Los ciudadanos acabaremos pagando las fianzas de todos los cargos públicos que viven bajo el yugo del Tribunal de Cuentas español. Da lo mismo si aflojaremos la mosca a través de un "fondo de riesgo" presupuestado por el Govern, la enésima jugada maestra del procesismo para esquivar la trituradora judicial enemiga, o si, para salvar el culo a los mártires, se acabará haciendo uso de la solución ancestral de toda la vida. A saber, la primordial aportación catalana a la microeconomía universal y el recurso que no falla aunque llueva, nieve y todos los volcanes del mundo entero entren en erupción: la huchita de siempre, que antes tenía forma de cerdito y ahora debe tener una figura que no resulte ofensiva hacia el alma de los bichos, pero que, y eso es lo que importa de verdad, estará llena de las monedas que las señoras de la tribu han ahorrado con abnegación. Tranquilo, Artur, tranquilo, que somos catalanes y ya tenemos bien aprendida la ley del "cogito ergo pago". Lo volveremos a hacer y, si hace falta, pasaremos la Visa.

Qué cosas que tiene la vida, queridos y pacientes lectores. Hace años creímos que la ANC y entidades similares como Òmnium tendrían el objetivo último de fiscalizar (¡sí, fiscalizar!) nuestra clase política para que el cinismo y el chantaje emocional de la autonomía no volviera a castrar el proyecto independentista. Pues ya lo veis, cuando el gobierno español declare ilegal el "fondo de riesgo" con el que se quieren saldar las fianzas de los políticos más cobardes de la historia de Europa, las entidades de la sociedad civil harán su último acto de servicio a los falsarios y la ANC (¡o Cáritas diocesana, si hace falta!) morirá matando y pagará la cuenta de un proceso hacia la nada en que la clase política catalana sólo ha sobresalido en el arte de tomarnos el pelo. Los ciudadanos, faltaría más, harán las colas que haga falta y, si para dar la limosna hay que esperar más que el tiempo que mande el Argimon para vacunarnos, ¡pues así será!

Los catalanes somos una especie de gente única en el mundo. A estas alturas, cualquier ciudadano informado sabe que Artur Mas pactó un 9-N no vinculante con Rajoy con la única condición que el antiguo president no patrimonializara políticamente la consulta y que el tinglado fuera organizado por las entidades cívicas. Como siempre, el Astuto se pasó de listo y utilizó el voto popular como una plataforma personal de cara a las elecciones plebiscitarias. A pesar de fracasar, porque en lo único que ha triunfado Artur Mas es en desarmar Convergència, el 129 todavía tiene la cara hacer el llorica a los ciudadanos para que le paguen la fianza. Igualmente, a estas alturas, todo el mundo, incluso los espectadores que no se pierden el FAQS, saben que toda la cúpula independentista pactó con Madrid que el 1-O no se aplicaría y que aprovecharon la mala maña represora del Estado como excusa para pedir más autogobierno. Todo es profecía.

Yo, cuando menos, ahora que estáis a punto de aflojar la mosca, sólo pondría una condición; a saber, que antes de recibir la suma con que podrán seguir salvando su cinismo por la calle, tuvieran la bondad de explicarnos toda la verdad o, ya que estamos, que añadan unas sinceras y honestas disculpas

Pues bien, ahora toda esta cúpula de dirigentes que han monopolizado el poder durante los dos últimos lustros, gestionando la máquina presupuestaria de la Generalitat a voluntad y malversando la buena fe de los ciudadanos con propuestas y hojas de ruta que sabían fraudulentas, va y se disfraza de mendigo con el objetivo de pedir caridad para que la ciudadanía pague la última ronda del despropósito más vergonzante de toda la historia de Catalunya. La cosa podría ser un caso prototípico del cornudo apaleado, pero, en el caso de nuestra tribu, todavía hay un factor más delirante, pues el pueblo le acabará sufragando la fianza a los políticos de la antigua Convergència (¡y parte de Unió!) que durante lustros ejercitaron el arte del tres por ciento y que, mientras la abuela haga el esfuerzo de resolverles la jugada, todavía tramarán cómo rehacer los puentes con las élites españolas de siempre y sellar el régimen del 2021.

Por mucho que me duela, lo tienen todo muy bien atado; mis conciudadanos pagarán, claro que lo harán, porque los catalanes no queremos la independencia, sino sentirnos moralmente superiores a los enemigos. De hecho, ya hace días que los articulistas y los líderes de la propaganda patria empiezan a ejercitarse en el arte en hacer divisiones entre la gente que votó el 1-O y la suma total de las fianzas de los mártires (como van justos de matemáticas, todavía no se han puesto de acuerdo en si la broma valdrá diez euros por barba o, ya que estamos, lo redondeamos con un billete de veinte y quédese el cambio, buen hombre, que por cuatro duros no nos enfadaremos). Mis ojos están viendo cosas que nunca habrían soñado; los mismos intelectuales que me dijeron que el 1-O no se podía hacer porque la independencia es imposible, ahora os presentarán un power point con la parte del pastel que os tocará sufragar.

Los catalanes pagarán, porque ya lo sabemos, Berni, si ya tienes razón con eso que escribes y con las chapas que nos metes dos veces por semana en el Nacional, pero hostia joder, que ya sé que nos mintió como si fuéramos una panda de burros.... ¡pero coño, que les quieren embargar la casa, tío, que es muy fuerte! Pues pagad, queridos conciudadanos, porque tenéis razón, por cuatro duros tampoco será para tanto y, si con eso acabamos la farsa, pues tal día hará un año. Yo, cuando menos, ahora que estáis a punto de aflojar la mosca, sólo pondría una condición; a saber, que antes de recibir la suma con la que podrán seguir campando su cinismo por la calle, tuvieran la bondad de explicarnos toda la verdad o, ya que estamos, que añadan unas sinceras y honestas disculpas. Es broma, peña, que ya sé que eso no pasará, que la moral y la dignidad son cosas de otro planeta y que Catalonia is different.

Tranquilo, Artur, tranquilo, que los catalanes te acabarán salvando la papeleta. Lo sé, lo sabes y lo sabe todo el mundo. Ni un euro te costará la tomadura de pelo. Ni una moneda de plata. Eso sí que es una jugada maestra, te lo tengo que reconocer.