El Periódico traía ayer una gráfica de la evolución de la deuda pública española que sintetizaba muy bien la utilización que el régimen del 78 ha hecho del antifranquismo para intentar continuar, en nombre del antifascismo, los crímenes del régimen de Franco en Catalunya. La gráfica repasaba los datos desde 1909 y señalaba el periodo comprendido por el régimen franquista con un titulillo que anunciaba, solemnemente: "Dictadura". La época de Primo de Rivera se quedaba como todas las otras, en una aparente normalidad.

Si alguien quiere entender por qué Inés Arrimadas puede utilizar la bandera catalana para tirar su veneno contra Catalunya y por qué una parte de los comunes utiliza la derrota de 1939 para contraponerla a la de 1714, sólo tiene que reflexionar sobre este olvido sutil y seguramente inocente. La cultura del franquismo ha hecho tanto daño y ha dejado una herencia tan tóxica que ha desdibujado toda la historia de España. La pretendida excepcionalidad del franquismo permite concentrar tres siglos de ocupación en un periodo delimitado y proyectar los agravios acumulados de manera controlada.

Qué importa que Primo de Rivera llegara al poder prometiendo restablecer al espíritu de Felipe V en Catalunya. Qué más da que pusiera las bases del sistema de censura lingüística y periodística que después aplicaría el régimen franquista. Tanto da que enviara profesores castellanos a las escuelas de Catalunya, que organizara quemas de libros en catalán, que mandara escritores como Josep Pla al exilio, que acabara de fracturar el mundo obrero justificando los sectores más violentos y desesperados. O que engañara a la burguesía catalana prometiendo un estatuto de autonomía que le permitió instaurar una dictadura

Como el PSOE colaboró en aquel régimen inspirado en Mussolini, tenemos que considerar que no fue una dictadura lo bastante dura. Como aquella dictadura no encaja con el discurso de la lucha de clases que se ha utilizado para debilitar la vida nacional catalana, vale más olvidarla. Como en los años 20 los catalanes todavía tenían fuerza para defenderse como Dios manda, es mejor olvidar todo aquello. No vaya a ser que rascando entendiéramos por qué Picasso y Lorca simpatizaban con la independencia de Catalunya. Y por qué la Segunda Republica empezó con la victoria democrática de un partido liderado por un político que se había alzado en armas contra la monarquía española.