Stanley Greenberg, destacado asesor político del Partido Demócrata en campañas como la de Bill Clinton o Al Gore, solía utilizar una interesante frase para referirse a la batalla política entre los partidos: “El relato, la narración, es la clave de todo”. Y En Comú Podem, si alguna cosa ha conseguido durante la legislatura más corta de la historia de la democracia española es plasmar la idea de que se han convertido en la fuerza útil y garante de la soberanía catalana en el Estado.

En esta idea de soberanía “amplia”, en que se quiere incluir la económica y la social, se encuentra como elemento más relevante el referéndum de independencia. La propuesta, de la que la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, fue la embajadora y máxima responsable, fue interpretada en parte del mundo independentista como un elemento de marketing, al que renunciarían. Pero los resultados del 20-D pusieron de manifiesto que había un 24,74% de los votantes que entendió que los comunes podían ser la clave para resolver el conflicto entre Catalunya y España, impulsándolos al número uno.

La gestión del compromiso ha sido tortuoso. La dirigente de Compromís y vicepresidenta de la Generalitat valenciana, Mònica Oltra, descartaba el referéndum como línea roja ya a principios de enero. “Es negociable”, advertía. El número dos de Podemos, Iñigo Errejón, decía posteriormente en abril que “el referéndum no es "un tótem al que haya que obedecer”. El discurso de líneas rojas de campaña de Pablo Iglesias evolucionó entonces hacia la curiosa afirmación de que “se puede hablar de todo”, aunque el hecho de estar dispuesto a hacerlo es estarlo también a que la promesa caiga, como después admitían fuentes podemitas a este diario.

Que, después de todo, el concepto que haya quedado es el de una defensa firme del derecho a decidir, también ha tenido que ver con el discurso compartido entre partidos estatales e independentistas de que el conflicto con Catalunya ha sido el principal escollo para la conformación de un gobierno en España.

La razón independentista

“Si no fuera por la agenda catalana, en España habría Gobierno”, aseguró Francesc Homs, cabeza de lista de CDC, el 25 de abril. En paralelo, el president de la Generalitat, Carles Puigdemont, después de una reunión con Pablo Iglesias a finales de mayo, afirmó del líder de Podemos que “cree honestamente en el referéndum por la independencia”.

En la construcción del relato han ayudado, pues, las palabras de las caras visibles del independentismo. La tesis de haberse presentado a las elecciones españolas para ir a defender el mandato del 27-S fue cayendo a medida que tanto CDC y ERC confirmaron su predisposición de investir a un nuevo jefe del ejecutivo si se comprometía con una consulta.

El implícito reconocimiento de la posibilidad real de una convocatoria de estas características, aunque fuera inconscientemente, será uno de los hilos conductores de campaña de los comunes, que adquirirá su máximo sentido en la idea del sorpasso al PSOE y en como eso puede ayudar a forzar la aceptación de los de Pedro Sánchez. Se sumará “el cambio sociológico” que dicen que está experimentando la sociedad española, como argumento de que las cosas en España están moviéndose, aunque, al final, un eventual crecimiento de escaños sólo será la consecuencia del beneficio de la ley electoral en la alianza con Izquierda Unida.

¿Votar a En Comú?

¿Pero está realmente En Comú capacitado para captar todavía más votos el 26-J? Las encuestas recientes apuntan que sí, con subidas que en la provincia de Barcelona pueden pasar de los 9 a los 12 escaños. Desde el equipo de campaña, donde se encuentra el marido de Ada Colau, Adrià Alemany, no cierran la puerta a la entrada de voto de ningún punto del país, y supone un cambio con respecto a la estrategia electoral del 20-D que iba focalizado a atacar a Ciudadanos después de que el cinturón rojo se hubiera convertido en naranja el 27-S.

El farol de los de Albert Rivera ha dado pie a la apertura total al independentismo y a la competición con ERC. “Hay margen de mejora en todas partes”, reflexionan. La voluntad de consolidarse en este flanco les ha llevado a celebrar el manifiesto de algunos miembros de la confluencia, en la que se encuentra el cabeza de lista por Lleida, el ecosocialista Jaume Moya, donde se defiende ser independentista y votar a En Comú. En este mismo contexto se enmarca el inicio simbólico de la precampaña en el pueblo más pequeño de Catalunya, el “municipio por la independencia” de Sant Jaume de Frontanyà, donde también ganaron el pasado 20-D.

Pero en los despachos de la calle Castillejos, sede de Barcelona en Comú y desde donde se está diseñando la estrategia electoral, son conscientes de que tienen que seguir incrementando su electorado en el área metropolitana. El mensaje central será erigirse como “la fuerza más creíble” para echar al Gobierno del PP, remarcando que la posibilidad de un cambio “irá de pocos escaños”, y que Catalunya puede ser “decisiva”. En resumen, la garantía para tumbar la ley Wert, la ley ‘mordaza’, la reforma laboral o la ley Montoro.

El último objetivo, aparentemente más complicado, es arrastrar el voto abstencionista. Metroscopia decía el 23 de mayo que todos los partidos menos Ciudadanos se verían perjudicados si hay una alta participación (Unidos Podemos pasaría de un 23,7% de voto al 22,9 si subiera en un 10% la participación). Pero los comunes intentarán activar la ilusión con la participación de miembros de ayuntamientos “del cambio” y artistas e intelectuales vinculados a la causa. Ada Colau lo hará en al menos cinco ocasiones. También el joven presentador de La Tuerka y tuitstar Facu Díaz. Habrá que ver si ahora, con más recorrido de gestión, sigue siendo algo positivo o no tanto.