Siempre he pensado que el mejor villancico es The ghost of Tom Joad. Bueno, siempre, no. En todo caso desde 1995, que es cuando la publicó Bruce Springsteen. Y, seguramente, siendo precisos, no creo que entonces lo pensara. Tampoco que lo piense él, que a la que puede arranca Santa Claus is comin' to town. Claro que, si yo tuviera una banda con Clarence Clemons (cuánto le echamos de menos), también lo haría. Navidad también es Salvat-Papasseit escribiendo “demà posats a taula oblidarem els pobres —i tan pobres com som—". Y este año también será el Drive On de Pajaro Sunrise que Núria me descubrió cuando se iba quien este año no estará en la mesa. "Si ens veiessis", escucharé dentro del cerebro con la voz de Joan Dausà y Sara Pi. Ya veis que mis gustos son convencionales y que, por lo tanto, tengo una relación previsible con la Navidad. Porque todos la vivimos como la vivimos y, en todo caso, en mi caso, primero con alegría, después con tristeza, luego con indiferencia y este año ya veremos.

Hago esta introducción porque, a pesar de no ser creyente pero tampoco un hater, no deja de fascinarme que desde hace semanas debatamos cómo será la Navidad en plena pandemia y que se haya convertido en una cuestión de estado. En el caso del Govern de la Generalitat, ha decidido que Sant Jordi no, pero que la Navidad es sagrada. Y ha establecido que en Nochebuena y Nochevieja el toque de queda no empiece hasta la una y media de la madrugada. Y la noche de Reyes, hasta las 11 de la noche.

A pesar de que vivimos en plena pandemia de un virus que confinó el mundo, que ha acelerado multitud de cambios y que nos ha hecho hablar de ciencia y salud más que nunca en nuestra vida, aún en el año 2020 el peso de las tradiciones condiciona nuestra vida y las decisiones de nuestros gobiernos

Digo que no deja de ser fascinante porque, a pesar de que vivimos en plena pandemia de un virus que confinó el mundo, que ha acelerado multitud de cambios y que nos ha hecho hablar de ciencia y salud más que nunca en nuestra vida, aún en el año 2020 el peso de las tradiciones condiciona nuestra vida y las decisiones de nuestros gobiernos. Como ha escrito Bernat Dedéu, nos dicen que habrá vacuna pronto, a diferencia de marzo, pero somos incapaces de saltarnos la Navidad, Sant Esteve, Fin de año, el Año Nuevo, la noche de Reyes y la comida de Reyes (la lista es larga, eh) y los que mandan corren a decidir cuánta gente tiene que sentarse a comer turrones y uvas y a decir si nos podremos mover de casa, del municipio, de la comarca o de la comunidad. Pero no sólo eso. Es que el puente de la Purísima también es sagrado, a pesar de que Mariano Rajoy prometió en 2011 que pasaría todos los festivos a lunes. Pero, claro, se topó con la Iglesia. Se topó con los nacionalismos (Constitución, Hispanidad, Diada) y se topó con el lobby del turismo.

De hecho, ya es sorprendente que sigamos exactamente con el mismo calendario que el de la Revolución Industrial. Bueno, y que de la era medieval. Porque el sentido de Sant Esteve y el lunes de Pascua en Catalunya es el mismo y viene de lejos. Fue el Imperio Carolingio quien estableció que fuera fiesta para que la gente pudiera volver a casa al día siguiente de Navidad y del domingo de Pascua. Y así seguimos, atrapados por un calendario que somos incapaces de saltarnos aunque todas las autoridades sanitarias estén preocupadas. Hablamos mucho de ciencia, pero vivimos aún en lo que (sí, el pensador de moda) Yuval Noah Harari llama mitos "que son más fuertes de lo que nunca nadie hubiera imaginado". Relatos sobre grandes dioses, patrias y sociedades anónimas (los puentes que Rajoy no se atrevió a cambiar) que nos proporcionan los vínculos sociales necesarios para cooperar. Bueno, y para que el poder nos controle. Porque, si lo pensamos bien, cuando nos dicen que los encuentros familiares podrán ser de 10 personas, ¿cómo los piensan controlar? Pues con el relato, como el que nos contaron en marzo para que nadie protestara más de la cuenta.

 Y ahora, si me disculpan, tengo que ir a hacer el belén, comprar el árbol y escribir la carta a los Reyes.