Nadie osa admitirlo en público, pero en la sede de Esquerra Republicana, en la calle Calàbria de Barcelona, cuentan los días para que su presidente -el del partido- pueda salir por la puerta de Lledoners sin tener que volver. Varias fuentes consultadas por ElNacional.cat coinciden en indicar que los indultos a los presos independentistas podrían aprobarse alrededor de Sant Joan, previsiblemente antes de la reunión entre Pedro Sánchez y Pere Aragonès. Que no parezca que uno ha cedido a las exigencias del otro. Ni que el otro ha exigido un perdón insuficiente para la causa que representa.

A la espera de conocer la letra pequeña, se da por hecho que los indultos serán parciales, es decir, que se les condonarán las penas vinculadas a los delitos de sedición y malversación —los que comportan prisión—, pero se les mantendrá la inhabilitación para el ejercicio de un cargo público. Resumiendo, que Junqueras podría recuperar las riendas del partido en libertad, pero de ninguna manera podrá plantearse ser candidato a president. La liberación de su líder llegará pocas semanas después de que ERC haya alcanzado la presidencia de la Generalitat. Desde la cúpula del partido explican a este diario que afrontan esta nueva etapa inspirándose en el PNV. Ya no por la estrategia pactista con Madrid, que también, sino con respecto a la organización interna.

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Junqueras y Aragonès se saludan en la sede del partido durante la campaña del 14-F. / M. Puig

Desde Arzalluz a Ortuzar

La esencia del nuevo funcionamiento será separar la representación pública e institucional de la de los organismos internos. Desde su creación, los nacionalistas vascos han funcionado del mismo modo, en su caso, por voluntad, no por necesidad, como en el caso de ERC. El lehendakari no ha sido nunca al mismo tiempo presidente del partido. El caso más emblemático es el de Xabier Arzalluz, líder indiscutible del PNV que nunca aspiró a la lehendakaritza. Durante los casi 20 años al frente de la organización, convivió con dos presidentes de su color político, Jose Antonio Ardanza y Juan José Ibarretxe.

La historia de esta coexistencia no ha sido siempre un camino de rosas, al contrario. Las discrepancias entre los líderes del partido y del gobierno vasco en aquella época llenaron ríos de tinta. El propio Ardanza las recoge en el libro de sus memorias, donde califica a su colega Arzalluz de soberbio. Posteriormente, el control del PNV ha estado en manos de Josu Jon Imaz, Íñigo Urkullu y ahora Andoni Ortuzar. Este último asumió el cargo cuando Urkullu fue investido lehendakari. Siguiendo la tradición del partido, se apartó de la dirección orgánica.

La sombra de la tutela

Durante la tediosa negociación para la investidura y la formación de gobierno entre ERC y Junts per Catalunya, la famosa tutela que según los republicanos quería imponer Puigdemont a Aragonès obstaculizó las conversaciones, al límite de la ruptura y la repetición de elecciones. Finalmente, el acuerdo suscrito recoge textualmente que "el president sólo responde por sus actuaciones políticas ante el Parlament de Catalunya, en tanto que es la cámara que le ha otorgado la confianza y representa la voluntad de la ciudadanía de Catalunya".

A raíz del artículo que Junqueras compartió en el Ara y La Sexta este lunes, calificando de indeseable e inviable el camino de la unilateralidad, desde Junts se apresuraron a alertar a Aragonès de que su mentor pretende tutelarlo. En ERC niegan la mayor. Fuentes del partido consideran compatible un liderazgo fuerte de Junqueras con una presidencia sin invasión de competencias. Sólo el tiempo lo demostrará. De momento, este jueves Aragonès ya ha puntualizado que los indultos no resuelven la raíz del conflicto.

El revulsivo

Desde su entorno avanzan a este medio que una vez fuera, lo primero que hará Junqueras es recorrer Catalunya de punta a punta, "pisar territorio". Ya lo hizo, en la medida en que pudo, durante el tercer grado penitenciario que concedieron a los presos coincidiendo con la campaña electoral del 14-F. La entrada de Junqueras en la campaña de ERC fue un revulsivo. Si fue el empuje que necesitaba Aragonès para hacer decantar la balanza independentista a favor de los republicanos es una incógnita no resuelta. Pero más de uno, en ERC, tiene muy clara la respuesta. Sólo había que ver la eufórica ovación que recibió el líder cuando volvió al Parlament el día de la investidura de Aragonès.

En la imagen principal, Aragonès y Junqueras en sus respectivos despachos de la sede de ERC. / M. Puig