Todo parece apuntar a que Jan Laporta se presentará a las elecciones de finales de enero, las del Barça. Y todo hace pensar que en esta ocasión, en ausencia de un favorito claro y multitud de candidaturas, Jan es un candidato con opciones serias de ganar. Sobre todo, dado que de rauxa parece que va sobrado, si es capaz de cubrir su flanco más débil: el del seny.

Jan Laporta es de esas personas que no dejan indiferente. Genera pasiones y odios a partes iguales. Y si bien es un presidente mítico para una parte del barcelonismo, es visto con animadversión por la otra. Hasta la fecha, en las últimas elecciones, esta última consideración ha prevalecido. Cuando te has ganado a pulso una determinada fama no es fácil librarse de ella. Y añadamos a la reputación una lista de poderosos enemigos.

La victoria de Bartomeu en las últimas elecciones de 2015 fue incontestable, aunque meses antes parecía que saldría en globo del palco. La llegada de Luis Enrique fue providencial porque emuló las mejores gestas de Guardiola e incluso más. La recta final de aquella temporada fue redonda y la guinda del pastel fue la Champions de Luis Enrique, que se ganó derrotando uno a uno los mejores equipos europeos y barriendo a la Juve en la final de Berlín.

No sólo se trata de devolver la ilusión. También de sacar el club de un agujero negro, un club que ha pasado en cinco años de reinar en Europa a protagonizar ridículo tras ridículo en la Champions 

En julio del 2015 Josep Bartomeu arrasó con 25.800 votos, más del 50 por ciento, mientras que la candidatura de Jan Laporta sumó más de 15.000. Un resultado notable, pero insuficiente ante los números de Bartomeu. Benedito fue el tercero, pero ya con poco más de 3.000 votos. Los últimos días de aquellas elecciones del 2015, viendo a Bartomeu imparable, Laporta y Benedito estudiaron una alianza. Pero ni así lo habrían conseguido. Bartomeu navegaba sobre un capital histórico: Copa, Liga y Champions aquel 19 de julio del 2015. Sólo hacía unas semanas que se había ganado la quinta Champions y todo era alegría, optimismo y satisfacción.

Las tornas han canviado tanto que el Barça está irreconocible y en una grave situación económica y deportiva. Ahora Jan Laporta no tiene delante a ningún rival sólido. Y si entonces luchaba contra un triplete de oro, ahora lo hace frente a una temporada lamentable que acabó con una derrota vergonzosa ante el Bayern de Munich. Los números rojos del Barça (se habla de una deuda real astronómica) hipotecan el futuro y ya no es creíble seguir con la matraca de que se construirá un equipo en torno al mejor jugador del mundo, Primero, porque ya no lo es. Hoy el Bayern tiene media docena de jugadores más determinantes. Y, en segundo lugar, porque Messi está de salida. Por si no fuera poco, la calamitosa política de renovaciones hace que un grupo de veteranos en franca decadencia limpien cada año las maltrechas arcas culés.

Este es el Barça que encontrará Laporta, si gana. Precisamente por eso necesita ir acompañado de un equipo solvente que pueda asumir la gestión financiera del club, que recupere ingresos minados por la irrupción de la pandemia y libere recursos de una plantilla que ya no es la mejor de Europa ni de casualidad. Pero sí la más onerosa. No sólo se trata de devolver la ilusión. También de sacar el club de un agujero negro, un club que ha pasado en cinco años de reinar en Europa a protagonizar ridículo tras ridículo en la Champions hasta consumar un final esperpéntico en Lisboa. No será fácil. Pero esta vez todo indica que Laporta puede conseguirlo y volver a comandar una nave blaugrana que hoy como entonces, como aquel lejano 2003 (primer año de la era Laporta que significó un antes y un después), estaba hecha un desastre. Si alguien parece, a priori, en condiciones de ganar y protagonizar nuevamente una sacudida en el Club, como hizo en 2003, es él.