Ya hace tiempo que el locutor Federico Jiménez Losantos se las tiene con Pablo Casado y sobre todo con su mano derecha, Teodoro García Egea, a los que culpa de las malas horas que pasa el Partido Popular. Les ha dedicado una retahíla de insultos diarios que vale la pena recuperar al canal de YouTube de EsRadio. Todo lo contrario del idilio que vive con la madrileña Isabel Díaz Ayuso. Ahora, sin embargo, no sólo es cosa del comunicador aragonés y sus 678.000 oyentes (EGM). Esta semana han bajado al barro el resto. Y ha desembocado en una guerra total dentro del PP que tiene un origen político pero también un fuerte componente mediático. No en balde, todo ha estallado por unas filtraciones.

Todo eso salta a la luz cuando varios medios, de la órbita ayusista, publican unos supuestos contactos de Génova, a través del Ayuntamiento de Madrid, con una agencia de detectives privados para espiar el entorno de la lideresa madrileña. Unos contactos que el PP ha negado. Lo que ha seguido a las primeras informaciones de El Mundo y El Confidencial es un baño de sangre televisado donde se han cruzado muchas líneas rojas, con todo tipo de acusaciones. El epicentro era el futuro congreso del PP de Madrid, clave para acabar de forjar la figura y el poder de Isabel Díaz Ayuso. Pero la vista nunca ha dejado de estar fijada en la calle Gènova y en el Palacio de La Moncloa.

Un asalto a la sede de Génova avalado por la rama mediática y una parte de la política, que ha intentado convertir un posible caso de corrupción de Ayuso –que ya había sido denunciado por eldiario.es- en una película de espías, en una persecución del PP contra la misma Ayuso. Es sintomático el editorial de El Mundo de este viernes, cuando la presidenta madrileña ya había admitido las comisiones que se había llevado su hermano. "El PP no puede seguir en estas manos", titulaba, refiriéndose a Casado y García Egea. El de ABC llevaba por título "Es la hora de las dimisiones". Basta observando las sucesivas portadas de estos días. Objetivo: generar demasiado crítica para derrocar a Casado. La misma que este domingo al mediodía está convocada frente a Génova. De hecho, barones territoriales del PP siguen sondeando las opciones para forzar un cambio de líder

De momento, se ha saldado con un alto el fuego. Este viernes por la tarde Casado convocó a Ayuso para una reunión en Génova. Desde el entorno de Ayuso trasladaron que había sido "infructuosa", pero rápidamente el entorno de Casado corrió a apagar el fuego: fue "satisfactoria", la presidenta madrileña aportó la información requerida y expediente disciplinario cerrado (en falso). Sol ha ganado el primer asalto, que no el último. Génova cede. Ya hace tiempo que el liderazgo del partido está en cuestión.

La guerra quizás pasa a ser fría, pero sigue allí y hace muy incierto el pronóstico. Desde su llegada al trono, Pablo Casado se ha mostrado más bien errático, serpenteando conflictos y polémicas, sin un proyecto definido frente a la extrema derecha de Vox que se escinde de su mismo partido. La desafección en las bases se podía palpar ya a la convención de València, el pasado octubre. Este sábado, una encuesta realizada por El Confidencial señalaba que sólo el 14,5% de los votantes del PP lo querría como presidente del Gobierno, frente al 71% de Isabel Díaz Ayuso.

La presidenta madrileña tiene más tirón y ha construido un liderazgo claro en contraposición a La Moncloa, pero también tiene handicaps. Para empezar, la película de espías ha acabado girándosele en contra. Ahora el debate es sobre el supuesto tráfico de influencias, que va más allá del contrato de las mascarillas. El Español publicaba este viernes que Tomás Díaz Ayuso ha recibido 18 contratos menores de la Comunidad de Madrid desde que su hermana está al poder. Este sábado Público revelaba que la Consejería de Sanidad había adjudicado un contrato de 925.000 euros a un socio de la madre de la lideresa. También hay taras en el producto que vende, un producto madrileñocéntrico, que genera más recelos entre los populares periféricos. Esperanza Aguirre ya lo intentó antes y no se salió con la suya.

No sólo es una batalla de dos. También aparecen terceras personas que se presentan como terceras vías. Es el caso del presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, que amagó con presentarse en el congreso del 2018 pero decidió esperar a un mejor momento. Ahora vuelve a asomar la cabeza. Este viernes, el dirigente gallego ya allanó el camino de la sucesión: si Casado no es capaz de tapar la herida, habría que convocar un congreso extraordinario para escoger nuevo líder. El ordinario está previsto para el mes de julio.

Hay mucho en juego y es difícil sacar una bola de cristal para saber qué acabará pasando. La presidenta se hace cada vez más grande en el cortijo madrileño, pero Pablo Casado tiene el botón nuclear. Todavía quedan muchas páginas por escribir, y está para ver si el equipo que ganó el congreso estatal del 2018 llegará en el 2023, cuando el nuevo ciclo electoral alcance el clímax con las elecciones generales. Es sintomático de que Ayuso formara parte de aquella primera alineación de hace cuatro años. Sea como sea, la incógnita se resolverá este año, ya sea por la vía ordinaria o por la extraordinaria. Mientras tanto, Santiago Abascal sonríe mientras observa cómo el Partido Popular se desangra.

No sólo el poder

La conformación de gobierno en Castilla y León ha pasado inmediatamente a un segundo plano por esta guerra por el poder, aunque también es sintomático de lo que está pasando. Se vio en los días posteriores a los comicios, con Génova y el presidenciable Alfonso Fernández Mañueco intentando huir de los votos de la extrema derecha de Vox –que pide como mínimo a un vicepresidente de la Junta– para intentar gobernar en solitario. El mismo Casado volvió a los términos de la moción de censura de Vox, calificándolo de partido "populista" y dejando claro que tienen "límites a la hora de pactar". En el otro lado, cómo no, Isabel Díaz Ayuso avalando un hipotético entendimiento con la formación de Santiago Abascal: "Que no nos importe lo que diga la izquierda de nuestros pactos". La guerra desencadenada en el PP también tiene que ver con esto, con la línea estratégica que debe seguir el Partido Popular de aquí a 2023.