Diego Pérez de los Cobos, un perfecto desconocido para la sociedad civil hasta el 1-O. El teniente coronel de la Guardia Civil toma relevancia cuando el Ministerio del Interior le hace el encargo de coordinar el dispositivo policial del 1-O en Catalunya y cogerle el mando de los Mossos d'Esquadra a la Generalitat.

Con el objetivo de impedir el 1-O, Pérez de los Cobos desembarca en Catalunya abriendo un nuevo capítulo oscuro en su larga carrera como cargo de responsabilidad del Gobierno.

Su padre, Antonio Pérez de los Cobos Cuadrado, fue candidato de Fuerza Nueva a las elecciones generales de 1977 y su hermano, Francisco Pérez de los Cobos, fue presidente del Tribunal Constitucional. Él simpatizó con partidos de la extrema derecha española durante su juventud.

Entra por primera vez en el Ministerio de Interior en 2006 como asesor personal del entonces ministro Alfredo Pérez Rubalcaba. Cuatro años después lo nombran director del Gabinete de Coordinación de la Secretaría de Estado de Seguridad. Sobrevive al cambio de gobierno y Mariano Rajoy lo mantiene como asesor del entonces ministro de Interior Jorge Fernández Díaz. Durante estos años crea la red de infiltrados con identidades falsas para agentes especiales y dota a la Guardia Civil de más competencias, provocando un enfrentamiento con la Policía Nacional.

Mucho antes, en 1992, lo acusan de torturar al activista vasco Kepa Urra, relacionado con el comando Vizcaya de ETA. En 1997 lo declararon inocente.

En Catalunya desembarca el 23 de septiembre del 2017 con la misión de impedir el referéndum. Coge el control de todos los cuerpos policiales para coordinar el dispositivo del 1-O. En el juicio en el Tribunal Supremo, donde declara como testigo, admite que había que detener el referéndum cumpliendo el mandato judicial al margen de cómo se hiciera: "Estábamos en situación de incumplimiento de los Mossos y teníamos que actuar". Pero no reconoció nunca si él dio alguna orden de carga, ni de desconvocar las reuniones previstas para aquel día donde se tenían que coordinar los Mossos, la Guardia Civil y la Policía Nacional.

Diego Pérez de los Cobos hizo de anguila. Era el brazo ejecutor contra los independentistas, pero cuando se explicó públicamente, era como si su figura no tuviera ningún tipo de competencia y como si su trabajo para el 1-O no hubiera existido nunca. En el juicio se dedicó a reforzar la teoría de las caras de rabia y las murallas humanas.

 

Y lo volvimos a oír en la Audiencia Nacional, en el juicio inacabado al major de los Mossos, Josep Lluís Trapero, cuando comparó a Carles Puigdemont con un pirómano.

Hoy Fernando Grande-Marlaska, el ministro del Interior, ha tomado una determinación y lo ha cesado. ¿Una señal?

"No se hagan ilusiones", como dice Joaquim Forn, el conseller de Interior que le plantó cara y que cumple condena en Lledoners por sedición.