Miguel de Unamuno dijo que, a veces, el silencio es la peor mentira. Hace un año, en una rueda de prensa en la que comparecía la ministra de Sanidad, Carolina Darias, se le preguntaba sobre los datos reflejados en las estadísticas oficiales, concretamente, las del Observatorio de Monitorización de la Mortalidad del Instituto de Salud Carlos III. La pregunta era necesaria, puesto que, en ese momento, noviembre de 2021, España se encontraba entre los primeros puestos en el ranking de países por exceso de mortalidad.

Rafael Cascón Porres, ingeniero de la Universidad Politécnica de Madrid, miembro del grupo de trabajo específico que desde el inicio de la pandemia asesoraba a la Comunidad de Madrid para interpretar las cifras del MOMO (la base de datos europea sobre exceso de mortalidad), advertía entonces que los días se acumulaban, presentando datos de exceso de mortalidad por encima de lo esperado, y que nadie daba respuestas. No era la primera vez que se detectaban datos como estos, y Cascón recordaba entonces que en verano, unos tres meses antes, ya se detectó que el número de muertes no esperadas era "el doble que el de los fallecidos por covid". Hablaba entonces de la quinta ola. Después, en la sexta, "el descuadre fue mucho mayor". 

En aquel momento la noticia se dio por prácticamente un reducido número de medios de comunicación. Como señalaba al principio de estas líneas, se preguntó a la ministra de Sanidad, Darias, por la cuestión y su respuesta entonces fue que a ella también le gustaría saber qué estaba pasando, de qué se estaba muriendo la gente. Pero no se abrió ninguna investigación, o al menos, no que nos conste. 

Llegó 2022 y las cifras no han mejorado. En lo que va de año, se han registrado 1.049 muertes de niños y niñas entre 0 y 14 años por encima de lo esperado durante la semana 47; en la semana 46 han sido 1.083 por encima de lo "normal"; y en la semana 45 fueron 1.057 más. Estamos hablando de que se producen más de mil muertes en las últimas semanas, por encima de los datos habituales en estas fechas, y la cifra va en aumento. Subrayo que estamos hablando de niños y niñas. 

Se están produciendo denuncias en distintos países del mundo para exigir a los gobiernos que se investigue y se informe sobre las causas de estas muertes. Personas sanas que fallecen, sin motivo aparente

Ángeles Maestro nos recordaba ayer que la mortalidad en los primeros meses del año 2021 "seguía situándose por debajo de lo esperado, hasta la aprobación de emergencia de la vacuna Pfizer en el mes de mayo, destinada al grupo de edad entre 12 y 15 años. A partir de entonces, en la semana 36 del año 2021, empezó a incrementarse la mortalidad por encima de lo habitual, para continuar aumentando". 

Recuerda la médico Maestro que a estos niños y niñas sanos se les inoculó bajo una campaña "asfixiante" donde se presionaba a sus padres y madres bajo determinados mensajes como que vacunar a los niños era un acto de responsabilidad y solidaridad para proteger a sus mayores. Un argumento que va contra los principios de la medicina, sobre todo teniendo en cuenta que la infección por SARS-CoV-2 no tiene prácticamente casos de mortalidad entre niños sanos de estas edades. Y además, porque un tratamiento jamás debe aplicarse a un niño para beneficiar a un adulto. 

Además, se partió de una premisa falsa, puesto que las autoridades sanitarias ya sabían entonces que las inyecciones contra la covid-19 no evitaban la transmisión del virus. Así lo confirmó la directiva de Pfizer, Mrs. Small, en el Parlamento Europeo hace un mes, y la reacción de las autoridades es que sus afirmaciones, relativas a que nunca se probó si las vacunas evitaban transmisión, eran por todos conocidas. 

Si fuera cierto que eran "por todos conocidas", no tiene sentido haber presionado a la población, y especialmente poniendo como objetivo a los más pequeños, para inocularles un producto experimental, potencialmente peligroso y que en no pocos casos está generando problemas serios en niños que jamás habrían sufrido problemas de salud por la infección del SARS-CoV-2. 

El exceso de mortalidad registrado no afecta únicamente a los más jóvenes. Se está dando en todas las franjas de edad. En verano hubo quien quiso atribuir este exceso de muertes al calor. Ahora que llega el invierno, al frío. 

No dejamos de leer noticias que nos advierten del riesgo de tener un infarto por comer pizza margarita, chupar la cabeza de las gambas, ver el fútbol, tener sexo, dormir una siesta demasiado larga... cualquier cosa menos un elemento que ha sido común en todos los países del mundo donde está pasando exactamente lo mismo desde 2021: la inoculación generalizada de un producto experimental, hecho a una velocidad nunca antes vista, pasando por encima de las normas de garantía que siempre se habían aplicado, y ocultando información relevante y fundamental a los pacientes (contraviniendo los derechos más básicos de salud). 

Se están produciendo denuncias en distintos países del mundo para exigir a los gobiernos que se investigue y se informe sobre las causas de estas muertes. Personas sanas que fallecen, sin motivo aparente, "de repente". ¿Conoce algún caso en su entorno? Porque se trata de romper el silencio sobre lo que los sanitarios están viendo en sus consultas, lo que usted probablemente conozca entre sus familiares, amigos o conocidos. Está pasando. Y como no se habla de ello, parece que no ocurre. Por eso es imprescindible romper el silencio. 

Ayer se presentó la plataforma en la que médicos, científicos, psicólogos, afectados, comunicadores pedimos que se rompa el silencio, tanto por parte de las personas afectadas o de sus familiares, como de las instituciones públicas. Para obtener más información, consulte en esta web: https://www.rompeelsilencio.es/preguntas.