Dragones de hielo, caminantes blancos y un ejército de salvajes. Son las criaturas que habitan más allá del muro de hielo en la serie 'Juego de tronos'. Para adentrarse, los protagonistas necesitan contar con el consentimiento de la guardia de la noche. Aquí, hoy, esta pared no está helada, sino que es de piedra y los guardianes no llevan armas, van con toga y se llaman Junta Electoral Central. Desde el martes pasado, abrieron un paso a través del muro. Cronometrado, vigilado, grabado. Jordi Sànchez, Jordi Turull y Josep Rull, por JxCat. Oriol Junqueras y Raül Romeva, por Esquerra Republicana. Son las dos expediciones autorizadas a comunicarse con el exterior a través de los canales que permite la tecnología. Sin cruzar, físicamente, el muro de la prisión.

Los días que no hay juicio, los funcionarios del centro penitenciario de Soto del Real tienen trabajo extra. La que les comporta tener que recibir las visitas de medios de comunicación y miembros de las respectivas candidaturas cargados con la tecnología pertinente para hacer posibles las conexiones, y trasladar a los candidatos presos a la única habitación habilitada para organizar conexiones telemáticas. Tratándose de quiénes son, políticos independentistas, alguna autoridad decidió que era pertinente decorar la sala plantando una bandera española y una fotografía del rey Felipe VI. Por si las moscas.

A pesar de las condiciones, sin embargo, en la sala de máquinas de JxCat y de ERC son conscientes del revulsivo que supone poder contar con la presencia en campaña de sus fuselajes insignia y ellos se mueren por poder proyectarse más allá de los muros. Aunque sea a distancia, aunque sea con el tiempo justo, aunque sea con la mirada en el cogote de aquel quien el 3-O avaló con su discurso la brutalidad policial del 1-O. Este domingo, en la sala de videoconferencias de Soto del Real ha habido hiperactividad. Los presos se han ido haciendo el relevo, cumpliendo escrupulosamente con el cronograma fijado. Cada minuto cuenta. Hoy, por ejemplo, si Jordi Sànchez alargaba su rueda de prensa con la ACN, habría robado minutos de Junqueras y Romeva. Y una cosa es la competencia electoral y la otra el fair play.

Desde el martes los cinco (Sànchez, Junqueras, Turull, Rull y Romeva) van haciendo turnos para disponer de la sala y participar de ruedas de prensa, entrevistas y mítines electorales. Jordi Sànchez ha comparecido ya dos veces ante los medios de comunicación. Fue el primero de hacerlo, el jueves, en la comparecencia que organizó la agencia EFE. Este domingo ha repetido, esta vez con la Agencia Catalana de Noticias, que el viernes tuvo a Oriol Junqueras. Las autorizaciones de la JEC van cayendo en cuenta gotas. A menudo llegan a escasos minutos de que llegue la hora programada para la intervención de los presos y a los técnicos, que a veces llevan horas esperando en las puertas de la cárcel, les toca correr y sudar para tener a punto la comunicación. Queda un buen fajo de peticiones por resolver. 

El formato de estas intervenciones permite acercarles a aquel gremio, el de los periodistas, que tantas veces les habían importunado antes de entrar en prisión. Ahora, más de un año después, vuelven por fin las preguntas incómodas, y como ya hacían, algunos responden más y otros hacen fintas. La anormalidad no permite repreguntas cuando ellos son esquivos porque todo se hace contrarreloj. Tanto Junqueras como Sànchez aprovechan algunos de estos segundos para hacer un guiño a la prensa y confesar que se añoran, mientras en la sala a más de uno se le hace un nudo en la garganta. No por afinidad política, en todo caso, por humanidad.

Sin duda, sin embargo, la emotividad más explícita, menos contenida, es en los mítines, cuando los líderes recluidos conectan a través de una pantalla gigante con su gente, con su claca. Cuando escuchan los clamores de apoyo. Cuando ven los espacios llenos de gente que se entrega con fervor cuando aparecen en escena. En aquellos momentos, la voz se los rompe. Ayer Turull, hoy Junqueras, Romeva y Rull. 

Cuando expira el tiempo, fundido a negro. Tragar saliva. Lamento del público. Retorno a las celdas. Y la rendija del muro que vuelve a cerrarse. Hasta nuevo aviso. Bueno, hasta nuevo permiso.