El Govern de la Generalitat, con Quim Torra a la cabeza, se ha quejado de que el estado de alarma ha sido una especie de 155, porque ha centralizado competencias. Y tiene razón. Es un hecho objetivo. Y quienes lo denuncian —o lo denunciamos— no son —o no somos— una panda de populistas. El estado de alarma, que se tenía que aplicar, se podía haber ejecutado de manera diferente, sin una sola autoridad competente. De hecho, en un estado compuesto, esta autoridad debía haber sido el gobierno de cada autonomía. Obviamente, coordinado con el gobierno español y, obviamente, coordinado con los países de la Unión Europea y, obviamente, con unas directrices de la Organización Mundial de la Salud. Pero nada de esto ha pasado. España ha optado por el centralismo y la autarquía. Y eso no es ser terraplanista. Se puede estar a favor del estado de alarma, priorizar la salud, y al mismo tiempo criticar cómo se ha ejecutado. Del mismo modo que se puede estar a favor del confinamiento —o, mejor, de la distancia física, que no social— y criticar el autoritarismo con que se ha ejecutado, suspendiendo derechos y libertades que, preservando la salud, se hubieran podido mantener en parte. Pasados quince días de confinamiento, había que haber previsto ya, de manera inteligente, puntos de fuga como el deporte y el paseo. Y decir esto no te convierte en negacionista. Una crítica, la de los derechos y libertades, que he echado mucho de menos en el Govern de la Generalitat y, en especial, en el president Torra. El president no quería el estado de alarma porque le quitava competencias, pero en ningún caso ha denunciado el recorte de libertades alguien que se ha llenado la boca con esa palabra.

Lo que ha evidenciado el Govern de la Generalitat, así como los medios de comunicación, es que Catalunya también es un país centralista. Tenemos un gobierno y unos medios de comunicación que se miran el país desde Barcelona

Pero, sobre todo, lo que ha evidenciado el Govern de la Generalitat, así como los medios de comunicación, es que Catalunya también es un país centralista. Tenemos un gobierno y unos medios de comunicación que se miran el país desde Barcelona. Es verdad que confundimos España con Madrid. Pero también lo es que confundimos Catalunya con Barcelona. Pedro Sánchez debería haber cerrado Madrid y evitar que el foco se propagara por toda España. Quim Torra fue ejemplar en confinar la Conca de Òdena. Pero con esto y con reivindicar las regiones sanitarias frente a las provincias —¿dónde han quedado las veguerías, por cierto?— no es suficiente. El gran ejemplo de centralismo en España fue la decisión de hacer coincidir el permiso para pasear en toda España con el 2 de Mayo. Y el gran ejemplo de centralismo en Catalunya ha sido avanzar la fase 3 a hoy para que todos los barceloneses puedan marchar escalonadamente a sus segundas residencias para pasar Sant Joan. Está muy bien. Pero también lo hubiera estado tener en cuenta desde el primer día que no es lo mismo vivir en Barcelona que vivir en pueblos donde han obligado, bajo amenaza de multa, a tener el mismo confinamiento que en la capital. Y vivir en Ullastrell, amigos, no es lo mismo que vivir en el Eixample. Para las cosas malas, pero también para las cosas buenas, que no han existido. En Catalunya también han actuado con el lema "hemos entrado juntos y saldremos juntos", que es una falta de respeto para quien no tiene los servicios y la oferta de una gran ciudad, pero debería tener, a cambio, otras ventajas.