Los tertulianos de 13TV... perdón... los fiscales Javier Zaragoza, Jaime Moreno, Consuelo Madrigal y Fidel Cadena dicen que en Catalunya hubo "un golpe de estado, que según Hans Kelsen es el cambio de un orden jurídico por otro por medios ilegales". Tienen razón. ¿Qué fue si no la aplicación del artículo 155 de la Constitución, de la forma en que fue aplicado? Pues eso, una subversión del orden constitucional, con el cese de un gobierno elegido democráticamente y la disolución de un Parlamento que sólo puede disolver el president de la Generalitat. Porque el 155 fue real. Existió. La República Catalana, no. Nadie la puso en marcha. Lo sabe todo el mundo y es profecía. Pero lo que vimos el martes en el Tribunal Supremo fue un Estado que se defiende. Un Estado que se defiende aunque sea tensando hasta el estrés "los fundamentos del Estado democrático", con unos fiscales haciendo discursos políticos independientemente de si el juicio ha probado sus tesis o no.

Como dijo Vox, este Estado busca una sentencia que escarmiente para que nadie vuelva a intentar nada similar a lo que ocurrió en octubre de 2017. Porque el Estado sabe que pasó algo excepcional. Y no fue un golpe de Estado. Fue el 1 de octubre. Saquen de la ecuación a Hans Kelsen, jurista y filósofo austriaco, y apunten el nombre de Ramon Grosfoguel, un sociólogo puertorriqueña que hace de profesor en la Universidad de Berkeley, ciudad californiana donde, curiosamente, murió Kelsen. Según esta tesis, el 1-O fue lo que el filósofo Alain Badiou llama "acontecimiento". O Walter Benjamin, el "tiempo mesiánico". O los indígenas quechua, el Pachakuti: la transformación del todo, un cambio general de orden.

Pachakuti: la transformación del todo, un cambio general de orden

La irrupción en el espacio y el tiempo de algo inesperado, un nuevo movimiento social. Un levantamiento que siempre es efímero. Como el 15-M del 2011 en España. O el Caracazo en la Venezuela de Carlos Andrés Pérez en 1989. O la guerra del agua en Cochabamba en 2000. Si no se les hubiera dado respuesta política, son momentos que hubieran quedado en una nada. Pero que se convirtieron en un nuevo discurso político. Hugo Chávez es fruto del Caracazo. Evo Morales, de la guerra del agua. Podemos, del 15-M. Un nuevo discurso político. Fracasado en el caso de América Latina. A medio camino, aunque con una fuerte irradiación, en el caso de España. Sea como sea, en todos los casos, son realidades que tardaron tiempo en cuajar.

Y la nueva subjetividad catalana, basada en la demanda de un pueblo que organizó un referéndum en un acto de desobediencia civil, puede tardar años en cuajar también. Y la historia dice que lo hace con nuevos actores, porque quienes están en el momento de la disrupción quedan desorientados. Quien sea capaz de articular la nueva demanda social, la nueva subjetividad del 1-O, será el partido hegemónico. Lo puede ser ERC. Lo es ahora mismo. Lo puede ser el mundo de Puigdemont. Y trabaja para ello. Pero puede muy bien ser, lo hemos visto en los casos anteriores, que sea otro instrumento. Otra herramienta. Otro liderazgo. Ya lo ha intentado Jordi Graupera, por ejemplo. Y lo intentó el Front Republicà de Albano Dante Fachin. Ambos sin suerte.

Pero lo más probable es que el nuevo instrumento aparezca después de la sentencia. Y después de unas nuevas elecciones. Y tendrá que dar respuesta al 1-O. No obligatoriamente en forma de república. La respuesta no la sabemos. Pero el Estado es consciente. Aunque no lo parezca. Es tan consciente que busca dar miedo. Para controlar el cambio. Como ha ocurrido con Podemos. Pero son conscientes. Y no tardaremos en ver propuestas de todo tipo para canalizar esta energía, incluso provenientes de sectores de los que nunca se esperaría.