Agotamiento. Es el ambiente que se respira en el barrio de Gràcia después de la tercera noche de disturbios en las calles, y cuando se encara el cuarto día de protestas. Este jueves el barrio se ha levantado con una extraña resaca que mezcla la normalidad de un día cualquiera, con los escaparates de muchos establecimientos destrozados: el rastro de los graves desperfectos que un grupo de violentos hizo ayer la noche. 

Pero el poso no es sólo material. Entre los vecinos y comerciantes se respira cansancio e incertidumbre por lo que pueda pasar esta noche. Incertidumbre incómoda para los comerciantes y restauradores, la mayoría rehuyen hacer declaraciones a los medios de comunicación.

Cacerolada

La consigna para esta noche, sin embargo, es una cacerolada desde los balcones o plazas y no se ha convocado ninguna concentración. 

 

Los vecinos quieren tranquilidad 

En conversaciones cogidas al vuelo, no de aprecia ninguna justificación para los disturbios generados por un grupo de violentos que se dice que no son del barrio. Eso mantienen buena parte de los vecinos. “Todo lo que hemos conseguido en este país ha sido saliendo a la calle, pero para protestar no vale todo”, dice la propietaria de un pequeño comercio del perímetro del Banc Expropiat a otra compañera.

“Debemos protestar pero sin atacar a los vecinos. Nosotros también somos vecinos y trabajadores. A mí me cuesta mucho llegar a final de mes y ahora tengo que pagar de mi bolsillo el estropicio”, responde la interlocutora. El tejido comercial del barrio cuenta con un buen número de pequeños comercios y restaurantes y, en la mayoría de casos, las aseguradoras no cubren los desperfectos por vandalismo.

El Ajuntament ha cifrado hoy en 14.000 euros los desperfectos en mobiliario urbano y, sólo en un tramo de Gran de Gràcia, el eje comercial de la Vila, hay una quincena de escaparates destrozados.  

El problema ya no es la ocupación del local -hay opiniones para todos los gustos- sino la protesta violenta por los daños materiales y por el bienestar de las familias del barrio. “Es de vergüenza ajena lo que está pasando”, lamenta una vecina de toda la vida.

A media mañana, los Mossos custodian el local situado en Travessera de Gràcia a la altura del Mercat de l'Abaceria, mientras un par de operarios vuelven a sellar las placas metálicas que impiden el acceso.

Ahora, después de tres noches de disturbios, el debate sobre el desalojo del Banc Expropiat ha pasado a un segundo plano. Lo que preocupa es recuperar la tranquilidad. En esta línea, entidades históricas del barrio se ofrecen para mediar y buscar una solución para dar salida a los usuarios del Banc Expropiat. Pero lo que nadie quiere es otra noche de carreras y jarana.