Las condiciones en que se realizaron las detenciones a raíz de las protestas posteriores a la sentencia del procés demostrarían, según el informe elaborado por ocho observadores durante las últimas semanas, "la existencia de un entorno de violencia institucional" que se alarga desde el momento de la detención hasta la entrada en la prisión. El informe, a partir de entrevistas a los 22 detenidos, habla de maltratos, humillaciones, vulneraciones de derechos en la atención médica... Aparte de los golpes, en algunos casos propinados por agentes sin identificar o con la cara tapada, las entrevistas relatan casos concretos de amenazas y de intimidaciones, de gritos ―"buscáis a un muerto y no será de nuestro bando" o "te meteremos la porra por el culo"― hasta la intervención de un agente con un cutter en la mano ante las quejas de uno de los detenidos por los golpes que se propinaba a un compañero. El documento revela un intento de suicidio por parte de un joven migrante. La mayor parte de los detenidos entrevistados tienen entre 18 y 23 años, sólo cuatro superan los 25 años.

"De la práctica totalidad del relato se deduce un entorno de violencia que no se circunscribe únicamente a las situaciones vividas en la vía pública o en las dependencias policiales ―donde se han referido episodios de abuso y agresiones directas, físicas y/o psicológicas, contra las personas que se ha entrevistado―, sino que también se extiende, según los relatos obtenidos, al momento judicial", denuncia el informe elaborado por el SIRECOVI (Sistema de Registro y Comunicación de la Violencia Institucional), que forma parte del Observatorio del Sistema Penal y Derechos Humanos de la Universitat de Barcelona.

Excepto dos de los 22 detenidos entrevistados, todos han relatado situaciones de violencia física o psicológica, o ambas, en el momento de la detención. La mayor concentración de denuncias se concentra durante la detención en la vía pública, por parte de agentes del CNP y Mossos, con especial contundencia por parte de agentes no uniformados ni identificados. Estas situaciones se repiten en los traslados y en las dependencias policiales, donde se habla directamente de mal trato general.

"Existen aspectos y narraciones de gran preocupación con los derechos fundamentales en las personas presas, en especial de sus derechos a la libertad, a la integridad física y moral, a los reconocimientos médicos de acuerdo a las estipulaciones de las normas y estándares internacionales, y también a sus derechos de defensa y a expresarse en su propia lengua", se denuncia en el texto.

El objetivo de la investigación es, según sus autores, presentar estas conclusiones ante autoridades y organizaciones sociales, nacionales e internacionales, del Consejo de Europa y de las Nacionales Unidas, para reclamar una urgente investigación.

El informe relata la detención de personas que estaban participando en las manifestaciones, pero también otras que "simplemente estaban en la vía pública" o iban camino de casa y un caso de una persona que asegura que recogía chatarra pero la policía interpretó que llevaba en las manos material para lanzar.

Lo que se describe como violencia física y psicológica empieza ya en el momento de la detención en la vía pública. Once de los detenidos relatan golpes de porra, 11 aseguran que fueron lanzados al suelo y 12 hablan de patadas en el cuerpo. También denuncian que los agentes los mantuvieran inmovilizados con la rodilla contra la cara o la garganta, esposas muy apretadas, golpes en la cara, puñetazos, extremidades retorcidas, dos personas arrastradas por el suelo, disparos de balas de foam o pelotas de goma, un golpe de botella en la cara o asfixia. "Algunas entrevistadas han comentado tocamientos en los pechos", añade.

"¡Que lo mates!"

Por lo que respecta a la violencia psicológica, los entrevistados hablan de amenazas ―con gritos "¡que lo mates!" o "te meteremos la porra por el culo", insultos y burlas―. Escenas similares se reprodujeron durante los traslados, en que la mitad de los detenidos entrevistados aseguran que iban esposados por detrás y sin cinturón de seguridad, lo cual les proporcionaba muy poca estabilidad, que describen como un "infierno" teniendo en cuenta los acelerones y frenazos de los furgones. Dos personas explican que fueron lanzadas contra el suelo del furgón, una de las cuales acabó con el labio partido.

