“El que se arrepiente de lo que ha hecho es doblemente miserable.”
Baruch Spinoza

Hay cosas muy inquietantes en la decisión de mujeres del movimiento social anticapitalista, según unos, movimiento anarquista, según otros; de presentar una querella por abusos sexuales, tortura, descubrimientos de secretos y no sé cuántos más delitos ficcionales. Diferenciemos —porque somos racionales y adultos— entre la infiltración policial y la querella por “consentimiento viciado”. No hay nada que distinga más a los seres humanos que su capacidad para conceptualizar y diferenciar. Es un riesgo de futuro que nos intenten enredar con batiburrillos que no son racionalizables.

Es adanista e infantil no diferenciar entre consentimiento y arrepentimiento. El consentimiento sexual se produce en cada instante que dura la relación y termina justamente cuando ésta acaba. Puede ser revocado en cualquier momento mientras ésta se produce, pero no después. Esa es la principal ficción que se desarrolla en la querella enloquecida que se ha presentado en un juzgado barcelonés. Un polvo tonto no es un crimen. Todos hemos tenido polvos tontos —y por qué, por qué, por qué me acosté con este señor o con esta señora, ¡ay, de haberlo sabido!—. Pero no siempre sabes, es la vida y si te tienes que proteger de ella debe ser con tu madurez y no con el Código Penal. ¿Quién no se ha arrepentido de un polvo? ¡Madre mía! Arrepentirse no borra el consentimiento, lo que te obliga es a asumirlo que otra vez lo harás de otra manera.

Me fastidia mucho este movimiento absurdo e irracional que pretende convertir el derecho en una suerte de metáfora ficcional. Venga, que una manifestación no es un alzamiento tumultuario y la rabia de que te la hayan colado, nunca mejor dicho, no es una violación. El fiscal Maza noveló y estas abogadas también. Contra toda razón hay gentes de la izquierda defendiendo que el engaño es una suerte de violencia. ¡Lo ha dicho una secretaria de Estado! Pura banalización. Si echar un polvo tonto es un abuso sexual o una tortura o un impedimento para el desarrollo de los derechos civiles, ¿qué sucede con las víctimas de los verdaderos abusos, con las torturas de verdad? Una querella no es un relato ficcionado ni novelado de los hechos, no es una metáfora, la justicia no funciona por alegorías. Hay que rechazar tal uso del derecho en todos los casos. Yo estuve contigo y ahora que te he visto el fondo, que sé tu realidad, me siento estafada y revoco mi disposición que fue libre hacia ti. ¿A dónde nos podría llevar esto?

El consentimiento es la aquiescencia instante a instante de los participantes en un encuentro sexual, confundirlo con el arrepentimiento es o una magufada o un intento deliberado de romper las líneas del estado de derecho destrozando la seguridad jurídica

Piden la protección del Estado porque las han engañado. Un delirio de sumisión que según veo sólo practican las chicas, porque supongo que también los hombres se habrán sentido engañados por el falso compañero, incluso por el amigo, pero no han ido a los tribunales a exigir un resarcimiento por la estafa del camarada. Odio esta imagen de mujer vulnerable y estúpida que no es capaz de asumir que en la vida la mentira te acecha en cada esquina y que el problema no es que te la cuelen —a todos nos pasará alguna vez—, sino cómo eres capaz de levantarte y seguir adelante. Camufla la verdad la empresa que te contrata, te miente el amigo y el halagador que te quiere llevar al catre, te miente poco o mucho tu pareja, te dicen mentirijillas tus amigos, y te mienten tus hijos y los políticos. Tú debes ser capaz de discernir, de protegerte, de la mentira y también de sus consecuencias.

