La publicidad en internet funciona en base a unos algoritmos que nos ofrecen productos o servicios según nuestros gustos, averiguados, principalmente, a través de las búsquedas realizadas. Pero hay otro tipo de publicidad, la que conoce nuestra edad, profesión, ciudad, sexo y hasta estado civil o emocional. Esa publicidad que es como una madre y nos da lo que no le pedimos, sin esperar nada a cambio, porque considera que es lo que necesitamos. Aunque no nos guste escucharlo.

Nuestra publicidad nos conoce mejor que nosotros mismos, nuestra publicidad nos ha parido. No es una novedad evidenciar que los gustos y costumbres de los ciudadanos se moldean también en base a la publicidad, y no siempre al revés. Antes de que apareciesen los primeros salvaslips, las mujeres del mundo occidental no habían considerado que les olía mal el coño por defecto. El pecado extendido de la suciedad femenina se ha alimentado en base a spots de mujeres incómodas por su siempre vergonzoso aroma vaginal. 

Las inventivas de la publicidad para hacer sentir a las mujeres responsables de los males del mundo son infinitas. Por ejemplo, somos culpables de la baja natalidad y de la natalidad tardía. Los test de ovulación digital para quedarse embarazada son el perfecto ejemplo de esta publicidad invasiva que me recuerdan cada día, que debo tener un hijo, y que va siendo hora. Jamás hago búsquedas relacionadas con mis deseos –supuestos– de tener hijos, sin embargo, mágicamente, aparecen desde hace meses anuncios en bucle de Clearblue en todas mis búsquedas “lista para una nueva sonrisa? Puedes quedarte embarazada con el test de ovulación digital”. Seguido de una escenita de amigas llorando de emoción ante el embarazo de una de ellas. 

Antes de que apareciesen los primeros salvaslips, las mujeres del mundo occidental no habían considerado que les olía mal el coño por defecto

Todo el mundo sabe que el objeto de la publicidad es generar necesidades que satisfacer a través de la obtención de determinados productos o servicios. Mi publicidad ha supuesto que yo necesito tener hijos, porque eso es lo que me corresponde. A la vez, me exige que me mantenga joven y esbelta, que mi piel y mi regla no huelan y, lo más importante, que no tenga un solo pelo fuera de la cabeza. 

Lo que no nos dice nuestra publicidad es que para ser madre tenemos que renunciar a mil y una cosas, pelear por mantener nuestro trabajo y, recomendablemente, buscarnos una pareja que quiera tener hijos. La publicidad entiende a la mujer como la gran –y casi única- responsable del ciclo de la vida. ¿Dónde están los varones en esos anuncios? ¿Acaso estamos siempre ante embarazos de mujeres solas, lesbianas o con relaciones poliamorosas? ¿Por qué nunca aparece el factor masculino en los spots de Clearblue? ¿Y en los de pañales? ¿Y en los de alimentación infantil? ¿No quieren tener hijos? ¿Están ocupados trabajando?

Parece que las mujeres nos quedamos embarazadas por ósmosis, por obra del espíritu santo, por los peces del mar o por esnifar nubes de colores. No veréis un maldito spot en España donde aparezca un solo tipo entusiasmado ante el anuncio de su paternidad. No veréis un solo hombre en este tipo de anuncios, en general. 

No veréis un maldito spot en España donde aparezca un solo tipo entusiasmado ante el anuncio de su paternidad

La edad media para tener el primer hijo en España se sitúa en los 32´3 años, en las mujeres. En el caso de los hombres, simplemente no existen estadísticas.  A nadie le interesan. Están hechas para culpabilizar a la mujer. Se supone que los hombres pueden ser padres a cualquier edad, y no es de extrañar que cada vez sea más habitual ver a parejas formadas por un Papuchi y una joven universitaria, o por un famoso publicitario cuarentón con su lolita de 19. Juventud divino tesoro. Para las mujeres. 

Cómo no van a pensar nuestros contemporáneos que estamos locas e histéricas si planteamos la posibilidad de tener hijos en los 30. Ellos quieren jugar a la play, hacer apuestas, viajar, ver fútbol y beber cerveza. En los anuncios ellos son jóvenes, nosotras, hacedoras de arroz pasado en potencia. Mientras a nosotras nos bombardean con mierdas de fertilidad y embarazos, los hombres viven felices en su mundo de ocio. Normal que no se preocupen en absoluto por estas cuestiones tan típicamente femeninas.

No existen mensajes publicitarios que fomenten la paternidad, ni hay hombres entusiasmados mirando el test de embarazo con su novia esperando ansiosamente a que salga positivo. No se ven reuniones de chicos en donde se comentan las ganas que tienen de ser papás. No hay lloros y abrazos entre padres e hijos cuando lo comunican. Y en los anuncios de familias heterosexuales con niños pequeños, cada vez es más frecuente que el padre tenga el pelo blanco. 

Los padres aparecen casi siempre retratados como el factor de entretenimiento infantil. Papá estrena el coche nuevo, papá juega a la consola, papá se va al fútbol o se divierten de vacaciones. No veo chicos jóvenes queriendo formar una familia, porque eso es cosa de chicas y de las blancas palomas con las que se reproducen. 

Quizá es hora de que los espermatozoides sientan la misma presión publicitaria que nuestros ovarios, puestos a revertir la pirámide poblacional negativa

Quizá es hora de que los anuncios destinados a fomentar la natalidad incluyan a varones jóvenes, para evitar primero el machismo asociado al cuidado de la familia, y, ya de paso, crear un revulsivo en el que mirarse. Para no sentirnos avergonzadas y acomplejadas por tener instinto maternal en los 30. Además, las estadísticas que se publican en prensa, podrían señalar la edad media de los hombres españoles para ser padres. Quizá es hora de que los espermatozoides sientan la misma presión publicitaria que nuestros ovarios, puestos a revertir la pirámide poblacional negativa.

Mientras, muchas seguiremos con nuestro perro. Bebiendo cerveza, jugando a la play y con la paellera a fuego lento.