No es un arranque de curso más porque el contador de los presupuestos está a punto de darse la vuelta cuál reloj de arena y la batalla final lo impregna todo. Cuánto va a durar la legislatura y qué la detonará es el núcleo de la estrategia de PSOE y PP. Uno, para resistir lo máximo posible, y el otro, para desgastar hasta lo indecible y conseguir que caiga Sánchez. La brutalidad política se ha materializado en el primer día de curso. Sánchez levanta el muro contra la "bulosfera" y Feijóo anuncia una reforma legal para disolver las Cortes si se acumulan dos prórrogas presupuestarias. Es decir, la moción de censura que no se atreve a presentar y que obligará a los grupos a posicionarse sin muchas opciones de salir adelante. El fondo tiene sentido por la anomalía de una legislatura que en su biografía puede tener la ley de amnistía y cero cuentas aprobadas. Pero el contexto deja al PP como espectador de una agenda presupuestaria que también obligará al PP a posicionarse en cuestiones de Estado.
De momento, el PP rentabiliza más los informes de la UCO (como metáfora de la agenda judicial) que sus propuestas. Cuando las hace, no terminan de encajar. Como la inmigración, el tema más difícil para el PP. Feijóo ha decidido unir inmigración con inseguridad y delincuencia. Ha optado por usar el término ilegal y comprar un marco donde juegan las derechas y ganan las extremas derechas (Junts y Aliança Catalana incluidos).
Junts sigue en posición de fuerza con un win-win permanente. De momento, le es más rentable negociar presupuestos generales que ayudar a Feijóo. La fotografía con Salvador Illa recuerda que Puigdemont tiene dos presupuestos en vilo: los catalanes y los estatales. Si consigue sacar acuerdos a Pedro Sánchez, podrá lucir influencia y resultados para las generales. Si caen, será Sánchez quien no ha podido negociar. Y mientras, en Madrid resuena la matraca de la foto con el "prófugo", el encuentro normaliza la previa para un futuro Sánchez-Puigdemont y recoloca la agenda catalana.
Este otoño, nadie quiere morir matando
Podemos no se ha movido y tiene prácticamente rota su interlocución con la Moncloa. La vía de diálogo es extraoficial a través de José Luis Rodríguez Zapatero e incluso el socialista Javier de Paz, su hombre con más influencia en la sombra. Pero si Junts cierra acuerdos y hacen lo propio ERC y los vascos PNV-Bildu, los morados tendrán muy difícil dejarlos caer.
Atrás queda el coma del mes de julio con los apoyos tensionados tras el ingreso en prisión de Santos Cerdán. Sánchez conseguirá inyectar energía política a este otoño, pero hay una máxima del ejecutivo que está desactivada. Hasta ahora podía mantener la idea de un gobierno sin presupuestos. La economía está fuerte y apenas tiene efectos en la calle. Sin embargo, hasta en Presidencia ven más desgaste en el ciclo de siete años que en los casos de corrupción. Las cuentas de 2026 pueden estirarse en sus negociaciones e idas y venidas Congreso-Senado hasta abril, mayo a lo sumo de forma extenuada. Si no están aprobados entonces, será evidente que no salen. Para entonces ya habrá elecciones en Castilla y León y Andalucía. La maquinaria autonómica que pondrá en marcha la carrera electoral. Si Sánchez llega tan lejos tendrá que hacer cuentas. Porque en lo político, los presupuestos son el cinturón bomba de la legislatura. Si atendemos a cómo acabó julio, caer por unas cuentas es la salida más digna.
Si esta legislatura no estuviera marcada por el salto al vacío de la próxima, el margen de vida sería menor. Este otoño, nadie quiere morir matando.