, pero esteladas. Y también dicen que no las querían traer, pero que las circunstancias los han forzado a hacerlo. "Todo el mundo tiene derecho a llevar su bandera, y la mía es la estelada", defiende Carme. "Al principio no la queríamos traer, pero vimos cómo lo habían politizado todo, y no queríamos volver a ser el blanco de los ataques", añade Josep.

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Laura Gómez

Para que no se repita

La marcha ha transcurrido, de manera pacífica, sin ningún enfrentamiento, tampoco entre partidarios de banderas opuestas. El grito de "no tenim por" y los aplausos a las víctimas de los trágicos atentados de Barcelona y Cambrils han sido compartidos por todo el mundo. Además, muchos han decidido llevar a sus hijos hasta el paseo de Gràcia, para que entiendan lo que no puede volver a pasar.

Es el caso de Hugo, que ha venido acompañado de su mujer y sus dos hijos, Hug y Martina, gemelos de siete años. Les han explicado los atentados de Barcelona y Cambrils "a su manera". Venir a la manifestación del paseo de Gràcia, explica Hugo, es también "para que lo acaben de entender". Entender que hay gente que mata porque piensa distinto, y que esto no puede volver a ocurrir. Condena el atentado, pero también el uso político que se ha hecho de él.

La comunidad musulmana, que ya celebró su propia manifestación el pasado lunes, se ha sumado a la convocatoria de este sábado, se ha unido al dolor compartido. De hecho, una de las pancartas más presentes ha sido la de "no a la islamofobia", y la portavoz de la fundación Ibn Battuta, Miriam Hatibi, ha sido una de las ponentes del acto.

"Están matando en nombre de nuestra religión, es por eso que estamos obligados a salir a la calle", asegura Naveed, miembro del Centro Islámico Camino de la Paz, de la comunidad pakistaní del Raval. "Rechazamos toda forma de violencia, no puede ser que maten en nombre del islam", asegura. Sostiene un cartel que dice "el terrorismo no tiene religión".

Era la primera manifestación de Felipe VI como rey. Y qué manifestación.