Antes partía que doblà. Es lo que ha hecho la prensa madrileña con el documental 20-S, producido por Mediapro y emitido en el Sense Ficció de TV3. Mientras este jueves por la noche la cuota de pantalla de la tele pública catalana ascendía a un estratosférico 34,8% gracias a esta pieza, los diarios de Madrid han hecho como el avestruz en peligro, que esconde la cabeza bajo la arena, o como los niños pequeños, que creen desaparecer sólo cerrando los ojos. No hay mejor desprecio que no hacer aprecio.

El documental fue visto por 982.000 personas en Catalunya, más de un millón en su minuto de oro. Arrasó, vamos. En redes sociales, generó 121.400 tuits y 9.7 millones de impresiones. El hashtag #20stv3 apareció en más de 50.200 tuits, fue primer trending topic en España y tercero mundial durante dos horas y media de la noche del jueves. En fin, que 20-S fue el programa de tele más comentado del día en toda España, según los datos de Twitter y de Kantar Media, la auditora de referencia.

Este viernes, 20-S era también tema estrella en los dos grandes matinales de la radio catalana, El Matí de Catalunya Ràdio y El Món a RAC1, cuya audiencia combinada suma cerca de 1,5 millones de oyentes.

Noticia ignorada

Tiene mal comparar. Si se quiere hacer a malas, con la audiencia de la España-Marruecos, partido que vieron 1.441.000 espectadores catalanes, un 58,3% de cuota. Pero también se debe decir que un blockbuster de la tele llega, como mucho, al 23%, al 25%. Aquí el documental ya pone mejor cara.

Cualquiera diría que es noticia sólo por estos datos. Una noticia tan fácil de ver como una jirafa en la sala de estar.

Pues no ha sido así para los diarios de Madrid, impresos o digitales, donde la "cuota de pantalla" de 20-S ha marcado poco más del 0%. El digital Público dice alguna cosa —nótese que su propietario y el de Mediapro son el mismo. También Tomàs Delclós escribe una columna en El País, donde describe asépticamente los contenidos de la cosa: "Testimonios audiovisuales cuestionan la versión judicial sobre la protesta ante la Conselleria de Economía". El Confidencial lo confina a una pieza breve en Vanitatis, su sección de contenidos paparazzi. Por no aparecer no aparece ni en Vertele ni en Ecoteuve, portales especializados líderes.

Razones del rechazo

¿Qué tiene este documental para que no lo quieran?

Aporta elementos que desmontan la versión del juez Pablo Llarena sobre la manifestación que rodeaba el Departament d'Economía durante el asalto de la Guardia Civil el 20 de septiembre de 2017.

Muestra como la policía española trató de entrar en la sede de la CUP sin orden judicial y se plantó enfrente más de tres horas a ver si saltaba la chispa y se organizaba una batalla campal que justificara vaya usted a saber qué.

Pone en contexto la icónica foto de los Jordis sobre los vehículos de la Guardia Civil —fueron los últimos en subirse a ellos, después, entre otros, de los periodistas—, que tanto ha servido para señalarlos.

Pregunta por qué los guardias abandonaron armas y munición dentro de los coches: no pasó nada, ni entre los manifestantes —ni tampoco entre los agentes que las olvidaron a la vista de la gente.

Desmiente la versión del fiscal que no había agentes vigilando por fuera la puerta del departamento. También hace ridículo su sarcasmo chuleta cuando interroga al Mayor Trapero.

Avisa de que rehusaron declarar por el documental la Vicepresidenta, Sáenz de Santamaría; el ministro del Interior, Zoido; el jefe de la policía judicial en Catalunya, Baena.

Manifiesta como los Jordis descartaron cualquier violencia. Al contrario: en todo momento se opusieron, la desanimaron activamente e hicieron de mediadores entre la Guardia Civil y los manifestantes.

El documental hace todo eso, además, con fuentes hasta ahora inéditas.

Y justamente por todo eso es por lo que no lo quieren. Lo que a otros serviría de atractivo aquí tiene el efecto contrario. Porque 20-S no sólo señala las fabricaciones policiales y judiciales que han servido para mantener a Jordi Sànchez y a Jordi Cuixart nueve meses en prisión preventiva. También señala la complicidad de los medios que difundieron esas mistificaciones e intentaron convertirlas en el relato dominante en España. El documental les quita la creta y les pone ante el espejo. No se ven bien —y ahí les duele.