Vuelve la Queta. El Departament de Cultura no solo piensa que puede refreír una campaña de 2005. También pretende que sea bien recibida en el contexto actual. Pero si una cosa es clara después de la primavera de 2017 es que Catalunya no es lo que era y que todas las consignas sobre el país que se repetían ciegamente en 2005 están ya obsoletas. En 2005 era más fácil repetir cuál era el país deseado que mirar la verdad del país a los ojos. En 2017, esta verdad quedó al descubierto y desde entonces es más fácil decir aquello que al principio de siglo todavía no se podía decir: Catalunya no es un solo pueblo porque una parte no quiere ser catalana más allá de la vecindad civil y les molesta todo aquello que les tendría que interpelar como catalanes. Del "es catalán todo el mundo que vive y trabaja en Catalunya" hay quien siempre ha querido obviar la segunda parte: "y quiere serlo". Después de la rendición del diecisiete, una parte importante del país no lo quiere ser: ha interiorizado interesadamente el mensaje que con el independentismo ha perdido la catalanidad y todo lo que tiene que ver con ella. Lo explicaba aquí David González: como los catalanes indepes han querido hacer la independencia, los no indepes tienen derecho a no respetarlos, empezando por su lengua. En este ambiente conflictivo que se materializa socialmente a través de la lengua, la Generalitat de Catalunya ha relanzado la Queta.

La Queta de 2023 es la asunción de los complejos que el españolismo trabaja contra nosotros para transformar la derrota en paz. Pero la derrota nunca trae paz

La Queta de 2005 era producto de un espejismo que las cifras de catalanohablantes y el discurso político podían aguantar. La Queta de 2023 es producto de la asunción de todos los complejos que el españolismo trabaja contra nosotros para transformar la derrota en paz. Pero la derrota nunca trae paz. Cuando el Departament de Cultura necesita decir que la campaña quiere "reforzar los valores de cohesión y tolerancia asociados al catalán", lo hace porque pide disculpas a quien se siente excluido porque tú hablas tu lengua en tu país. Toda lengua es excluyente para quien no la habla porque se queda fuera de la conversación pero solo en Catalunya tenemos la necesidad de decorarlo de tolerancia para que quede claro, a pesar de ser tan obvio, que hablamos nuestra lengua sin querer hacer daño a nadie. Hacerse perdonar es más fácil y menos conflictivo que promover por cualquier vía y sanción posible la aplicación como es debido de la inmersión lingüística, porque nada hace la lengua catalana más accesible —y, por lo tanto, diversa e igualitaria— que garantizar que cualquiera podrá aprenderla en igualdad de condiciones en cualquier lugar del país. Pero eso supondría mirar el conflicto a los ojos. Hoy, la Queta —una dentadura postiza— tiene pelo afro para que quede claro que solo somos catalanes, no fascistas, y que el catalanohablante no tiene un aspecto concreto. Hay que haberse tragado muchos clichés de la izquierda española —o conocer muy pocos catalanes negros— para pensar que este recurso es rompedor o eficaz.

Tú irás concienciadísimo por la vida y el día que llegues a los servicios públicos de tu país y pidas ayuda en tu lengua, la enfermera no te entenderá

La Queta de 2023 también quiere "motivar a la ciudadanía a hacer pequeños gestos y utilizar más la lengua". De entrada, no parece una mala idea: asumir el uso de la lengua desde la conciencia política y la militancia es un punto de inflexión para muchos catalanes que conviven en entornos de socialización fuertemente castellanizados. Pero es cínico pedirlo desde la Generalitat cuando, por ejemplo, se salta su propia ley y contrata sanitarios sin pedirles ningún tipo de nivel de catalán. Tú irás concienciadísimo por la vida y el día que llegues a los servicios públicos de tu país y pidas ayuda en tu lengua, la enfermera no te entenderá. Este episodio explica sin ambages el momento político que vive el país pero también explica espléndidamente la estrategia del Gobierno de ERC y la actitud de Junts. Han refrito la Queta porque quieren refreír el país y volver al 2005 y aquel mismo plan de conflictividad. Repescar hoy los referentes de 2005, sin embargo, es una mezcla de pereza y cobardía que condena la lengua antes de que lo haya hecho el estado español. En la Catalunya del 2023 tienes un gobierno que indirecta o directamente acepta todos los cuentos que Ciudadanos trabajó para encasquetarnos durante el procés; una "Catalunya entera" donde las escuelas se hacen la política lingüística a medida, en que vivir en catalán en la capital es un deporte de riesgo, donde una dentadura postiza resucitada con peluca y maquillaje reaprovechado se presenta como el remedio de nuestros males.