Cuando me quiero sentir humillado, ultrajado, despreciado, insultado y escarnecido, me voy a un aeropuerto. Es cruzar la puerta e, inmediatamente, dejar de ser persona para pasar a ser tratado como un trozo de carne con ojos. Y calla, que si no es peor.

Si quieres tener garantías de subir al avión, tienes que ir mínimo tres horas antes. Oigan, ¿ustedes quienes son para robarme mi tiempo de esta manera?

Colas interminables en la facturación, con tres miserables ventanillas abiertas para atender no-se-sabe cuánta gente.

Colas en el control de seguridad donde te hacen medio desnudarte y descalzarte y donde eres humillado hasta límites de obligar a madres a dejar la leche de sus hijos.

Pasadas por arcos de seguridad donde te ven desnudo. Que, mire, a mi edad que me vean desnudo me lame un pie, pero prefiero escoger el lugar y las personas.

Pérdida de la maleta, una cosa incomprensible en un mundo con chips, ordenadores, códigos de barras y otros inventos pretendidamente infalibles.

Cosas incomprensibles como esperar durante una hora tu maleta en una cinta y, de camino a presentar la reclamación por pérdida, verla dando vueltas por la cinta del final de la sala. 

Compañías que te hacen pagar por usar la tarjeta de crédito para comprar los billetes en su web, cuando la única manera de pagar el billete es usando la tarjeta de crédito.

Esperas interminables dentro de un avión porque hay unas maletas que no saben de quién son. Tanto control y las maletas suben solas porque el pasajero vaya usted a saber en qué cola está.

Aeropuertos donde te hacen pasar, quieras o no, por la zona comercial. Y gente que piensa: "Mira, compraré un recuerdo". Un recuerdo que si es de un cierto tamaño o es según qué alimento y haces un enlace en otro aeropuerto, se queda en el control de seguridad de aquel aeropuerto. 

Y si vas a según qué países, aunque sea en tránsito, tener que soportar hasta 4 controles, total porque bajas de un avión y subes a otro. Nada más. Sin ni poner los pies en el país por donde pasas. Si quiere sentir su dignidad totalmente violada, le recomiendo hacer un enlace en Miami. Aparte de ser tratado con los mayores desprecios, podrá saborear el impagable momento en que cualquier imbécil con gorra se cree con derecho de gritarte.

Y la gente calla y traga. Porque sabe que allí no es nadie. Porque allí manda un ente indeterminado que te quita cualquier derecho.

La confusión Vueling es el ejemplo perfecto que demuestra hasta qué punto volar se ha convertido en una humillación permanente. Una compañía que no ofrece el servicio por el cual miles de personas han pagado, las marea arriba y abajo, las deja abandonadas, a muchas les estropea las vacaciones o el negocio que iba a firmar, y todo, siempre, sin ninguna información. O información falsa.

Y las explicaciones, que no lo fueron, llegaron cuando la indignidad (que se veía venir desde hacía meses) abrió informativos y fue portada. Entonces, corramos todos, abramos más mostradores de facturación y abramos una línea de atención al cliente. Oiga, cuatro días después del caos, ¿quiere que le diga yo por dónde se puede introducir los mostradores de facturación y la línea de atención? ¿Sí?

Ah, y después está la administración que, cuando ya ha pasado todo, convoca la compañía a una reunión y le dice: "Si lo vuelves a hacer, te haré pam-pam en el culete, mala... que eres una mala".

Solución, que vuele su tía. Yo este verano viajaré en coche y en tren. Y podré llevar los líquidos que quiera con los tamaños que crea oportunos, no me perderé las maletas, no me trataré como un peligroso asesino y no tendré que soportar ser considerado una mierda.