Resulta ofensivo escuchar a según quién predicar según qué, pero sobre todo es una falta de respeto hacia aquellos (al menos para algunos de aquellos) que suman años encerrados entre rejas por el anhelo que ahora los predicadores pervierten con sus invectivas. Los principales valedores mediáticos de Artur Mas no han parado. Después de años y años de servicios al “peix al cove” ahora predican, en un verdadero ejercicio de amnesia, todo lo contrario.

Hace unos días, Carles Puigdemont hacía un llamamiento a la fraternidad entre las diversas sensibilidades del independentismo, a propósito de la discrepancia sobre el sentido del voto en Madrid. Pues bien, ya es bien curioso que fueran sus terminales mediáticas las que al día siguiente mismo se mostraran —una vez más— ferozmente agresivas. O bien aquellos que dicen ser 'la voz de Waterloo' no le hacen caso a la hora de la verdad, o bien entre lo que dicen y lo que hacen hay una notable discrepancia. Todo sea dicho con el máximo respeto, que es justamente lo que demasiado a menudo no exhiben en sus altavoces o en las redes sociales, donde la agresividad y la crispación predominan y donde se sustituye el debate por el insulto directo sin matices. Y en este aspecto lo bordan. Y lo digo con tristeza y profundamente preocupado, porque esta actitud dejará una herida, me temo, profunda. O trabajamos por la fraternidad o dejamos de una vez de fingirlo cuando hacemos justamente todo lo contrario.

La séptima votación para la prolongación del estado de alarma nos deja una realidad que hace evidente que no es el qué, sino el quién, lo que genera tormentas interesadas. Una realidad que lo único que valida es que hace falta un cronograma para el país y que las elecciones urgen ante la falta de acuerdo entre los socios en el Govern, un hecho que, semana tras semana, reafirma la existencia de dos mundos paralelos. Esta es la situación política que vivimos y me resulta inadmisible que las elecciones estén sujetas a la demoscopia interesada por prolongar la legislatura sólo con un único afán: acentuar el abismo entre las dos corrientes del independentismo, eso es la republicana y la nacionalista. O lo que es lo mismo: la posibilista y la gesticuladora. Mientras por un lado verbalizan conciliación, por debajo acentúan la confrontación, priorizando el enfrentamiento fratricida a un acuerdo estratégico que no tiene nada que ver con sellar un segundo Junts pel Sí, el verdadero objetivo de Waterloo.

Podemos compartir o no la estrategia, pero lo que no vale se la ausencia de cualquier estrategia que no sea impedir que los republicanos tengan una

La moción de censura a Mariano Rajoy dejó paso a la investidura a Pedro Sánchez, donde los partidos catalanes tomaron diferentes posturas, también influidos por la capacidad de cambiar la aritmética según el apoyo electoral recibido. Unos eran determinantes, otros testimoniales. Prueba de eso es la Diputación de Barcelona, allí sí que fueron determinantes los votos nacionalistas, regalando al PSOE la presidencia sólo para impedir la republicana. No es el qué sino el quién.

Podemos compartir o no la estrategia, pero lo que no vale se la ausencia de cualquier estrategia que no sea impedir que los republicanos tengan una. La abstención de los republicanos en la séptima votación arrebata el retorno de competencias, la gestión de las ayudas económicas de Europa o las compensaciones para la Conca d'Òdena. También el compromiso de reactivar la "mesa de diálogo" que, a pesar de la negativa inicial y después de meses de no cogerle el teléfono, el president Torra aceptó encabezarla como la máxima autoridad catalana, precisamente, para hablar en nombre del Govern. Era un problema del quién y no del qué.

Así lo evidenció Laura Borràs previo a la votación de la última prolongación del estado de alarma, cuando tan pronto como ERC pasó al "no", rápidamente se ofreció a negociar la abstención con el PSOE. Las negociaciones entre los juntistes y Sánchez incluían propuestas de perfil económico y social, pero la más importante era que el ejecutivo español reconociera al president Torra como autoridad competente. Era el quién y no el qué lo que era determinante.

Ahora una nueva votación sobre el estado de alarma nos vuelve a mostrar esta dualidad. Parece que el AVE dirección Madrid cambia de héroe a traidor dependiendo de quién lo coge, cuando en realidad lo que es determinante vuelve a ser el qué y no el quién. La diferente manera de concebir el "qué" y el "quién": cuando lo hacen unos es la lógica política de la negociación y cuando lo hacen otros son tildados por aquellos que consideran la clase media la de los 90.000 € como “peix al cove”, una tomadura de pelo o de "vieja Convergència".

Costa de entender que ante la situación de emergencia social y sanitaria este gobierno pueda aguantar más, donde la autodeterminación y el mandato del 1 de octubre ha pasado a ser un espejismo. President, ponga las urnas o, al menos, marque el calendario. No es el qué sino el quién lo que está prevaleciendo en este tacticismo ausente de estrategia plausible.

Algunos harían bien en leer aquella fábula mallorquina de inspiración quijotesca que dice: "A Dios rogando y con el mazo dando". Una leyenda que protagoniza un arriero con su carro pesado cuando se estropea por el mismo camino por donde venía el piadoso san Bernardo. Viéndolo, al arriero se le abrió el cielo y rogó al santo que le arreglara el carro. Entonces, el santo varón sentenció: "No sufras, amigo, que yo ya rogaré al buen Dios; pero tú, mientras tanto, no te distraigas y, créeme, ve dándole al mazo".