Las relaciones entre Europa y EEUU pasan uno de los momentos peores en mucho tiempo. El Tratado Trasatlántico comercial (TTIP) está cerca de su agonía mientras Europa aprieta los tornillos en materia de impuestos a empresas como Apple, lo que ha provocado las protestas del Tesoro americano. Al pulso que mantiene con sus viejos aliados europeos, Washington suma un nuevo contratiempo, en este caso en Asia. El Acuerdo Transpacífico (TTP), destinado a servir de contrapeso al ascenso de China, va por muy mal camino. El colmo de la ironía es que Pekín espera contrarrestar la ola antimundialista en el G-20 que se celebra en Hangzhou el domingo y lunes, 4 y 5 de septiembre.

Sobre el Tratado Trasatlántico fue Jamar Gabriel, vicecanciller y ministro de Economía alemán, quien se encargó de tirar la primera piedra el pasado domingo cuando declaró que Europa "no se someterá a las exigencias americanas". El "acuerdo está muerto de facto", recalcó. La canciller Angela Merkel afirmó sin embargo que "las negociaciones no han terminado aún". Una nueva cita está programada para comienzos de octubre en Washington.

Pero la cosa no acabó ahí. El martes, el presidente francés, François Hollande, dijo que "la negociación ha llegado a un punto muerto, las posiciones no han sido respetadas, el desequilibrio es evidente". En junio, sin embargo, Hollande renovó su apoyo a Bruselas para que prosiguiese las negociaciones. La comisaria encargada de Comercio de la Comisión Europea, Cecilia  Malmström, respondió que "las negociaciones han sido difíciles, por supuesto, ya lo sabíamos desde el comienzo, pero no han fracasado". Los puntos calientes en disputa son las normas y apelaciones sobre los productos alimentarios, el arbitraje de los conflictos entre los inversores y los Estados o el reproche de los europeos de que los americanos no abren sus mercados públicos.

España está a favor del Tratado Transpacífico, al igual que los países del centro y norte de Europa. Austria ha sugerido la reapertura de unas negociaciones que empezaron hace tres años comenzando desde el principio.

En cualquier caso, Sigmar Gabriel es el líder del SPD, que de cara a las elecciones alemanas en 2017 está muy debilitado, al igual que Hollande en Francia, donde su ministro de Economía, Emmanuel Macron, ha abandonado el Gobierno.

El objetivo último del TTIP era asegurar el predominio de Occidente en el mundo del futuro a través de fijar las normas que debían regir el comercio y los negocios internacionales. Pero ese propósito ha quedado en el aire. 

A su vez, las probabilidades del TTP,  firmado por 12 países como punto central del reposicionamiento de EEUU en Asia y en la cuenca del Pacífico, el escenario más prometedor para la economía en los comienzos del siglo XXI, parecen sombrías. Mike Forman, representante comercial de EEUU, ha declarado que "estamos a un paso de cimentar nuestro liderazgo en la zona o de entregar las llaves del castillo a China".

Este acuerdo arrancó en 2011 y su importancia adquirió más relevancia a medida que el equipo de Obama apreciaba más señales por parte de China de querer transformar su poder económico en poder duro, algo especialmente visible en el Mar Meridional de China, donde las tensiones son crecientes. La instalación de baterías americanas antimisiles en Corea del Sur han provocado protestas desde la otra parte.

China está negociando acuerdos en Asia y reafirmando su posición a través de un Banco de Desarrollo, el AIIB, y del despliegue de la Nueva Ruta de la Seda, que transcurre a través de varios continentes. 

EEUU tiene tratados de defensa con Japón, Corea del Sur y Filipinas. Los países más pequeños buscan un equilibrio entre las dos potencias. Para el primer ministro japonés, Shinzo Abe, el TTP es una pieza fundamental como motor del crecimiento y la seguridad.

Aun cuando el acuerdo tenga una parte económica importante, ya que la zona abarca América, Asia y Oceanía que supone el 40% del comercio mundial, el tratado se tambalea porque, con el tiempo, se ha enfocado demasiado hacia política exterior y no sobre los beneficios económicos.

Esto ha hecho que tanto Hillary Clinton como Donald Trump le den la espalda. La favorita en los pronósticos para alcanzar la Casa Blanca, desdiciéndose de sus posiciones anteriores, ha asegurado que "bloquearé todo acuerdo comercial que mate el empleo y mantenga los salarios bajos".

Según ha explicado Michel R. Wessel, experto en materia de Seguridad EEUU-China, la cuestión última es que "el trabajador americano está harto sacrificar y ceder puestos de trabajo por los objetivos de política exterior".

En estas tesituras, las autoridades chinas han preparado cuidadosamente la organización de un  G-20 en Hangzhou que abra el camino de una mundialización "más inclusiva" y orientada a relanzar el crecimiento. Los expertos consideran que si el comunicado final menciona la lucha, el proteccionismo será un éxito para las autoridades chinas.

En ese caso, las clases medias en Europa y EEUU, cada día más unidas a sus territorios, sentirían, equivocadamente o no, que el Mundo se les escapa.