No pasa día sin que el independentismo nítido señale a un nuevo traidor. Ahora le ha tocado a Carme Forcadell. La valerosa presidenta del Parlamento ha osado desafiar las encendidos proclamas patrióticas que braman contra el diálogo y proclaman la 'unilateralidad', una especie de grito de guerra sin ningún tipo de concreción última que no sea desgañitarse en el vacío. Ni una sola idea, ni una sola propuesta estratégica, ni un solo paso adelante. La última apuesta fue el carné de bambú que como es sabido ha sido un paso adelante frente el yugo mesetario. Los miedosos esperamos como el santo advenimiento nuevas propuestas recaudatorias que nos iluminen.

Vamos por partes. Carme Forcadell ha dicho que nunca se puede abandonar la bandera del diálogo que, al fin y al cabo, es exactamente lo mismo que dijo hace cuatro días la consellera de Exteriores, entre otros, y que no es el momento de la unilateralidad porque las condiciones objetivas respecto de octubre de 2017 no han cambiado.

Cabe recordar que aquel octubre de 2017, Carme Forcadell, hasta el último momento se mantuvo firme y que asumió el 27 de octubre todo el peso de la Declaración Unilateral de Independencia frente una clamorosa desidia. No era ella quien tenía que solemnizar aquella declaración. Pero quien lo tenía que hacer desapareció y, por si no estaba lo suficientemente claro, ordenó que aquella declaración nunca se publicara en el Diari Oficial de la Generalitat de Catalunya. Forcadell, a pesar de sus dudas sobre el curso de los acontecimientos, se comportó como un soldado y se mantuvo en su lsitio. Siempre. Y sufrió las consecuencias.

Forcadell ha preguntado ahora cuál es el plan para la unilateralidad y -aunque no lo ha dicho- se debe preguntar cuál fue el plan los últimos tres años de Presidencia nítida, qué hicieron en esta dirección. Y la respuesta es obvia, absolutamente nada. Nada de nada.

Los límites de la unilateralidad, cuando menos con la actual correlación de fuerzas, los descubrimos en octubre de 2017. La Declaración de Independencia no es que no se publicara nunca en el DOGC, es que fue seguida de una desbandada (los detalles son bien sabidos).

Lo que tendría que hacer todo independentista que anhele la independencia es trabajar para cambiar la actual correlación de fuerzas ante el estado. Y la única vía es hacer más fuerte y amplio el independentismo en el conjunto de nuestra sociedad, más homogéneo territorialmente e infinitamente más integrador. El movimiento independentista tiene que consensuar un frente común, conjurado, conectado, alusivo y granítico. Porque la contraposición y la división del movimiento nos muestra más débiles y en Madrid no están ciegos.

Los puros no solo no suman sino que empujan el independentismo a una reyerta fratricida que lo desgasta, al mismo tiempo que lo alejan de la centralidad. Y este es el camino del fracaso colectivo y de la impotencia permanente.

Mucho ruido y pocas nueces. O peor. El ruido de una minoría estridente que de tanto abrazar la causa que dice defender, la asfixia. Más pragmatismo y menos revoluciones mágicas.