Según una encuesta que publicó The Washington Post, la mitad de los ciudadanos de los Estados Unidos que se identifican con el Partido Republicano consideran (o consideraban) que Dios quería que Donald Trump ganara las elecciones. Muchos de los asaltantes del Capitolio llevaban emblemas y pancartas con mensajes religiosos, en el sentido que Trump tenía que continuar como presidente por mandato divino o por la gracia de Dios. Una idea que, desgraciadamente, aquí nos puede resultar muy familiar. El dictador Franco se erigió en "Caudillo de España por la Gracia de Dios".

La última encuesta señala que el 45% de los republicanos sondeados dan apoyo al asalto al Capitolio. 74 millones de ciudadanos han votado por Trump. Trump se irá, pero sus partidarios se quedan y la herida social continúa abierta. Estamos ante una pérdida de valores democráticos como la de los años 30, que como todo el mundo recordará dio lugar a la mayor tragedia de la humanidad.

La tergiversación sistemática de los hechos y de los conceptos ha sido consustancial al fascismo, al nazismo y al comunismo. Kellyanne Conway, asesora de comunicación de Trump, acuñó el concepto "hechos alternativos" para referirse la versión opuesta a los hechos objetivos comprobados y verificados. Vino a decir que "los hechos no son lo que dicen los adversarios sino lo que decimos nosotros".

Ahora la perversión del lenguaje y de los conceptos ha llegado al extremo que Trump y sus partidarios pretendían alterar el resultado de las elecciones "en nombre de la democracia, de la libertad y de la Constitución". Sin ir más lejos, es lo que reclaman ahora y aquí los militares franquistas, el PP y Vox deslegitimando el Gobierno PSOE-Podemos y alegando que lo hacen en defensa del Rey, de la democracia y de la Constitución (que votaron en contra). Por cierto, el silencio del Monarca respecto de los militares golpistas sigue siendo atronador. Franco lideró un golpe de Estado militar e hizo una guerra de exterminio para implantar una dictadura sin derechos ni libertades y aquella tragedia la denominaron "guerra de liberación nacional".

Cuando, contra la mayoría de pronósticos, Donald Trump ganó las elecciones, Barack Obama intentó combatir la depresión colectiva de los demócratas garantizando que mañana el sol volvería a salir. Los días posteriores los comentaristas políticos se apresuraban a asegurar que la democracia en los Estados Unidos era algo irreversible y que el juego de contrapoderes neutralizaría cualquier intento involucionista por parte del presidente electo. No pasaron dos meses y Timothy Snyder, un profesor de Yale especializado en la historia europea del siglo XX, publicó su opúsculo Sobre la tiranía, que incluye veinte lecciones a aprender del Siglo XX. Y la tesis de Snyder era que las conquistas democráticas no son irreversibles, tampoco en los Estados Unidos. "La historia europea de siglo XX -escribe Snyder- nos enseña que las sociedades pueden romperse, las democracias pueden caer, la ética puede hundirse..."

Sostiene Snyder que el fascismo y el comunismo fueron reacciones al incremento de las desigualdades provocadas por la expansión del comercio internacional, es decir de la globalización, y que los movimientos autoritarios lo capitalizaron ante "la incapacidad de las democracias al afrontar el problema". Efectivamente, parece que hable de hoy. Lo que es importante de Trump no es la persona, sino el fenómeno creciente. A a este individuo chulo y grosero lo han votado ahora 14 millones más que hace cuatro años, y además ha creado escuela en el Brasil, en Italia, en Hungría, en Polonia y hay que ver en España.

Las imágenes del asalto al Capitolio recuerdan algunos fragmentos de la película Joker, cuándo la gente se rebela espontáneamente porque no aguanta más el orden establecido. A los asaltantes del Capitolio que se retrataban en el atril y hurtaban objetos como en souvenirs es más fácil atribuirles ignorancia que ideología. No todos los 74 millones que votaron Trump son fascistas y buena parte de ellos tendrán razones para sentirse insatisfechos. Alguien que no sea Trump debe ser capaz de darles una respuesta racional que los saque del error y del engaño de lo que han sido objeto... Y una esperanza de futuro.

La democracia cristiana y la socialdemocracia europeas lo consiguieron después de la guerra, mejorando las condiciones de vida de los trabajadores, creando clase media, garantizado derechos básicos como la salud y la educación. Sin embargo ahora nadie asume esta responsabilidad y por eso tienen éxito por todo el planeta los que llaman al equivalente en cualquier lengua, al "¡A por ellos"!.