Una vez en dependencias policiales se repiten las denuncias de maltratos, hasta el punto de hablar de ser tratados "como auténticos animales". Se describen situaciones de frío, sin mantas, dos jóvenes que tuvieron que dormir en el suelo ―"coincidiendo que les llegaba orina de un baño inundado"―... "Una explica que les echaban la comida a través de la reja del calabozo como perros y cinco personas manifiestan que los calabozos estaban sucios, llegando a afirmar que las mantas tenían sarna", narra el informe.

Uno de los detenidos asegura que no le dieron de comer, pero tampoco habría podido comer por el "gran dolor" que tenía en la cara "consecuencia de los puñetazos y las patadas" y dos explican que no les daban agua pero colocaban delante de ellos una botella llena sin poder cogerla.

En las dependencias policiales se habla de golpes en la cara, pisotones, puñetazos; una persona explica que a pesar de tener un esguince fue obligada a mantenerse arrodillada y de cara a la pared con collejas cuando intentaba girarse.

A partir del momento en que llegó a las dependencias de Via Laietana la alarma de que habría un policía muerto, algunos de los detenidos empezaron a recibir golpes ―"lo cual provocó que las paredes se empezaran a llenar de sangre debido a aquellos golpes", aseguran―. "Aunque todas llevaban partes del cuerpo abiertas, con heridas visibles y sangrantes, se señala que la policía no paró hasta que no vieron que uno de los chicos estaba realmente en mal estado", se asegura en el informe.

Un policía llevaba un cutter

Por lo que respecta a la violencia psicológica, tres de los presos hablan de amenazas de trasladarlos a Madrid, befas y burlas. "Ante la protesta de una de ellas por los maltratos que estaban ejerciendo contra una persona detenida, manifiesta que se le acercaron muchos policías, destacando que uno de ellos llevaba un cutter, y mientras lo cerraba y lo abría le dijo: 'vosotros buscáis un muerto y este muerto no será de nuestro bando'".

Dos detenidos en Tarragona explican que a altas horas de la madrugada se les despertó con el himno de España, además de denunciar que se les obligó a hablar en castellano incluso cuando llamaron a sus familiares. El documento denuncia diferentes déficits a la hora de comunicar a los detenidos sus derechos, de poderse comunicar con los familiares.

Intento de suicidio

Muchas de las denuncias relatadas se repiten una vez en los juzgados de guardia y durante los traslados. Largas esperas, de hasta todo el día, sin comida ni agua. Uno de los detenidos, migrante, explica que cuando fue informado en el juzgado de guardia de Girona que entraba en la prisión se alteró mucho hasta llevar a cabo un intento de suicidio "colgándose con su propio jersey". Los médicos intentaron pincharle un ansiolítico y ante su negativa lo inmovilizaron, hasta que acabaron desistiendo a raíz del estado de agitación en que se encontraba.

Ante los jueces y las juezas, se denuncia la presencia de agentes durante la declaración, dos de los detenidos hablan de miembros del CNP con la cara tapada; cuatro declararon esposados; uno de los detenidos denuncia que no le dieron oportunidad de explicarse y otro que la jueza llevaba al pecho "un colgante con cintas de colores de la bandera española, expuestas ostensiblemente"; algunos de los testigos hablan de befas de la jueza, de ninguna pregunta sobre las lesiones visibles y de los golpes recibidos.

Los calabozos de los juzgados se describen como "nido de mierda" y "sucios, precarios y pequeños" los de Lleida; con un banco de piedra y espacio pequeño con presencia policial y otras personas en Tarragona, y ataques de ansiedad con mucha falta de respiración en Barcelona.

Capítulo aparte merece las condiciones en que se realizaron los reconocimientos médicos. Las 11 personas que recibieron atención durante la detención lo hicieron con presencia policial dentro de las dependencias médicas, también las 7 que fueron reconocidas en dependencias judiciales. Una vez en la prisión, los 22 entrevistados aseguran que fueron reconocidos por el médico sin presencia policial.

Una vez en la prisión el trato es valorado de manera positiva, incluso de alivio.