Una cosa bien repugnante del caso es esa deshumanización del adversario o de aquel que piensa y actúa según otros principios. Las querellantes consideran un ataque diferido contra su dignidad haberse acostado con un policía, supongo que porque un policía es un "txakurra”, un perro, algo y no alguien. Peor que un reponedor de Mercadona o que un abogado de oficio o que un futbolista. De otra esencia menos humana. ¿Cómo puedes hacer perder su dignidad así a otra persona sea lo que sea, venga de donde venga, se dedique a lo que se dedique? Podría tal vez Teresa haber denunciado al Pijoaparte, que se presentó como un héroe revolucionario para conseguirla, cuando no era sino un charnego de barrio que quería pulirse una burguesita. Aunque luego… ya saben. ¿Eso impide el consentimiento? ¿Eso imposibilita el amor? ¿Sólo el engaño del policía es vejatorio? ¿Las aplicaciones de citas son un mar de imposturas o de violaciones? Hablar de violencia sexual institucionalizada es la versión de izquierda radical de la violencia ambiental. Un invento para intentar penalizar lo que no es delito. No quiero una sociedad que camine hacia la impermeabilidad y si algo nos ha hecho mezclarnos entre las clases, entre los pueblos, entre las ideologías y las barreras eso ha sido el deseo inaplazable de los cuerpos. ¿Qué cuerpos se degradan por unirse a una idea o trabajo? Y si así fuera, ¿qué ideas, qué trabajos?

La querella debe ser inadmitida, puesto que el relato de hechos que plantea no recoge un delito tipificado. Si siempre se mantuviera ese principio legal, cuantos problemas no se hubieran provocado.

Análisis diferente merece la cuestión de la infiltración policial, esa figura extralegal practicada por la policía para obtener información y poder prever posibles delitos. Esa figura que soslaya las exigencias del artículo 282 bis de la ley de enjuiciamiento criminal que regula el agente encubierto, bajo autorización judicial. ¿Es necesario saber antes de que se produzcan delitos que se van a producir o sólo se puede cuando ya hay indicios suficientes? Sin indicios firmes un juez no autoriza nada. ¿Debe la democracia o la ciudad de Barcelona impedirse saber lo que planean los que quieren atacarla o destrozarla? ¿Merecen los ciudadanos una protección que permita abortar actos contras sus bienes privados o contra el demanio público? No son las ideologías las que delinquen, pero pueden hacerlo las fórmulas que sus seguidores establezcan para defenderlas o implantarlas. Cuando los ertzainas se infiltraban en la kale borroka para obtener información sobre cuándo y dónde se iban a quemar autobuses o cajeros o a destrozar mobiliario urbano no se hacían aspavientos. ¿Es distinto lo que ha sucedido ahora? ¿Dónde están las líneas? Este debate de licitud y de control judicial o administrativo de estas decisiones sí es un debate pertinente. Podría pensarse que los funcionarios están obviando las disposiciones legales y el control judicial mediante subterfugios. Mezclar esto con las violaciones -—pues ese es el delito del sexo sin consentimiento— es o ignorancia o maldad manipuladora.

El consentimiento es la aquiescencia instante a instante de los participantes en un encuentro sexual, confundirlo con el arrepentimiento es o una magufada o un intento deliberado de romper las líneas del estado de derecho destrozando la seguridad jurídica. Cada uno de ustedes, hombres que me leen, han podido defraudar a alguna mujer. ¿Alguien piensa que podría ésta revocar su consentimiento días, semanas, meses o años después? Nada tiene que ver tal cosa con el feminismo. El consentimiento durante las relaciones sexuales siempre ha estado en el centro del Código Penal. El problema fue siempre de prueba de su existencia o inexistencia y sólo a un totalitario se le podría ocurrir la idea de invertir la carga de la prueba para que el denunciado perdiera su presunción de inocencia. A nadie por razón de su sexo se le puede otorgar el privilegio de la absoluta credibilidad. A lo mejor es lo que buscan. Es un gran método para cargarse una democracia. Empiezas por los delitos sexuales y acabas con los cometidos contra el pueblo o contra el tirano.

Un polvo tonto lo tiene cualquiera.

El deseo de subvertir los principios del estado de derecho, solo algunos.