El daño que ha hecho la sombra de la corrupción sobre el movimiento independentista es devastador. Lo ha minado y le ha restado la autoridad moral que hoy no puede tener cuando el régimen corrupto que tiene en la monarquía su vértice hace aguas. Porque a ojos de buena parte de la sociedad catalana una parte del independentismo llevaba la corrupción en las entrañas, una corrupción que es una herencia del mismo régimen monárquico. Hacían la vista gorda. Se sabían recíprocamente las vergüenzas.

Y esta semana han vuelto a las andadas. Incomprensiblemente. Con una frivolidad que da pavor. El mismo día, uno de los grupos indepes del Parlamento, los más exaltados, se permitía votar a favor de perseguir la corrupción y en contra. Precisamente los que huyen como la peste de las siglas del tres por ciento. Precisamente los que más pulcros tendrían que ser respecto de la ignominia del tres por ciento son los que más dudas siguen sembrando.

La reacción posterior ha sido intolerable, arremetiendo contra los periodistas que habían publicado que, efectivamente, habían votado en contra de perseguir la corrupción. Cuando la duda la han sembrado los que, irresponsablemente, dan pie a contaminar el movimiento independentista con la sombra de la corrupción. Más, después de que el presidente Torra hubiera dado un paso adelante trascendente y novedoso, al menos en este ámbito. En otros, sigue tocando el violín. Y por primera vez, un presidente de la Generalitat defendía que el Gobierno de Catalunya se personara en contra de la corrupción, del tres por ciento en este caso. Han hecho falta diez largos años de ininterrumpidas presidencias vinculadas al mismo espacio político. Desde que aquel 2011 empezaron a caminar de la mano del PP para después dar un giro copernicano.

Y cuando parecía que había propósito de enmienda, el grupo parlamentario de Junts decidió votar, el mismo día, una vez a favor y una en contra de perseguir la corrupción. ¿Quién siembra la duda? ¿Quién regala el titular a los medios? ¿Quién enturbia la resolución? ¿Quién? ¿El periodista que pone el acento en el hecho que (efectivamente) los diputados de Junts votaron en contra de perseguir el tres por ciento o los diputados que generan la confusión votando en contra?

La reacción del mundo de Junts per Catalunya ha sido, una vez más, arremeter contra los que publicaron lo que efectivamente hicieron: votar en una resolución contra exigir responsabilidad por el espolio del Palau o tantos otros, contra las comisiones de obra pública generalizadas, contra la corrupción estructural que había orquestado el principal partido del país.

Y no se nos puede decir que cuando la iniciativa es del PSOE (por mucho que gobiernan en el conjunto de la región metropolitana) la resolución es buena. Pero que cuando la presenta un partido de la derecha españolista, no. Porque precisamente con este partido han pactado de todo en el Parlamento, de todo, con el vicepresidente Josep Costa de artífice (lo que se esconde tras los titulares), incluidas las subidas de sueldo.

Los diputados de Junts tendrían que interiorizar aquello de la esposa del César que, además de serlo, tiene que parecerlo. Porque efectivamente los causantes de la confusión, los que han dado alas al titular que votaron en contra de perseguir la corrupción, fueron ellos y sólo ellos. En solitario. Tan cierto como que también votaron a favor. Los dos titulares eran ciertos. Pero ningún periodista habría podido poner el acento en el primero, en el titular nefasto, si ellos previamente no hubieran regalado el titular que es justo lo que hicieron.

Y si ellos no se dan cuenta del daño que ha hecho el tres por ciento y quieren seguir generando confusión, que al menos piensen en el daño que hacen a la causa de la República Catalana y como de fácil lo ponen porque, gracias a sus votos, remarcamos 'sus', se puede afirmar que efectivamente votaron en contra de perseguir el tres por ciento, de perseguir la corrupción.

Y para remachar el clavo, el esperpento del posdebate parlamentario sobre la monarquía. De perseguir el emérito por sus actuaciones a pedir la cabeza de un funcionario. Cuando la impotencia, el simbolismo y los llamamientos a la unidad pasan a ser un canto de sirena te das cuenta de que el único plan es desgastar al socio —no al de la Diputación de Barcelona—, desgastar el independentismo por puro partidismo. La comedia y el esperpento político con el único objetivo de confrontar el independentismo entre puros e indignos.

Si todo es tan sencillo, que el presidente firme ya los decretos que el presidente Puigdemont dejó en un cajón y haga entrega al secretario general del Parlament de una nueva legalidad para hacer efectiva la independencia. Y que publiquen la declaración de independencia que nunca tuvieron el valor de publicar en el Diario Oficial de la Generalitat de Catalunya. Que ahora pidan a un funcionario lo que su "prudencia" no les dejó hacer es de vergüenza ajena.

Pero prefieren la otra opción, la de enredar la madeja por puro electoralismo, cargar el muerto a los otros y exigirles que hagan lo que ellos no están dispuestos a hacer. Todo con un único objetivo, retener a cualquier precio el poder y la presidencia. Y no dudéis de que para hacerlo pactarán con quien sea y cómo sea. Sobre todo si se trata de cerrar el paso a los republicanos que es, de hecho, el único objetivo a corto y largo plazo. ¿Hasta cuándo esta farsa?